Ricardo Homs
¿En qué es diferente el México de hoy?. Esta pregunta podemos hacérnosla sobre todo si comparamos nuestro país con el que fue hace más de 30 años.
Este mundo actual es tan diferente, como el desarrollo tecnológico que le caracteriza, añadiendo el impacto de la globalización. Ambos fenómenos han impactado radicalmente nuestro estilo de vida, nuestros hábitos y hasta nuestros valores.
Sin embargo, también han modificado la forma de hacer política y de ejercer el liderazgo.
Las redes sociales son este parteaguas que cambió todo. Representan un antes y un después. Sin embargo, es un fenómeno no solo de nuestro país, sino del mundo entero.
Todos los gobernantes, antes de la proliferación de las redes sociales, eran poderosos porque estaban protegidos de la mirada indiscreta de la sociedad. Vivían en un mundo alejado, donde su vida privada era inexpugnable y lo que se sabía de ellos era lo que quienes les manejaban su imagen pública, consideraban que les beneficiaba. Sus apariciones públicas siempre estaban perfectamente planeadas y controladas por un equipo de colaboradores.
De este modo el poder que ejercían se sustentaba en una autoridad perfectamente planeada y construida como si fuese un mito o una leyenda. La imagen del gobernante en turno estaba controlada. Todo el manejo opaco o turbio que se vincula al camino hacia el poder, era ocultado.
Cuando hablamos de que el poder se sustentaba en autoridad, es porque el poder se ejerce, o por la fuerza del poder represivo del Estado y sus instituciones, o porque se compra la colaboración de los líderes sociales o entonces, porque la autoridad, entendida como un sistema de valores y reglas sociales que infunden respeto, permitía que el ciudadano estuviese conforme con el manejo político y social. De este modo, la tercera opción podemos equipararla a la autoridad que suavizaba el ejercicio del poder.
Así es que, aún hoy, con todas las sospechas de que el asesinato de Luis Donaldo Colosio haya sido un crimen de estado, perpetrado desde las más altas esferas del poder presidencialista, nunca se pudo comprobar nada y tuvimos que aceptar la versión oficial del asesino solitario, Mario Aburto.
Consideremos que en esa época el estado tenía el control absoluto del país y según nos muestran los documentos del CISEN que están siendo desclasificados, todo aquel que pudiese ejercer liderazgo social o político era vigilado por agentes al servicio de la Secretaría de Gobernación.
La prensa era totalmente controlada. Los medios impresos tenían que plegarse al gobierno, pues eran presionados a través del suministro del papel para periódico y revista. La importación del papel para periódico, que venía de los países de Europa del norte, no era libre. El monopolio oficial de la importación de papel lo tenía PIPSA, que era una institución dependiente de la Secretaría de Gobernación. PIPSA lo revendía a toda la prensa escrita, pero si algún medio se salía de control y no aceptaba censura, se le imponían restricciones para comprar papel.
La televisión y el radio eran controlados también a través de las concesiones otorgadas por el gobierno. Las licitaciones dependían también de la poderosa Secretaría de Gobernación.
Además, la única forma que tenía el ciudadano de estar informado era a través del testimonio de un reportero, que nos contaba los hechos según su interpretación personal.
Hoy todo es diferente. Imaginemos ¿Qué habría sucedido si John F. Kennedy estuviese gobernando en este momento Estados Unidos?.
El que fuera un presidente querido, admirado, con autoridad moral, ejemplo de patriotismo, amor por la familia y ejemplo de fidelidad marital, siempre junto a su esposa Jackie, hoy tendría un desenlace diferente.
Solo bastaría que alguien filtrarse por redes sociales las pocas fotografías que hay de él con Marilyn Monroe y un pie de foto que dijese: “el presidente y su amante, la cual comparte con Sam Giancana, líder de la mafia”.
Esto desataría nuevas investigaciones que evidenciarían las importantes aportaciones de Giancana a la campaña presidencial, entregadas a través del papá del presidente. De remate, alguien exhibiría cómo el padre del presidente, o sea Joseph Kennedy, hizo su fortuna durante la ley seca de Estados Unidos traficando licor.
Seguramente sus enemigos no tendrían que mandar a asesinarlo, sino destituirlo después de una campaña de desprestigio en redes sociales. Esto muestra el antes y el después de las redes sociales.
Hoy todas las personas públicas que ejercen poder o influencia están siendo sometidas a una vigilancia continua por parte de la ciudadanía. Los ciudadanos convertidos en millones de ojos vigilan a los influencers y funcionarios públicos a través de un dispositivo telefónico con cámara y acceso a redes sociales. Nada se escapa, incluso de su vida privada. Por ello hoy descubrimos las conductas cuestionables de la gente poderosa, sus debilidades personales e incluso la corrupción que puede rodear a quien tiene libertad de ejercer el presupuesto público.
Esta exhibición del lado oscuro del poder ha debilitado la autoridad moral de gobernantes, líderes políticos e incluso, de funcionarios públicos y ha sumido a la sociedad en la desconfianza. Hoy nada queda oculto al escrutinio público.
Hoy los gobernantes son vulnerables porque a diferencia de antes, están sobrevigilados.
Además, ya no es necesario que los reporteros salgan a buscar noticias. Las noticias llegan a los noticieros electrónicos y a los medios impresos a través de la aportación de algún ciudadano que atestiguó un hecho importante.
La reputación limpia es el atributo más importante que hoy debe tener una persona pública, así como los líderes políticos y sociales, pues sustenta la credibilidad y la confianza.
Hoy la participación ciudadana es el mayor capital de nuestra democracia y debemos proteger este derecho, incluso el de disentir. No hay pretextos.
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