Un tuit desafortunado

Ricardo Homs

La declaración de Gabriel Quadri a través de un tuit, respecto al rol de los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, en relación al contexto nacional, generó polémica. Evidentemente el modo de parafrasear lastimó la sensibilidad de los gobernantes de esos estados, que incluso lo declararon “persona no grata” en su entidad federativa. Sin embargo, como el mismo Quadri explica, hizo un tuit provocador que puso este tema en el centro del debate.

La realidad es que México tiene una deuda con estos estados, que han sido relegados del desarrollo. Si hacemos un paralelismo, podríamos decir que los países, para evolucionar de modo integral, deben hacerlo como una gran orquesta, en la que si bien siempre habrá genios que marcan protagonismo por su talento, el resto de los músicos por lo menos debe estar en un mismo estándar. Es evidente que esto no sucede en México, pues el país tiene una deuda histórica con estas tres entidades federativas.

Siempre se ha privilegiado a los estados del norte y del centro y se han minimizado las aportaciones del sureste mexicano para la identidad de México.

Chiapas y Oaxaca han aportado una gran riqueza cultural que hoy es parte del patrimonio intangible de nuestro país. En el ámbito federal ha faltado visión para entender que la cultura y las tradiciones populares representan un valioso activo capitalizable en turismo, que puede representar una gran fuente de ingresos proveniente del extranjero, si se enfocan con la estrategia adecuada.

Tomando referencias, podemos decir que con un perfil similar a Chiapas, Costa Rica se ha convertido en uno de los países más evolucionados de Centroamérica. Esta nación posee economía propia, sustentada en tan sólo 51 mil kilómetros cuadrados de superficie y cinco millones de habitantes. Tiene un PIB per cápita calculado en 2017 en casi 18 mil dólares anuales, que referidos a veinte pesos por dólar, nos dan 360 mil pesos de ingreso promedio por persona, que significan 30 mil pesos mensuales.

Mientras tanto, la economía de Chiapas, entidad federativa que tiene una extensión territorial de 73 mil kilómetros cuadrados, que representa casi un 50% más que la superficie total de Costa Rica y posee una población similar en número, de más de cinco millones de habitantes, vemos que en contraste, tiene un PIB per cápita de sólo 9 mil dólares, exactamente la mitad de Costa Rica.

Costa Rica y Chiapas tienen una producción agropecuaria equivalente, empezando por la alta calidad del café de ambos territorios. Papaya Maradol y mango Ataulfo son originarios de este estado mexicano, e incluso, Chiapas posee la denominación de origen de ambos productos. El cacao chiapaneco es de gran calidad. Chiapas es el único lugar de América del Norte, continental, con grandes reservas de ámbar, para la industria de la joyería.

Turísticamente Chiapas tiene algo que no posee Costa Rica y que es una gran riqueza cultural. La aportación de las comunidades indígenas, que desarrollan festividades y tradiciones de gran atractivo para el visitante y una artesanía de mayor calidad, que además está certificada en su autenticidad por el sistema “Marca Chiapas”.

Recuerdo el asombro y entusiasmo de Jonathan Tourtellot, director fundador del Centro de Turismo Sustentable de National Geographic, por la riqueza de lo que descubríamos en un viaje de cuatro días por todo el estado, gracias a un helicóptero que nos permitió conocer ese territorio tan vasto, como parte del proyecto de creación de la Marca Chiapas, en que estábamos participando.

Alguien que conocía casi todo el mundo se maravillaba con Chiapas.

Debiésemos preguntarnos ¿Por qué un territorio menor, con una población similar en número y naturaleza de gran riqueza en biodiversidad igual que la que tiene Chiapas, ha dado origen a un país sólido y soberano y en contraste Chiapas, con el respaldo de un país rico y con una economía poderosa, vive en la marginación y un alto porcentaje de población en pobreza?. La respuesta podría ser: por falta de visión del gobierno central.

Una visión de futuro y la utilización profesional del marketing han impulsado a Costa Rica.

Oaxaca es un caso similar. Una gran riqueza cultural. Una naturaleza pródiga y hermosas playas. Desde siempre, este Estado ha sido cuna de grandes artistas, en toda la extensión de la palabra, principalmente pintores y músicos, reconocidos incluso en el extranjero. Sus tradiciones autóctonas tienen gran reconocimiento internacional. El mezcal, aunque se produce regionalmente, el de Oaxaca es de mayor reconocimiento y paso a paso le roba mercado al tequila. Sus quesos tradicionales son muy valorados. Los alebrijes, originarios de Oaxaca, están de moda.

¿Qué sucede?… Pocos estados de México tienen esta gran riqueza y sin embargo, estos concentran comunidades de las más pobres del país.

La gente de ambos estados no sólo es industriosa, sino talentosa. Una zona que puede ofrecer mano de obra calificada, grandes técnicos y también científicos en potencia, si tuviesen oportunidades.

La realidad de Guerrero es otra, pues ha vivido un descuido político que ha permitido que la delincuencia organizada tome control de la vida cotidiana. No olvidemos que antes de la conformación de la Riviera Maya, Acapulco fue el ícono turístico de México. En los años cincuenta y sesenta se convirtió en el lugar preferido del jet set mundial y de las grandes estrellas del cine de Hollywood y Europa, que lo escogían para descansar y veranear. Las playas guerrerenses fueron una gran leyenda que dejamos extinguir. Taxco fue la capital mundial de la plata.

El descuido gubernamental no tiene justificación y debido a la delincuencia, Acapulco hoy no es ni la sombra de lo que fue.

El descuido que ha sufrido esta región del país, poseedora de gran riqueza agropecuaria, turística y cultural, genera un compromiso de todo México con esta zona sureña.

Seguir dando dádivas disfrazadas de programas sociales es una ofensa, cuando lo que necesitan son oportunidades para desarrollarse de modo sustentable.

Mientras los guerrerenses necesitan urgentemente un gran proyecto para dar seguridad a este estado y así recuperar su esplendor, los chiapanecos y oaxaqueños merecen grandes oportunidades para desarrollar la productividad y mejorar su calidad de vida.

Llevar a Chiapas y Oaxaca desarrollo y educación similar a la que recibimos el resto de los mexicanos, es un compromiso. Debemos integrarlos al desarrollo y ellos seguramente, por el orgullo que sienten por sus raíces y tradiciones, se encargarán de preservar los testimonios de su cultura indígena, por convencimiento, no por imposición de políticas indigenistas desarrolladas por políticos desde el centro del país, que lo único que provocan es segregación, marginación y pobreza.

No más dádivas, ni política asistencialista y sí oportunidades productivas.

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