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Los múltiples avances conseguidos en los indicadores de desarrollo humano no implican necesariamente una mayor sensación de seguridad, incluso en los países más ricos, según destaca un nuevo informe publicado este martes por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
El nuevo estudio aporta nuevos datos y análisis que demuestran que la sensación de protección de la población se encuentra por debajo del mínimo en casi todos los países. Las naciones con algunos de los niveles más elevados de salud, riqueza y educación muestran un mayor grado de ansiedad que hace diez años.
Los datos recogidos en el análisis muestran la necesidad de actuar de inmediato, ya que por segundo año consecutivo indican un descenso en la esperanza de vida a nivel mundial debido a la COVID-19 y a un empeoramiento de todos los parámetros de medición del desarrollo humano.
A este factor, hay añadirle la grave amenaza que representa el cambio climático. Aunque se produzca una moderada reducción de las emisiones contaminantes, los cambios de temperatura podrían ocasionar la muerte de 40 millones de personas de aquí a fin de siglo.
Para tratar esta disociación, el informe llama “a reforzar la solidaridad internacional y a elaborar un nuevo enfoque de desarrollo que permita a las personas vivir sin carencias, miedo, ansiedad e indignidad”.
El administrador del Programa de la ONU, Achim Steiner, destacó que la mayoría de las personas tienen una sensación de preocupación por el futuro, una impresión que se ha visto agravada con la aparición de la COVID-19.
“En nuestro afán desenfrenado por el crecimiento económico seguimos destruyendo nuestro entorno natural mientras aumentan las desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos”, destacó.
Steiner añadió que ha llegado el momento “de prestar atención a las señales que emiten las sociedades que sufren un estrés inmenso y redefinir el verdadero significado de progreso. Necesitamos un modelo de desarrollo adecuado para este objetivo que esté construido alrededor de la protección y la restauración de nuestro planeta, y que ofrezca nuevas oportunidades sostenibles para todos”.
Reforzar la solidaridad global para alcanzar la seguridad común
El informe analiza una serie de amenazas que han ido adquiriendo mayor prominencia en los últimos años, como las relacionadas con las tecnologías digitales, las desigualdades, los conflictos, y la capacidad de los sistemas de salud para enfrentar los nuevos retos, como la pandemia de la COVID-19.
Según los autores del estudio, la lucha contra estas amenazas exigirá que los responsables políticos las aborden conjuntamente considerando los principios de protección, empoderamiento, y solidaridad de manera que se creen sinergias, y no contradicciones, entre la seguridad de las personas, la salud del planeta, y el desarrollo humano. Esto significa que las soluciones de un problema no deben ocasionar el exacerbamiento de otros.
“Uno de los aspectos fundamentales de acción práctica destacados en el informe apunta a fortalecer un sentido de solidaridad global a partir de la idea de seguridad común. Esta idea asume la noción de que la seguridad de una comunidad depende la seguridad de las comunidades adyacentes. Esto se observa claramente con la pandemia actual: los países se ven en gran medida impotentes para prevenir la propagación transfronteriza de las nuevas mutaciones”, explicó la secretaria general adjunta de las Naciones Unidas, Asako Okai.