Ricardo Homs
La reforma judicial se aprobó en el Senado sobre las cenizas de la autoridad moral de quienes la impulsaron, pues para lograr la mayoría calificada recurrieron a prácticas inmorales, entre las cuales está la extorsión sobre algunos legisladores, según denuncian los partidos de oposición.
Lo que plantearon los morenistas de la 4T como su objetivo, -o sea a combatir la manipulación de la justicia, ejercida por la mafia del poder-, fue precisamente el instrumento con el que lograron sumar los votos para aprobar esta reforma, convirtiéndose así, -la bancada de Morena en el Senado-, en la nueva mafia del poder nacional.
A final de cuentas el objetivo de esta reforma no es “moralizar la justicia”, -como lo proclama la 4T-, sino concentrar el poder absoluto.
México está de luto, pero la gran mayoría de los mexicanos aún no lo sabe, porque tardarán en descubrirlo.
El 11 de septiembre lo recordaremos en el futuro como el día en que se destrozaron los pilares simbólicos sobre los que se soportaba nuestra democracia. Irónicamente, mientras el pueblo estadunidense cada año en esta fecha rememora y llora a sus muertos en los avionazos que destruyeron las Torres Gemelas, los mexicanos lloraremos la pérdida de la democracia que irresponsablemente no supimos defender, al no proteger la independencia del Poder Judicial.
El acoso sobre los senadores de la oposición fue el eje de la negociación: o la compra del voto faltante, o entonces la oferta de desaparecer carpetas de investigación a cambio del apoyo a la reforma judicial, según denunciaron las bancadas del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano, -MC-, en el Senado.
Podemos resumir esta hecatombe en una reflexión: las implicaciones futuras de la aprobación de la reforma judicial nos ponen en evidencia algo inédito en la historia de México: la consolidación de un partido, -MORENA-, como el nuevo poder fáctico que con su mayoría legislativa tendrá la capacidad de cambiar leyes a su antojo, controlando además al nuevo Poder Judicial, al cual subordinará a partir de los nombramientos de los nuevos funcionarios, lo cual no logró el PRI en los momentos de esplendor de su poder hegemónico.
El PRI en sus tiempos de esplendor por lo menos escuchaba a la oposición y negociaba. En cambio, hoy la soberbia de quien no está dispuesto a cambial ni una coma, es la identidad de quienes gobiernan.
Es evidente que la elección de los nuevos jueces, magistrados y ministros de la SCJN no estará en manos de la ciudadanía, pues será humanamente imposible que cada elector tenga la capacidad de llenar en unos cuantos minutos las boletas para elegir a quienes ocuparán esos cargos.
Por tanto, será MORENA quien impondrá a gente afín a su movimiento político e ideológico.
De este modo, -en la práctica cotidiana-, ya no podremos considerar que operarán independientemente los Tres Poderes de la Unión que define nuestra Constitución, y que son el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, sino dos, el Ejecutivo por una parte y el Legislativo, que tendrá dominado al Judicial, al cual someterá siempre con la amenaza de imponer juicio político para el juez, magistrado o ministro de la SCJN que contravenga u obstaculice los intereses de la 4T.
Esta es la nueva cultura política que la 4T ya ha estado exhibiendo y evidenciando durante estos seis años.
Evidentemente, al legislativo, -y por derivación al judicial-, se les controlará a través del partido mayoritario en el Congreso, -o sea MORENA-, que a su vez tendrá como figura protagónica a Andrés Manuel López Beltrán, desde el cargo que el partido MORENA le asigne en su renovación de cuadros.
Es más, Félix Salgado Macedonio ya lanzó a López Beltrán como el candidato natural para la elección presidencial del 2030.
Desde esta óptica aquí expuesta, usted lector podrá deducir bajo su cuenta y riesgo: ¿dónde estarán los centros de poder de este país durante los próximos años?
Definitivamente, un superpoder, -como lo será desde ahora el Poder Legislativo controlando a su vez al Poder Judicial-, será en este sexenio un contrapeso para el Poder Ejecutivo, al cual tratará de acotar en sus decisiones operativas.
Por tanto, quien controle a los poderes Legislativo y Judicial, -constituido para efectos operativos como uno solo-, impondrá las directrices que guiarán al país. La lucha por el control de este superpoder fáctico es el escenario que se avecina. ¿Quién triunfará?
Definitivamente este no será un simple cambio de sexenio, -como hasta hoy lo conocemos-, sino un cambio de régimen y de modelo político.
El tiempo nos dará las respuestas.
INCOGNITAS
Al presionar judicialmente en Campeche al padre del senador Daniel Barreda, de Movimiento Ciudadano, -precisamente un día antes de la votación-, se logró obligar al legislador a dejar de participar en las reuniones de su partido para trasladarse a su estado de origen para apoyar a su padre. Más sabían de su paradero Fernández Noroña y Adán Augusto López, -coordinador de la bancada de MORENA en el Senado-, el día de la votación, que los dirigentes de su propio partido. Surrealismo político. ¿Qué sucedió en este caso?… es una incógnita.
¿CUAL PUEBLO?
Si el índice total de votación en las pasadas elecciones fue del 61%, -o sea que votaron 60 millones 115 mil mexicanos-, y si de ese porcentaje MORENA y aliados sólo tuvieron el 59.36 % de los votos, -que equivalen a 35 millones 684 mil votos-, de un gran total de 98 millones de mexicanos inscritos en el padrón electoral y con credencial para votar, significa que quienes votaron por MORENA y aliados simplificadamente representan solamente a uno de cada tres mexicanos.
Esto significa que casi dos de cada tres mexicanos no son afines a la 4T, o por lo menos no lo manifestaron en las urnas el día de la pasada elección. ¿A cuál pueblo representa MORENA?
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