Ricardo Homs
Daba pena ajena la presentación que hicieron en el Senado de la República el 14 de febrero, los candidatos a integrarse a la Comisión Reguladora de Energía, quienes carecían del nivel técnico mínimo para el cargo.
Con toda seguridad en las principales universidades del país y solo por mencionar a dos muy destacadas, la UNAM y al IPN, están académicos de primer nivel, con alta especialización técnica, tanto en conocimientos como en experiencia, listos para responder a las necesidades de ese tipo de cargo. Gente de altísima capacidad que estaría esperando una oportunidad profesional como ésta. ¿Por qué no se recurrió a ellos?
¿Por qué hoy no se le está dando seriedad e importancia a la definición de los perfiles que deben tener los candidatos idóneos para ocupar los cargos de alta responsabilidad?.
A fines del siglo pasado, o sea más de veinte años atrás, el legendario intelectual de la administración, Peter Drucker, ya asumía que el mundo estaba iniciando la “era del conocimiento”, o sea aquella en la cual la especialización es la regla.
Vivimos hoy un mundo complejo donde no hay oportunidad para equivocarse sin tener graves consecuencias. Hoy la regla global es hacer las cosas bien y a la primera, pues no habrá segunda oportunidad como antes. La época del ensayo y error es cosa del pasado
En este contexto, es impensable tener funcionarios públicos de alto nivel que lleguen a aprender en el cargo y más aún, cuando en este país hay gente experimentada y con conocimientos de excelencia, esperando su oportunidad.
Que en el sexenio pasado haya habido grandes tecnócratas que abusaron del país y usaron sus conocimientos para enriquecerse en un contexto de corrupción injustificable, como sucedió en PEMEX por decir solo un ejemplo, es porque desde arriba se lo permitieron en un ambiente de complicidad. La tolerancia y protección a los amigos fue una decisión política de sexenio.
Que el reto de este sexenio sea combatir la corrupción, es aplaudible y es lo que esperamos seguramente todos los mexicanos, porque es urgente y necesario. Sin embargo, eso no justifica no buscar a los mexicanos más experimentados y con conocimientos especializados en los retos implícitos en los cargos donde se toman decisiones importantes.
Para evitar abusos hay que seleccionar gente con calidad moral y hoy existen estudios psicométricos de tipo proyectivo que pueden ayudar a evaluar estas características de los candidatos, así como la instrumentación de controles contables con cero tolerancia, usuales en la administración cotidiana de los recursos económicos y los bienes que controla el estado, para evitar corrupción.
“Con el arca abierta, hasta la justo peca”. Por tanto, hay que tener todo resguardado bajo llave y cada vez que se abra el arca, se debe verificar que aún esté lo que debe estar, Esa debe ser la regla.
Con toda seguridad no se ha evaluado el alto costo que tendrán los errores cometidos por desconocimiento o inexperiencia, así como la inevitable curva de aprendizaje, de los nuevos funcionarios.
A PEMEX ya podemos considerarla la primera víctima de este nuevo contexto de incertidumbre y desconfianza entre el sector financiero nacional e internacional. Para remontar tiempos de crisis se requiere de gente experimentada, que genere confianza en el sector financiero.
Desde los tiempos del presidente Miguel de la Madrid, México invirtió en la formación de una generación de brillantes financieros que se desarrollaron en el sector público y se hicieron profesionalmente en las más importantes universidades del mundo. En el sexenio del presidente Zedillo estos tuvieron su prueba de fuego, controlando una crisis mayúscula, como lo fue el llamado error de diciembre, de 1994. Después generaron estabilidad económica durante un largo periodo que abarca hasta estos últimos años.
Todo ese capital humano de alto valor hoy está fuera de las decisiones importantes del país.
Que muchos se volvieron corruptos al paso del tiempo, puede ser, pero seguramente otros tantos, eran rescatables y hoy los necesitamos.
La política salarial del nuevo gobierno seguramente tiene algo que ver con esta ausencia de talento, combinado con experiencia.
Un buen gobierno requiere de rudos y técnicos. Los rudos para controlar la política con eficiencia, a partir del sentido común, la intuición, cercanía con el pueblo y destreza en el manejo del poder y la autoridad para generar paz social. Como contraparte, los técnicos deben hacerse cargo de todo lo que tenga que ver con finanzas y el crecimiento productivo del país, que es el que genera empleos para el combate a la pobreza y además riqueza. Sin embargo, los segundos no están a la vista, pues por sus obras los reconoceríamos.
La importancia de nuestro país en la comunidad internacional es alta y su economía una de las 20 más grandes del mundo. Por ello requiere de los mejores tomadores de decisiones, con especialidad financiera y reconocimiento profesional a su trayectoria.
El presidente hizo un pacto verbal con los empresarios frente a la cúpula organizacional del Consejo Coordinador Empresarial, durante la toma de protesta de su presidente Carlos Salazar Lomelín.
Se comprometió a trabajar junto con este sector para que México alcance un ritmo de crecimiento del 4% y acabar con la pobreza extrema. Sin embargo, esto será una falacia si el país no juega con las reglas globales de esta economía interconectada e interdependiente. Esto significa que México no podrá asumir unilateralmente la actitud prepotente de aceptar solo unas reglas cuando le convenga y desechar las que le son incómodas. El paquete es completo e integral. O jugamos igual que todos, respetando el reglamento, o nos salimos del juego, lo cual sería catastrófico.
Por ello es fundamental que el presidente esté respaldado en todos los ámbitos por un equipo de funcionarios experimentados y con alta preparación académica, que garantice un conocimiento actualizado y de alto nivel, que le asesoren en la toma de las decisiones correctas, siempre con información confiable y conocimiento del contexto.
Improvisar funcionarios de áreas estratégicas significará un retroceso para el país, o quizá la debacle económica.
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