Arturo Tecuatl
Lorena Cuéllar Cisneros tiene que oprimir el pedal del freno familiar y darse cuenta de la presión a la que la tienen sometida sus dos hijas, Mariana y María Fernanda Espinosa de los Monteros Cuéllar.
Ambas rebosan de ganas por incrustarse en el servicio público y liberar el gen de mando, de renuevo generacional correspondiente a aquél priismo de su bisabuelo Joaquin Cisneros Molina, gobernador, secretario de Gustavo Díaz Ordaz, hombre del sistema, duro, implacable, perteneciente a una despiadada Ultraderecha que hoy, con el paso de los años vuelve a brotar
Lorena, es el primer nivel de dicha genética que desayuna, come y cena poder. Pero sus hijas han desarrollado un sexto sentido en sus apetitos de mando: la obsesión. Es decir son un nivel más arriba que su madre, corregidas, aumentadas, yo diría: sobrecargadas.
Pero cuidado porque en sus ansias desbordadas por brillar no advierten que embisten a su mamá gobernadora y la pueden tirar.
Su inmadurez les impide advertir la cantidad de enemigos, no sólo adversarios, aguardando la mínima oportunidad de irse a la yugular de su ma gobernadora. Hoy no es como antes, cuando la clase a la que pertenecen arrebataba, atropellaba, humillaba, y nada ocurría. Hoy hay consecuencias legales y políticas que a resumidas cuentas pueden dejar sin fuero al político más encumbrado, y enviarlo a la cárcel.
Mariana y Maria Fernanda deberían darse cuenta que a su mamá le tomó toda la vida ganar la gubernatura de Tlaxcala.
Que el primer cambio de conducta consistió en “no robar no lastimar y no traicionar”, curiosamente tres de los muchos antivalores con los cuales suele criarse la clase pudiente a la cual pertenecen.
Y si su ma gobernadora se hizo con sus propias herramientas para activar su versión personalizada de priísmo (engaño y manipulación como medios para alcanzar el poder) ellas deberían tener conciencia de que atacando francas como lo hacen, lo único que les aguardan son problemas.
Cuando su ma oprime el botón de los abrazos, a veces molestos porque no son genuinos, aplica su propia versión seductora a base de un encanto petit, en un contexto retro que nos remonta por ejemplo a aquel episodio cuando siendo alcaldesa de Tlaxcala se disfrazó de chilindrina, y se dio cuenta que tal vez no fue una buena decisión.
Sin embargo, en aquél episodio liberó ese arquetipo de niña, a veces mentirosa, otras caprichosa, pero sabedora que todo cuanto haga se lo habrán de perdonar debido al poder que ostenta.
En lo sucesivo no pudo despojarse de dicho comportamiento y, jamás imaginó que un 30 de abril, haciendo una parodia del El Chavo, iba a encontrar su propio yo a través de una suerte de psicoanálisis, divertido y público.
Provocar la risa de los demás fue un momento liberador que le permitió darse cuenta de lo frágil que es… como cualquier pobre.
Quién diría que al paso de los años se haría con una amistad tan alta como la de Andrés Manuel, y gracias a ella lograría su sueño de ser gobernadora.
Mariana y María Fernanda no tendrán más opción que buscar su propio mecanismo liberador de prejuicios de niñas bien, pertenecientes a lo que los adversarios de su madre llaman “nacer en sábanas de seda”.
Una carrera política no se hace participando emocionadas en una campaña, con la visión aspiracionista de ejercer el poder una vez terminada dicha jornada de petición del voto.
Creo que mucha agua habrá de correr en la vida de ambas, y cuando tengan su respectivo “despertar espiritual”, cobrarán conciencia que la política no es la competencia fatua con las de su generación para demostrarse qué tan poderosas pueden ser, sino desarrollar conceptos propios de una política edificante, con compromiso social, sin estar pensando que si rompen, o lastiman, o traicionan, siempre va a estar la madre protectora que todo les perdone y les dé impunidad.
Es buen tiempo para replantear su irrupción en el poder. Nadie les va a quitar el lugar que les asista pero a la buena, no arrebatando y atropellando como a la fecha lo han hecho.
Deberían verse en el espejo de innumerables jóvenes a las cuales dañó el dinero, porque las despojó de las ganas de luchar, porque las llevó a hundirse en su escasa autoestima, con cirugías para “corregir” lo que la naturaleza creó perfecto.
Les urge prepararse, si es preciso en el extranjero, donde la altura de miras desde otros confines les abra los ojos ante el tremendo oso que están haciendo como emocionadas e improvisadas de la política, con un chorro de ganas pero con escasas, muy escasas posibilidades de triunfo.
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