Día de Muertos: Cinco aterradoras leyendas mexicanas

EL UNIVERSAL

La cultura mexicana está plagada de este tipo de historias sobre eventos ligados a espíritus, maldiciones, y otros elementos del más allá y qué mejor época que noviembre para recordarlas

La época de Día de Muertos y Halloween viene de la mano de un ambiente de misterio, de lo desconocido e incluso del temor que nos representa lo sobrenatural. Por eso es una temporada ideal para recordar mitos y leyendas que han sobrevivido al paso de los años por estar cargadas de elementos inexplicables que harán dudar hasta al más escéptico.

La cultura mexicana está plagada de este tipo de historias sobre eventos ligados a espíritus, maldiciones, y otros elementos del más allá y qué mejor época que octubre y noviembre para recordarlas.

La leyenda de la Xtabay
Cuenta la leyenda que en un pueblo existían dos hermanas. Una era llamada Xkeban, que significa “pecadora”, porque se entregaba al amor de los hombres, por lo cual el pueblo la juzgaba. Sin embargo, en realidad era piadosa y caritativa pues se encargaba de auxiliar a los mendigos, a los enfermos y a los animales sin esperar nada a cambio.

La otra hermana era llamada Utz-Colel, que significa “mujer buena” y además de ser muy bella era apreciada por todo el pueblo por ser virtuosa. Lo que no sabían era que Utz-Colel no tenía buen corazón pues despreciaba a la gente humilde por considerarlos inferiores a ella y le repugnaban los enfermos.

Un día, los vecinos dejaron de ver salir a Xkeban de su casa. Al encontrarla muerta, les sorprendió que de su cuerpo emanaba un perfume embriagador que se fue apoderando de todo el pueblo. Tras enterrarla, de su tumba brotaron unas bellas flores silvestres llamadas Xtabentun, reflejo del alma piadosa de la mujer a pesar de sus pecados.

Llena de envidia, Utz-Colel se mofó de su hermana pues consideraba que si una mujer pecadora desprendía un aroma tan encantador al morir, cuando ella falleciera, de su cuerpo emanaría un perfume aún más embriagador por ser una mujer tan correcta.

Sin embargo, cuando Utz-Colel murió pasó todo lo contrario. De su cuerpo surgió un hedor tan desagradable que la gente del pueblo lo atribuyó a las malas artes del demonio y aunque llenaron su tumba de numerosas flores, fue imposible deshacerse del terrible olor, el cual era reflejo verdadero del alma de la mujer. Tras enterrarla, en la tumba de Utz-Colel creció un cactus espinoso llamado Tzacam, cuya flor es muy bella pero desprende un olor poco agradable.

Por su envidia y su duro corazón, Utz-Colel nunca entendió que la diferencia entre lo ocurrido con ella y su hermana al morir se debía a sus buenas acciones en vida y llena de cólera se convenció de que todo lo bueno que le había pasado a Xkeban al morir había sido porque sus pecados habían sido por amor.

Fue así que invocó a los malos espíritus para poder regresar al mundo cada vez que quisiera, convertida nuevamente en la Xtabay, una hermosa mujer que enamora a los hombres.

Esperando entre las ceibas, vestida con un huipil blanco y peinando su hermosa cabellera con un trozo de Tzacam erizado de púas, la Xtabay engaña a los hombres con un amor nefasto.

Quien encuentra a la falsa Xtabay y cae ante sus encantos es hombre muerto. Los invita a una caminata, los seduce, y les deja muestra de sus afiladas uñas. Sus presas suelen ser hombres ebrios y lujuriosos a quienes conduce al Xibalbá, el inframundo de los mayas.

La leyenda de Don Juan Manuel
Según la leyenda, Don Juan Manuel era un hombre rico casado con una bellísima mujer. Sin embargo, sufría por no haber tenido hijos. Para aliviar su dolor, volcó su vida a la religión e intentó ingresar al convento de San Francisco.

Para ello, Don Juan mandó traer a su querido sobrino desde España para que le ayudara a cuidar de sus negocios. Cuando le comunicó a su esposa su deseo de convertirse en fraile, ella accedió de buena gana, lo que llenó a Don Juan Manuel de celos enfermizos por pensar que si ella había aceptado sus deseos seguramente sería porque tenía un amante.

Tales eran sus celos que terminó por invocar al diablo y prometió entregarle su alma a cambio de descubrir quién era el amante de su esposa. Por supuesto, el diablo accedió y le dijo que debía salir a las 11 de la noche afuera de su casa y matar al primer hombre que encontrara.

Convencido de que así vengaría su honor, Don Juan Manuel siguió las instrucciones, pero al día siguiente el diablo se le volvió a aparecer diciéndole que aquel a quien había matado era inocente y que debía seguir saliendo a matar al primero que viera a las 11 de la noche hasta encontrar al culpable. Don Juan sabría quién era porque el diablo se aparecería al lado del cadáver del traidor.

Noche tras noche, Don Juan Manuel salía de su casa con una capa negra y esperaba afuera de su casa hasta que pasara un hombre a quien preguntaba:

− Perdone usted, ¿qué horas son?

− Las once.

− ¡Dichoso usted, que sabe la hora de su muerte!

Pasaron las noches con Don Juan Manuel tranquilo por cuidar su honor hasta que ocurrió que una mañana, el cuerpo que recogieron en la calle fue el de su amado sobrino.

Lleno de culpa, Don Juan Manuel le confesó a un franciscano todos sus asesinatos y recibió como penitencia rezar tres noches a la medianoche junto a la hoguera para salvar su alma.

Así lo hizo, pero los demonios lo interrumpían para advertirle sobre su propia muerte. Cuando sólo le faltaba una noche para obtener su salvación, Don Juan Manuel amaneció ahorcado. Cuentan que desde su muerte, una sombra negra se aparece en la entrada de República de Uruguay 90, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, preguntando por la hora.

La mulata de Córdoba
Cerca de 1618, en la Villa de la Córdoba de los Caballeros, vivía una hermosa mujer de la que poco se sabía. Su belleza era tal que todos los hombres suspiraban por ella. Como sus venas tenían sangre negra y española, todos la conocían como la Mulata de Córdoba.

Se contaba que la Mulata de Córdoba sabía de las artes de la medicina, conjuraba tormentas y predecía eclipses y temblores y era capaz de curar enfermedades mortales sólo usando yerbas.

Por eso, la gente afirmaba que la mulata había hecho un pacto con el diablo y que con los poderes que éste le había concedido, era capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo. Todos los rumores contribuyeron a que la Santa Inquisición la persiguiera y una vez apresada, la enviaron a San Juan de Ulúa acusada de brujería y fue condenada a muerte.

Se dice que estando ahí, la Mulata de Córdoba le pidió a un carcelero que le diera un trozo de carbón. Cuando lo tuvo, la bella y misteriosa mujer dibujó con él en los oscuros muros de la celda un barco con grandes velas blancas desplegadas al viento y que estaba a punto de zarpar.

Un día que comenzó una llovizna, la mujer le preguntó al carcelero que la estaba vigilando: “¿Qué crees que le hace falta a mi barco?”. El guardia respondió “¡Que navegue!”. Acto seguido, la Mulata dio un salto a su barco formando parte del dibujo, subió a la nave y desapareció. Al día siguiente encontraron al carcelero con la razón perdida y nadie la volvió a ver a la Mulata de Córdoba.

La leyenda de la mujer herrada
En los años 1600, vivía en la Ciudad de México en la casa número 3 de la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, ahora número 100, un clérigo que no acataba las reglas de la vida eclesiástica, pues vivía con una mujer como si fuera su esposa.

Cerca de ahí se encontraba la Casa del Pujavante, lugar donde ocurrió un suceso sobrenatural que ha sobrevivido en la memoria popular. En dicha casa vivía un antiguo herrero quien era amigo del clérigo en cuestión y quien trató de aconsejarlo en vano y en repetidas ocasiones para que corrigiera su estilo de vida.

Una noche, cuando el herrero dormía, escuchó que llamaban a su puerta con terribles golpes. Asustado y sorprendido por la hora, el herrero abrió la puerta y se encontró con dos negros que conducían una mula y que traían un encargo del clérigo pidiéndole al hombre que le herrara de manera urgente a la mula pues debía partir muy temprano al Santuario de la Virgen de Guadalupe.

Al reconocer la cabalgadura de su amigo, el herrero cumplió con la petición y clavó cuatro herraduras en las cuatro patas del animal. Una vez concluido el encargo, los negros se llevaron al animal dándole crueles y repetidos golpes.

Al día siguiente, el herrero fue a casa del clérigo para saber por qué emprendería el viaje tan temprano, como le habían informado, pero lo encontró todavía dormido en la cama al lado de su mujer.

Al cuestionarlo sobre las acciones, el clérigo le dijo al herrero que él no había mandado a herrar a su mula y que no tenía ningún viaje en puerta.

Tras tratar de entender qué había ocurrido, el clérigo decidió despertar a la mujer pero a pesar de que la llamaban por su nombre, ella no se movía. Cuando el clérigo tocó su cuerpo, notó que estaba frío y rígido, sin respiración: había muerto.

Llenos de espanto, los hombres destaparon a la mujer y se horrorizaron al ver que sus manos y pies tenían las herraduras que el herrero había clavado a la mula la noche anterior. Además, la mujer tenía un freno en la boca y su cuerpo estaba marcado por numerosos golpes.

Cuentan quienes saben que los hechos fueron efecto de la Divina Justicia y que los negros habían sido demonios salidos del infierno que castigaron a la mujer por sus pecados.

La casa embrujada de La Moira
Una leyenda más reciente es aquella de la casa de La Moira. El tenebroso lugar se encuentra en la Ciudad de México, específicamente en la Avenida José Vasconcelos 125, en la colonia San Miguel Chapultepec.

La historia de esta aterradora casa comienza en la década de 1970. Según cuentan, un pequeño niño llamado Marco entró a la vivienda y fue testigo de situaciones paranormales.

Cuando Marco entró a La Moira, encontró a un niño colgado, sujeto de las vigas del techo de una habitación en la planta alta. Lleno de horror, Marco huyó de la casa pero nadie le creyó lo que había visto.

Los años pasaron pero Marco nunca pudo sacar de su mente la terrible imagen y la duda de si realmente había ocurrido lo que creía. Por lo tanto, decidió entrar de nuevo a la casa para comprobar si todo había sido producto de su imaginación o si había sido un hecho real.

Nunca se sabrá qué pasó en los pasillos de La Moira, pero encontraron a Marco ahorcado en el mismo lugar donde contó haber visto al niño muerto. Nunca se encontró una explicación a los terribles eventos.

Desde entonces, los vecinos aseguran que en la casa de La Moira hay manifestaciones paranormales, que se escuchan ruidos extraños al interior del inmueble abandonado y que incluso han podido ver un fantasma que mira a través de la ventana.

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