Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo
Académico del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México e Investigador Nacional
· Es necesaria una nueva cultura de reacción rápida para afrontar catástrofes climáticas
· Tornado con intensidad EF4 toma desprevenida a población en Alabama
Imaginemos una comunidad que en un domingo por la tarde celebra reuniones familiares y realiza preparativos rutinarios para iniciar una nueva semana laboral. Repentinamente, la televisión emite avisos de carácter urgente informando que vientos equivalentes a los de un huracán categoría 5 azotarán el área transcurridos diez minutos a partir de la transmisión de la alerta. Este escenario, que parece propio de una película de Hollywood, ocurrió en la realidad el pasado 3 de marzo en el poblado de Beauregard, Alabama, en los Estados Unidos.
El fenómeno, que ocasionó 23 decesos y cuantiosos daños materiales, tomó completamente desprevenida a la población de Beauregard, cuya experiencia previa sobre los tornados resultó contraproducente.
De cada cien tornados que ocurren en los Estados Unidos sólo uno alcanza la categoría 4 en la escala Fujita mejorada (EF4), la cual corresponde a vientos en el intervalo de 270 a 320 kilómetros por hora, y cuya capacidad de daños abarca el lanzar vehículos a manera de proyectiles, y la completa destrucción de edificaciones, incluyendo casas de madera y hormigón.
Durante el 3 de marzo de 2019 fueron reportados un total de seis tornados en la parte central de Alabama. Además del EF4, tres de ellos alcanzaron la categoría EF2, la cual abarca velocidades de vientos de entre 177 y 220 kilómetros por hora, y el resto correspondieron a la categoría EF0 (vientos máximos de 136 km/hora).
La longitud del sendero de destrucción del tornado de Beauregard abarcó 43 kilómetros, la longitud total de su trayectoria (desde su nacimiento a su extinción) fue de un poco más de 100 kilómetros y la velocidad máxima de sus vientos fue de 273 kilómetros por hora. Aunque estos parámetros son atípicos, la frecuencia de este tipo de fenómenos está aumentando, al punto que éstos comienzan a afectar a México.
Es interesante observar que, en mayo de 2007 fue creada la Comisión Interinstitucional para en Análisis de Tornados y Tormentas Severas (CIATTS). De acuerdo a lo que puede encontrarse en el portal electrónico de dicha instancia, los trabajos realizados por la CIATTS mostraron que sólo existe una base de datos incipiente sobre los tornados en México.
De 126 tornados registrados en México en el periodo 2000-2012, únicamente dos fueron clasificados formalmente, uno de ellos fue el ocurrido en Piedras Negras, Coahuila, durante el 2007; éste recibió una calificación de EF3 en la escala Fujita mejorada por parte de los meteorólogos estadounidenses que revisaron los daños en dicha localidad.
La base de datos mencionada tampoco ofrece información sobre la longitud de la trayectoria de los tornados ni de la longitud de la trayectoria de los mismos, por lo que resulta muy difícil realizar estudios sistemáticos sobre el posible incremento de los riesgos asociados a este fenómeno.
Es imperativo consolidar una nueva cultura social que permita enfrentar exitosamente catástrofes climáticas intempestivas, pues éstas serán cada vez más frecuentes como consecuencia del cambio climático. Parte fundamental de esta cultura consiste en generar datos confiables de manera sistemática, realizar análisis de los mismos, difundir de manera clara conclusiones y priorizar la inversión en tecnología para alertar oportunamente a las poblaciones en riesgo. Las consecuencias de ignorar esta realidad son indeseables.
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