Ricardo Homs
El discurso del presidente en la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán merece un análisis profundo, pues nos refiere a nuestros problemas de hoy.
Juzgar acontecimientos que sucedieron hace 500 años, no debe hacerse con la óptica de los valores morales de hoy, pues significa negar que la humanidad evolucionó. El pasado se juzga con los valores morales del contexto en que se vivía en la época en que sucedieron los hechos.
Si en aquella época había violencia, era derivada de la lucha por la sobrevivencia… era matar o morir.
Lo que nos debe preocupar a los mexicanos es que la violencia que existía antes, a la que hoy juzgamos con mucho rigor, resentimiento y rencor, en 2021 se esté replicando bajo la tolerancia cómplice del gobierno y de la sociedad.
Sin embargo, la violencia de hoy genera víctimas que están entre nosotros, con el riesgo de que nosotros seamos una más en la estadística gubernamental.
Asesinatos, desaparición de gente joven, trata de personas, así como la trata infantil que hoy está en crecimiento, los secuestros, extorsiones y otros graves delitos más que hoy son cotidianos en México, no debiesen quedar impunes en un país evolucionado y moderno como el nuestro, que vive en democracia y se desenvuelve en el estado de derecho.
Sin embargo, en la práctica este país vive en la inseguridad, mientras nuestros gobernantes miran hacia el pasado, posando su vista 500 años atrás, revisando culpas de quienes formaron parte de cuando menos veinte generaciones anteriores.
Sin embargo, conscientes del impacto emocional que representa hoy la historia en el ánimo de los mexicanos, si queremos hablar de lo sucedido hace 500 años, hagámoslo.
Primeramente, debiésemos replantear si hace 500 años hubo una conquista extranjera sobre nuestro país, como dice el discurso oficialista. Consideremos que el contingente que en 1519 llegó a Veracruz estaba compuesto por sólo 500 hombres que venían a explorar y no a conquistar y llegaron no a un país, sino a un territorio habitado por muchos pueblos y etnias de diferente origen, que además estaban confrontados entre sí.
Sin embargo, viendo la oportunidad de aliarse con los pueblos vasallos del imperio azteca, quienes implacables en el cobro de tributo sometían por medio de la violencia a otras etnias y pueblos vecinos, Cortés se convierte en el comandante en jefe para una campaña en contra del imperio mexica.
Evidentemente Cortés y sus hombres veían que obtendrían un beneficio personal.
¿No podríamos considerar que más que una conquista extranjera fue una rebelión de los pueblos originarios en contra del imperio dominante, el mexica, motivada por la busca de su libertad?
Incluso podríamos concluir que ello derivó en una recomposición geopolítica de los pueblos originarios, que es el país que hoy identificamos como México.
Lo que sucedió después fue un proceso político que generó control para la corona española sobre todo este territorio, obtenido no a través de las armas, sino de negociaciones. Consideremos que los guerreros indígenas que habían sobrevivido a la guerra eran muchísimos más que los soldados españoles, a los cuales podían haber exterminado si lo hubieran deseado cuando ya no los necesitaban.
La historia hoy se convirtió en un instrumento emocional que utiliza el gobierno de la 4T para distraer nuestra atención de las graves problemáticas que hoy aquejan a México.
Es intolerable que mientras que los países evolucionados que se ubican en el mismo nivel que México viven en paz, nosotros sufrimos una violencia cruel, donde la motivación es la rapiña y beneficios económicos. Es inaceptable que mientras en estos 500 años el mundo evolucionó hacia sociedades que se rigen por el estado de derecho, en México estemos discutiendo filosóficamente sobre qué es prioritario, si la justicia o la ley.
Mientras en las altas esferas de gobierno se discute filosóficamente sobre la justicia, diariamente mueren muchos mexicanos a manos de la delincuencia organizada, de modo tan cruel como hace 500 años, con la tolerancia de un gobierno que se resiste a aplicar la fuerza que la ley le instruye a ejercer para garantizar la seguridad.
Que este momento de reflexión nacional nos lleve a tomar conciencia, tanto a gobierno, como a esta sociedad
Prefiero imaginar que es el momento de construir el proyecto del México que queremos heredar a las próximas generaciones, no el de los reclamos, rencores y resentimientos, sino un mejor país para todos, próspero y humanista.
Sin embargo, este objetivo no lo lograremos tomando como referencia la justicia social, que apela a la ideología de la confrontación para quitar a los que hoy tienen más que los otros y redistribuir lo confiscado. Esto significa la redistribución de la pobreza.
En contraste, la erradicación de la pobreza sólo se logrará a través de la productividad, pues nadie nos regalará la bonanza, aunque tendremos que fijar reglas claras y una nueva cultura para la distribución de los beneficios y ésto, pues se deriva de una educación de calidad, al margen de las perversas ideologías que nos dividen.
Es el momento de un auténtico pacto social, donde todos pongamos lo que nos corresponde aportar, donde no sólo haya derechos, sino también obligaciones.
Dejemos el pasado en la memoria y concentremos nuestra atención y esfuerzo en resolver los problemas de hoy con acciones contundentes.
¿A usted qué le parece?
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