Bitácora de futuro: Relato. El bebé vivo y muerto

Por Bayardo Quinto Núñez

Resultó que, en medio de los apuros creyeron, y tuvieron que sepultarlo en el camino, como una estela histórica imborrable, y una libación del tiempo. Pero cuando faltaba un pequeño trecho para llegar al destino le expresó Leticia a la comadrona Matilde: “no importa entiérrelo, la vida continúa aunque sea mi hijo”.

Ahí dejaron el recién nacido tirado, ni siquiera fue enterrado, a la intemperie quedó, a la mano del ambiente. La madre segundos antes que exhalara su alma expresó: “ese también es mi hijo”. Ella murió al instante. El bebé quedó abandonado a la orilla del camino.

Desafortunadamente los fieras salvajes se iban aproximando con intenciones de devorarlo, pero un ¡Mirlo Inocente! se posesionó a la orilla del bebé desechado, emitía silbidos muy bonitos y tiernos, entonces, las fieras salvajes no actuaron. Al niño no le pasó nada, pero siempre seguía abandonado, presuntamente había fallecido, pero esa madrugada llegando la aurora pasó una carreta de bueyes, el conductor escuchó un llanto, lo primero que pensó para sus adentros fue: “la ¡Cegua! viene por mí” pero el candil boyero alumbraba tanto que vio a la orilla del camino se movía algo, el conductor se aproximó con su machete, y observó era un bebé, corrió y lo levantó, en ese instante (s) lloraba y lloraba, lo montó en la carrera y al llegar a su casa le dijo a su mujer: “encontré este bebé tirado” La esposa le respondió: “que barbaridad como fueron posible de semejante barbarie”.

El niño fue creciendo, estudió, se preparó, se hizo médico y conforme el tiempo una vez trabajando en el hospital de la ciudad, llegó de emergencia una anciana, se llamaba Matilde, él la atendió y le salvó la vida. En ese interín de varios días hospitalizada, él la atendía y, ella le comentaba sus historias; le comentó la historia de él, pero ella, claro no sabía quién era, pero el ahora doctor captó que esa misma historia era la suya.

Doña Matilde, sabe usted que ese soy yo, todos ustedes creyeron que yo estaba muerto, pero no, un señor de una carreta de bueyes me salvó, él conforme el tiempo me fue comentando todo, ustedes no son culpables, pues ni mi madre porque murió en el parto, ni usted.

Pero le doy gracias a Dios que estamos vivos. En ese momento Matilde rompió en llanto.

-Doña Matilde dónde vive usted-le expresó el doctor.-
-Vivo en un patio donde construí una casita con tablas viejas y zinc- respondió Matilde.-
-Y en qué trabaja-preguntó el doctor.-
-Bueno, vivo de la caridad pública-le señaló doña Matilde.-
-Si usted acepta yo me la llevo a mi casa a vivir, ahí solo vivimos mis dos hijos y mi esposa-propuso el doctor.- Doña Matilde se sorprendió y le dijo: “es que es mucha molestia”.
-Pues no-le respondió el doctor.-
-Bueno está bien como usted diga-repuso doña Matilde.-

Doña Matilde después de andar del timbo al tambo, durante treinta años, ahora tenía una familia y un techo digno. El resto de sus días, que, fueron quince años pasó viviendo con el doctor, en ese tiempo ella le expresó en varias ocasiones: “cuando muera sólo le pido que me entierre dónde fue sepultada su madre, y me dijo su madre en momentos exhalar su alma, ¡el es mi hijo también!”.

Murió doña Matilde y sus deseos fueron cumplidos. Pero antes ella le fue a enseñar varias veces dónde fue el sepulcro de su madre y de él estando vivo.

-Bajo estas luces del tiempo, la realidad responde: “la estela se proyectó desde allá hasta los confines del infinito. Tampoco fue una sombra para recorrer la mente como un dedo en esa grieta de sentimientos nobles, pero dolorosos, que, a lo mejor se dilucidará o descenderá en un pequeño promontorio de flores o de espinas, por la melancolía asidua de la vida, que resulta natural discurrirlo al final del camino. Por supuesto, existe un libro sobre ello que, cuenta su (s) historias, la misma vida cotidiana ll arguye desde sus entrañas, o habrán coleccionista de antigüedades, para desenterrar esos huesos. Sé preguntaba a la vez lo noble realidad de realidades:

“¿qué clase de hombre es un coleccionista de antigüedades?”.

– Entonces el noble tiempo ido y desde ahora respondió: “las cartas, los decires, los dilemas, todo, se abren en el o los desayunos, lo que las o les hace parecer importantes; exige emprender viajes, con rumbo a la veracidad, algo que satisface a ellos y a sus ancianas esposas, esposos, que desean hacer dulce de coco o limpiar, o cualquier otro alimento, el estudio, y tener todas las razones para mantener en perpetuo suspenso las preguntas en este tenor lingüístico: ¿quién murió? ¿quién traicionó? ¿cuál es el Chisme Político? ¿quién robo? ¿qué pasó? ¿por qué mató? ¿Por qué es meretriz o esa (s) son? Se hacen un sinfín de preguntas como que fuesen santas palomas, y a lo mejor son los (as) más viscerales, hipócritas, egoístas, envidiosos y mal disponen a personas y lo peor se creen son cristianos (as) Que Dios los perdonen y se perdonen ellos mismo…

-Entonces magistralmente lo señora realidad adujo: “lo que pasa es que buenos, malos, ricos, pobres siempre precluimos en lo mismo, ese es final del destino de cada quién. Nos morimos y nada nos llevamos, sólo queda el regocijo que se hizo el bien. Todo queda acá.

*Biodatos del autor Bayardo Quinto Núñez, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Escritor, Pintor, Músico. (Bayquinú)

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