Por María Beatriz Muñoz Ruiz
No sé si es difícil hacerse mayor siendo mujer, o es que los hombres cuando se hacen mayores y atraviesan alguna de las crisis que nosotras atravesamos, guardan silencio y callan para siempre. Pero el caso es que cada vez que cambio de peinado es porque estoy pasando por un cambio, o, mejor dicho, una de esas crisis de la edad.
Hace aproximadamente un par de meses que comenzó a avecinarse una tormenta, una borrasca y el huracán entero, dentro de mí. Pensareis que, si me conozco tan bien, no tendría problema en controlar cualquier cambio de clima en mi interior, pues no es así, y el cambio no se produce de repente; poco a poco vas bajando a pequeños pasos esa escalera que te adentra poco a poco en tu interior y te alborota entera.
Siempre existe un desencadenante, y esta vez han sido mis hijos; desde que comenzaron el curso, primero de bachillerato, todo ha pasado demasiado rápido, hemos empezado a pensar más seriamente en las carreras universitarias, porque cuando entras en bachiller, tienes que tener más o menos claros, los estudios universitarios que quieres cursar, ya que tienes que decidirte entre varias opciones y optativas. Pero no solo son los estudios, también han empezado a salir más, a ir a conciertos, al futbol, al cine, de barbacoas, de compras… en pocas palabras, se están haciendo mayores demasiado rápido y me está costando asimilarlo.
Sin saber lo que me estaba pasando, quise aprovechar cada momento con mis hijos, disfruté el concierto de Lola Índigo como si tuviera veinte años, y empecé a obsesionarme con las arrugas. Me compré varias coletas postizas para verme más joven frente al espejo y la ansiedad invisible que estaba inundando mi cuerpo actuó como adrenalina. Mis emociones eran como una montaña rusa, me sentía eufórica y a los pocos minutos mi estado de ánimo caía empicado. Por un lado, pensaba que la vida se me iba rápidamente y debía aprovecharla, y por otro lado, cuando supuestamente la aprovechaba, me sentía agotada de tanto luchar contra el paso del tiempo.
Puede parecer una estupidez para muchos, pero todos pasaremos por esa crisis, algunos menos que otros, pero todos, en algún momento determinado, nos detendremos, miraremos el mundo, y nos daremos cuenta de lo rápido que ha pasado todo, entraremos en crisis, y después, comprenderemos que hemos aprovechado cada momento de nuestra vida disfrutando de esos pequeños instantes.
Porque la vida son pequeños instantes en los que simplemente sonríes al ver que tu hijo se ha dormido en tus brazos, cuando te abrazan al llegar del trabajo y te dicen Te quiero antes de dormir.
Los hombres que estéis leyendo este artículo, seguramente habréis pasado también por esta crisis, pero siento deciros que la mujer sigue siendo la más sufrida, ya que no eran suficientes los dolores del parto y los cambios hormonales de la regla, también llevamos fecha de caducidad en nuestro útero, sí, me refiero a la menopausia, esa palabra que nos parece un proceso natural hasta que comenzamos a tener, lo que los médicos llaman desarreglos.
Para los que no lo sepan, cuando nos dicen que estamos empezando a tener desarreglos, no se refieren a que salimos sin peinar, sino que la regla está empezando a despedirse. ¿Guay? No, amigos, no es nada guay, es una putada, tengo compañeras de trabajo que se tiran prácticamente todo el invierno quitándose y poniéndose la chaqueta, que se despiertan a media noche empapadas en sudor listas para una ducha, eso sin contar que a algunas les dan mareos, hemorragias tan grandes que tienen que acudir a urgencias y cambios de humor peores que en el embarazo.
La menopausia puede causarnos enfermedades como la osteoporosis y por supuesto inapetencia sexual, así que, queridos amigos masculinos, cuando veáis a una mujer abanicándose en invierno, no penséis que está loca, sabed que está luchando una guerra contra su propio cuerpo, una guerra silenciosa que está mal vista contar, porque lo queramos o no, decir que tienes la menopausia es decir que estás mayor, y eso es como si te marcaran con el ganado caducado y te metiesen al matadero. Esta sociedad no está preparada para bajar el ritmo de vida seas de la edad que seas, pero sí que está preparada para señalar con el dedo y despreciarte por ser mayor. En fin, en mi caso, cada vez que tengo una crisis de esas, cambio de peinado, me compro cremas antiarrugas, me doy contra la pared, y llega la lucidez a mi mente haciéndome recobrar la cordura y comprender que no tengo que aprovechar la vida porque ya la he aprovechado, simplemente vivir el día a día haciendo pequeñas cosas con las que me sienta bien.