Ricardo Homs
Ha pasado desapercibido el posible impacto que el T-MEC tendrá en las relaciones sindicales de México.
El tema de la injerencia en el ámbito laboral fue una de las exigencias norteamericanas para la firma del T-MEC. La diferencia salarial existente entre los trabajadores mexicanos y los norteamericanos y canadienses que trabajaban en los sectores de manufactura representaba al inicio de estas negociaciones una gran inequidad, por lo que una de las primeras exigencias de los negociadores de esos países fue el incremento salarial para los trabajadores mexicanos, a fin de hacerlos equiparables a los que existen en la industria de esos dos países que son nuestros socios comerciales. En Estados Unidos la industria automotriz paga dieciséis dólares la hora y en México el promedio es de cinco, como ejemplo.
Sin embargo, el tema sindical es un riesgo latente que aún no se ha manifestado y que puede detonar conflictos por la titularidad de los contratos colectivos de trabajo.
En algún momento de la negociación del T-MEC se llegó a plantear la exigencia de los negociadores norteamericanos de que hubiese la posibilidad de una supervisión directa de Estados Unidos inspeccionando nuestro entorno laboral, lo cual desató una oleada de protestas dentro de México, por considerarse esto una injerencia que vulnera nuestra soberanía nacional. A final de cuentas las explicaciones que se dieron en su momento respecto a las inspecciones laborales quedaron en un ámbito de vaguedad.
Sin embargo, hay indicios del interés de las centrales obreras extranjeras en lo que sucede en nuestra país y no sería descabellado que esa pretendida supervisión laboral norteamericana pudiera darse a través de sindicatos internacionales que desplacen a los actuales en la titularidad de los contratos colectivos.
No podemos olvidar que durante los últimos tres días de las negociaciones algunos de los empresarios mexicanos que formaban parte del equipo negociador externaron su desconcierto por no haber sido tomados en cuenta en el proceso de revisión del documento final, ese que sería firmado por México. Incluso algunos expertos mexicanos en negociaciones internacionales cuestionaron la interpretación de algunos compromisos del T-MEC que fueron incluidos en los últimos días, cuando el subsecretario Seade se movió en absoluto sigilo, seguramente consultando los últimos términos al más alto nivel de nuestro gobierno. Ahí podrían haber quedado avalados algunos compromisos incómodos que se vio forzado a firmar el gobierno mexicano. ¿Podría haberse pactado alguna salida a la exigencia de la supervisión laboral?
También queda como antecedente el apoyo que obtuvo Napoleón Gómez Urrutia de parte de centrales obreras extranjeras para llegar al Senado, lo cual fue publicado en varios medios de comunicación. A inicios del 2018 Gómez Urrutia, en su búsqueda de un escaño en el Senado traía el apoyo del Sindicato de Trabajadores del Acero de Estados Unidos y Canadá, denominado USW y de la UNITE, organización sindical de Inglaterra e Irlanda. ¿Será ahora el momento de pagar la factura?
No sería descabellado pensar que las empresas extranjeras que en el futuro llegasen a invertir en México trajesen ya pactado su contrato colectivo con sindicatos norteamericanos o canadienses.
Sin embargo, al margen de las especulaciones que hoy son un ejercicio cotidiano, debemos reconocer que tradicionalmente muchos sindicatos nacionales convivieron en contubernio con las empresas que eran los empleadores de sus representados. De esta forma se beneficiaron los directivos del comité ejecutivo nacional de muchos sindicatos brindando protección, garantizando de modo opaco el control de sus trabajadores.
Hoy son tiempos de reflexión primeramente y de cambios. Las grandes empresas y los sindicatos mexicanos deben modificar sus políticas laborales, principalmente en lo referente al manejo de las elecciones para renovar dirigencias sindicales y eliminar tajantemente las prácticas antidemocráticas, como son las elecciones amañadas.
Sindicatos y empresas deben replantear su vinculación con los trabajadores desde una visión humanista, de solidaridad que estimule la colaboración y el compromiso.
Además, debe legislarse en el Congreso, urgentemente, que la representación laboral de los trabajadores mexicanos debe ser atribución única de organizaciones totalmente nacionales, bajo el riesgo de que el país pierda autonomía y control de su propia planta productiva.
¿Y usted cómo lo ve?
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