Héctor A. Gil Müller
La flexibilidad es una competencia muy publicitada hoy día. nos permite la adaptación, habilidad que ante nuevas circunstancias o escenarios busca la supervivencia. Las instituciones también deben hacerlo. El éxito, en buena medida es esa adaptación, de manera sana e inteligente. La salud de una organización reviste su capacidad de enfrentar un malestar sin que comprometa lo vital. La inteligencia es aplicar herramientas para resolver los problemas de nuestro tiempo y entorno. Bajo ese discurso las organizaciones deben asegurar esa madurez ante un mundo que al ser desconcertante se piensa indescriptible. Cuando algo no se entiende la primera reacción es desechar el código con el que se interpreta.
Prácticamente todos los partidos políticos representados en el Congreso, salvo Movimiento Ciudadano, han impulsado una reforma legal que reduce las funciones del Tribunal Electoral Federal y le impediría resolver sobre decisiones internas de los partidos políticos al respecto de la elección de candidatos. Hacemos muy propio que adoptar es adaptar. La reforma presentada que, de manera acelerada, ha conquistado un apoyo inusual parece ser la respuesta a los tiempos actuales, en los que la selección de candidatos rumbo al 2024 será más negociado que votado. Advierte un cambio en el discurso morenista y su aislamiento rumbo al 2024, año en que serán evaluadas en las urnas sus primeras gubernaturas y la presidencia federal. ¿Cuál es la finalidad de tal reforma?, al menos la presión y rapidez de su discusión parece ser la cercanía del próximo mega proceso electoral.
“Para tener más, primero debes ser más” escribió Goethe. Eso implica una capacidad de transformación, que sin flexibilidad es imposible, para asegurar su adaptabilidad. Los partidos políticos deben definir la comunicación no como fin sino como medio para llegar a la conexión. El mundo hipercomunicado ha hecho que el discurso quede sin sentido, es tiempo de la conexión. Les Brown dijo:
Para alcanzar algo que no ha alcanzado antes, debe llegar a ser quien no ha sido antes. Ante una amenaza cualquier organismo ataca, huye, se somete o se paraliza, la confianza amenazada también nos hace comportarnos así. El partido es solo una parte, negar eso es negar su esencia, los movimientos agrupan diversas partes. Cuando diversificamos tanto una base se sacrifica identidad y eso atenta contra la coherencia que estimula la conexión. Estoy seguro que las nuevas colectividades han de ser temporales y amplias, conforme continúe estimulándose la inteligencia social, dando información inmediata, comunicando en tiempo real y formulando o condicionando comportamientos y valores, responderán los colectivos a nuestras temporales ambiciones, y ahí se hará política, porque nunca dejamos de ser animales políticos, solo renovamos las formas políticas.
Parece que el futuro sigue siendo de movimientos, cosa que no necesariamente es opuesta, pero si diferente a la figura del partido. Este perfil es evidente en lo electoral, no necesariamente en lo político, pues la negociación, alianza y oposición, no puede ser individual sino institucional. Si las organizaciones no maduran y abandonan la capacidad de transmitir su acervo en el tiempo más allá de la participación de tal o cual persona, la inclusión es parcial. Se han alcanzado acuerdos ante una necesidad común, pero tales acuerdos no serán recuerdos para una contienda en el 2024 que evaluará la conexión.