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Tres semanas después de que una explosión de enorme magnitud arrasara el puerto de Beirut y los barrios aledaños, el daño físico y psicológico es devastador.
Al menos 180 personas perdieron la vida en la explosión del 4 de agosto; otras tantas están desaparecidas o no han podido ser identificadas. Más de 6.000 sufrieron heridas, y centenares continúan hospitalizadas.
“No todas las heridas son visibles, ni las de las personas ni las de una ciudad tan querida. Además de las horrendas lesiones físicas que se tratan en los hospitales, es posible que la población sufra cicatrices profundas, ocultas, a menos que se atiendan también las consecuencias psicológicas de esta catástrofe. El apoyo en salud mental es una parte vital de la respuesta médica”, dijo Marco Baldan, cirujano del Comité Internacional de la Cruz Roja en Líbano, que ayudó a coordinar la respuesta de emergencia.
Los relatos del sufrimiento causado por la explosión son horrorosos. Algunas personas vieron a familiares morir delante de ellas, mientras que otras siguen buscando a parientes desaparecidos. Otras vieron cómo, en cuestión de segundos, se derrumbaban sus viviendas y quedaban destruidas sus pertenencias de toda una vida. Adultos y niños que sufrieron heridas permanentes intentan a duras penas adaptarse a su nueva realidad; también hay personas que sienten culpa por haber sobrevivido o no haber podido salvar a nadie después del estallido.
“El impacto en la población ha sido tremendo. Una mujer siria que perdió contacto con su único hijo que sobrevivió a la explosión se comunicó con nuestra línea de atención telefónica. Estaba abrumada por el dolor y necesitaba ayuda urgente”, dijo Isabel Rivera Marmolejo, delegada de Salud Mental del CICR en Líbano.
“Incluso las personas que aparentemente salieron ilesas o lograron escapar con heridas menores sienten profunda pérdida y angustia. Es una reacción muy normal ante un hecho tan perturbador, y no tienen por qué lidiar solas con ese sentimiento. Podemos ofrecerles apoyo”, continuó.
Los residentes de uno de los barrios más afectados de la ciudad se manifestaron estupefactos ante lo que sucedió y expresaron temores por el futuro, al hablar con el CICR.
“No podemos procesarlo”, dijo Rodrigue Makhlouf, residente del barrio Karantina, cerca del puerto. “En Líbano, hemos vivido muchos incidentes y explosiones, pero esta es la primera vez que nos sentimos inseguros.”
“Mi hija sufrió heridas en el rostro y en los oídos. Seguía gritando el día después de la explosión”, dijo Elie Al Chayeb. “¿Cómo harán los niños para superar el recuerdo de lo que sucedió?”
La explosión ocurrió cuando Líbano ya se encontraba en condiciones sumamente frágiles, luego de meses de luchar contra la pandemia de coronavirus en medio de una crisis económica cada vez más profunda. La pérdida de trabajos, empresas y ahorros ha afectado gravemente la salud mental en los últimos diez meses, y han aumentado los síntomas de depresión, como pensamientos suicidas y desesperanza.
“Cuando comenzó la pandemia, las medidas para contener el coronavirus, como el confinamiento y los toques de queda, repercutieron en los mecanismos de afrontamiento tradicionales de las personas, como las reuniones sociales y los encuentros con amigos para compartir preocupaciones y frustraciones. Ahora, la explosión ha acentuado todo ese sufrimiento”, dijo Isabel Rivera Marmolejo.
La situación es particularmente difícil para algunos de los grupos más vulnerables de Líbano, incluido el millón y medio de refugiados sirios. A muchos de ellos, la explosión les ha recordado trágicamente el conflicto y la inestabilidad de la que huyeron, y sufren ahora “flashbacks”, pesadillas y ansiedad.
“Mi hijo necesita apoyo en salud mental. No puede dormir porque se le vienen a la mente todos los recuerdos de la guerra en Siria. Tiene ataques de ansiedad todas las noches y tiembla de miedo”, relató al equipo del CICR una refugiada siria que no quiso revelar su nombre.
Otro grupo vulnerable son las trabajadoras domésticas extranjeras, muchas de las cuales han quedado sin casa y sin trabajo, y no pueden acceder a la ayuda que necesitan en su propio idioma. Las familias de bajos ingresos también corren el riesgo de no recibir los servicios psicosociales y de salud mental que necesitan, ya que son prohibitivamente costosos en muchos de los hospitales privados de Líbano.
“Son muchas las razones por las que las personas podrían no recibir la ayuda que necesitan ahora; por ejemplo, la imposibilidad de acceder a los servicios o de costearlos, las barreras lingüísticas o el estigma social asociado a admitir que necesitan hablar con alguien”, dijo Isabel Rivera Marmolejo.
“Queremos ayudar en la mayor medida posible a que todas las personas den el primer paso hacia el apoyo que necesitan. Pueden llamarnos al número 70 34 16 75; nuestros servicios en Beirut y Trípoli son gratuitos. Sepan que no tienen por qué lidiar solas con toda esta situación.
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