Héctor A. Gil Müller
Pirro fue un gran general, reinó sobre Epiro trescientos años antes del nacimiento de Cristo, fue apodado el águila y destacó por sus estrategias de batalla, conquistó Macedonia y fue un acérrimo rival al imperio romano. Se obsesionó con triunfar sobre Roma armando un potente ejército para invadirla. Desembarcó en Taranto con sus elefantes y hombres de batalla. El cónsul Valerio Levinio se le enfrentó dando lugar a la batalla en Heraclea, la batalla se prolongó y fue cruenta. El invasor acabó doblegando al ejército más poderoso del mundo, en aquel entonces el mundo era más pequeño obviamente. Los elefantes habían arrasado con los caballos, pero Pirro perdió miles de hombres y a sus mejores generales. Cuenta la historia que tras ese triunfo Pirro exclamó; “Otra victoria así y estoy perdido”. Desde entonces se usa el adjetivo pírrico, para referirnos a un triunfo o una victoria obtenidos con más daño del vencedor que del vencido.
La obsesión por la victoria se expresó por los griegos como “Pothos” un deseo cuyo mismo anhelo conduce al sufrimiento y a la muerte. ¿Cuántas aspiraciones nos pueden llevar a un dolor inacabable? La soberbia y ambición no tiene límite, nos llevan a desear más allá que lo que buscamos. ¿Hasta qué punto lucharemos y qué sacrificaremos por nuestro deseo de triunfo?
El Instituto Nacional Electoral ha emprendido una batalla por asegurar la legalidad de las elecciones, pero en su camino ha tomado decisiones políticas soportadas en elementos legales, esas batallas resultan peligrosas, En Guerrero, un estado dolido por la crisis y lacerado por una fuerte inseguridad, la campaña para ser Gobernador del Senador con licencia Félix Salgado Macedonio concluyó en una cuestión de límites financieros, sobre él pesaron acusaciones de abuso y nepotismo, protestas y filtraciones, pero se vino abajo por no presentar información sobre sus gastos de campaña. Sin embargo, el retiro de su campaña no impide que intente hacerse del poder, la decisión del partido y de él mismo sin duda, es postular a su hija al mismo encargo. Este episodio muy similar al de “Juanito” puesto de moda por el mismo AMLO representa una lucha que va más allá de las instituciones, ¿no será eso algo digno de Pirro? Los partidos políticos que enlistaron en sus filas de candidatos a gente ajena al servicio público pero seductores profesionales de masas que puedan aumentar el porcentaje de votación independientemente de los resultados de una gestión. ¿no es pírrico? Una victoria que debilitaría sería el triunfo absoluto de mayorías por cualquier fuerza política, ¿no le parece?, la gran oportunidad del régimen obradorista estriba también en la oposición que pueda integrar, no solo mediática, sino política, ahí es donde reside la madurez de un sistema. No tener oposición no implica su fortaleza, sino su decadencia.
El gobierno debe construir un futuro de participación y no solo de separación. La concentración de poder, sin oposición constituida no dejó desarrollo, si dejó disciplina (la austeridad como acción es una consecuencia de la disciplina) pero llevó a revoluciones y crisis sociales. Todos los absolutos lesionan la libertad y ocasionan que las emociones que acumulen se proyecten más allá de las razones. Y mal sino tiene cualquier país que abandonándose a la decisión no participa, que no construye un futuro, sino sacia el propio deseo, un deseo capaz de llevar a la derrota.