Por María Beatriz Muñoz Ruiz
Esta noche he descubierto el por qué empatizaba más con Grey que con ella en la película Cincuenta sombras de Grey, la única razón que llegaba a mis entendederas del por qué ella se dejaba pegar era que él estaba podrido de dinero. Sin embargo, entendía el placer de dominar y tener el control, por ese motivo siempre me gustó más el primer libro, los demás me parecieron aburridos. Aún recuerdo la expresión de mi marido cuando salimos del cine y dije “en el libro le pegaba más y más fuerte, que decepción”, menos mal que mi marido está acostumbrado a esos comentarios, porque otro habría salido corriendo.
Después de aquella película todos probamos algo, venga, confesadlo, claro que, seguro que después no había mansiones de lujo ni helicópteros, así que creo que para muchas mujeres fue una gran decepción, bueno, para mí no, yo ya sabía perfectamente lo que me gustaba y lo que no, y a mí me hubiera gustado estar en el papel de Grey, no me gusta nada perder el control sobre la situación, un ejemplo de ello es que amo la naturaleza pero no voy a hacer rutas de esas organizadas porque sé que la naturaleza es impredecible, eso y que odio las alturas, los mosquitos y esa típica frase de “no va a pasar nada, lo hace mucha gente”, pues sí, lo hace mucha gente, igual que comer y algunos se atragantan y mueren.
Bueno, no nos desviemos del tema, esta noche, y después de haber visto la última temporada de La casa de papel, que, por cierto, ha sido una genialidad, he dado en Netflix con una serie que me ha llamado la atención, se llama Bonding, esta serie cuenta la vida de una chica que estudia psicología y que trabaja como dominatrix.
¿No sabéis que es?; Según la Wikipedia, es una mujer que adopta el papel dominante en las prácticas sexuales de bondage, disciplina, dominación y sumisión o sadomasoquismo. Las dominatrixes profesionales no suelen involucrarse sexualmente con sus clientes, ya que, si no, podría considerarse prostitución.
A ver, no me digáis que ninguna ha fantaseado nunca con ser Catwoman e ir embutida en cuero negro pegando latigazos, y tampoco me puedo creer que ningún hombre de los que esté leyendo este artículo, no ha imaginado como sería ser el sumiso de esa Catwoman de botas de cuero altas.
¿Estáis sentados leyendo? Ahora imaginad que llega esa Catwoman o dominatrix y da un latigazo en el suelo cerca de vosotros, os cubre los ojos y os ata fuertemente a la silla con una cuerda roja y un nudo que ejerce tal presión sobre vuestras muñecas que hace que vuestra respiración se acelere, todos vuestros sentidos están raptados por aquella mujer, y lo único que se os permite es oler su salvaje perfume, y.… ya lo que cada uno quiera experimentar es cosa suya, que yo no soy quién para meterme en vuestras fantasías.
Mucha gente seguro que no lo entiende, pero, por esa sencilla razón los maridos no acuden a sus mujeres para cumplir estas fantasías, porque no desean espantar a nadie con sus fetichismos raros.
También me gustaría explicar que entre el placer y el dolor existe una muy delgada línea que a más gente de la que pensáis excita.
Pero, quietas, chicas, no salgáis corriendo a comprar un traje de cuero y un látigo, porque para ser dominatrix tenéis que tener a un hombre que desee desempeñar el papel de sumiso, ¿Qué cómo lo averiguáis? Bueno, pues quizás como lo hice yo cuando una amiga me regaló una fusta para mi cumpleaños, llegué toda feliz hasta que descubrí que mi marido pensaba que era para usarla él, entonces es cuando llega el momento de coger tu fusta, decirle que el juguetito es tuyo y que si alguien la usa eres tú. Así que ahí sigue mi fusta guardada con la esperanza de que alguna vez cambie de idea, que lo dudo.
Lo que no dudo es de que esta serie me ha parecido bastante divertida, entretenida, no apta para adolescentes, por supuesto, pero sí apta para mujeres a las que las cincuenta sombras de Grey no la convencieron del todo.