¿Estamos listos para que los niños regresen a la escuela?

Staff/Rossi

La crisis desatada por la pandemia expuso los problemas estructurales en nuestro sistema educativo, y hoy en día no existe una estrategia clara para enfrentar los retos del nuevo contexto.

De acuerdo con las recomendaciones internacionales, para abrir las instituciones educativas y regresar a clases presenciales es necesario

  • Asegurar el distanciamiento social
  • Mantener las escuelas limpias y desinfectadas
  • Asegurar acceso a sitios de lavado de manos

¿Cómo lograrán esto las escuelas mexicanas? Somos el país con el mayor número de alumnos (45) por aula en América Latina, al mismo nivel que Honduras. En todo 2020 y lo que va de 2021, no hubo un programa extraordinario de construcción o adaptación de las instalaciones que permitan que los alumnos se mantengan en sana distancia.

Incluso el presupuesto planeado para infraestructura educativa en 2021 ascendió a 240 millones de pesos (mdp), esto es 79 % menos que el año anterior.

Además, 31.6% de los planteles de nivel básico y 21.2% de los de nivel medio superior no tienen infraestructura de lavado de manos; peor aún, 27% de las escuelas de educación básica y 22.8% de las de nivel medio superior no tienen agua potable. Atender esta necesidad elemental tendría un costo aproximado de 10 mil 376 mdp.

Por otro lado, más de un año de confinamiento y clases remotas ha tenido un impacto negativo en la educación de la mayoría de los menores de edad. En nuestro país 43.6% de los hogares no cuentan con acceso a internet y 55.7% no cuentan con una computadora.

Además de la brecha digital, para muchos estudiantes el contexto es aún más adverso pues no sólo no cuentan con la tecnología estudiar, sino que tampoco están bajo la supervisión de un adulto, ya que 40% vive con padres que trabajan en la informalidad y no pueden “quedarse en casa”.

Al menos 738 mil estudiantes no pudieron concluir el ciclo escolar 2019-2020 y 5.3 millones no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021, de los cuales 2.3 millones desertaron por razones económicas directamente relacionadas con la Covid-19.

Y aún para quienes pudieron continuar sus estudios, el futuro no es mucho más alentador. Se estima que cuando se incorporen al mercado laboral, los estudiantes que hayan cursado hasta nivel medio superior afectados por el cierre de escuelas, tendrán pérdidas salariales en promedio de 5% del total de sus ingresos.

Los efectos de la crisis sanitaria y económica en la educación serán más evidentes en el mediano y largo plazo. Una de las principales consecuencias de la suspensión de clases presenciales es la interrupción, desaceleración y pérdida de aprendizaje, así como la limitación en la adquisición de conocimientos y habilidades en la educación básica.

Se estima que, posterior al cierre de escuelas causado por emergencias sanitarias, las y los jóvenes de entre 14 y 17 años mostraron logros educativos reducidos en comparación con estudiantes de generaciones anteriores. Mientras que las proyecciones globales más recientes prevén que se perderán casi 0.6 años de escolaridad debido al cierre de escuelas.

Además, se estima que para 2020 se obtenga un puntaje de 481 en promedio para alumnos de 6° de primaria en la prueba PLANEA (Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes); es decir, 24 puntos menos de los que se esperaría obtener en ausencia de la Covid-19.

Para 2021 el gasto en educación representa 3.4% del PIB, a pesar de que la Ley General de Educación establece un porcentaje mínimo de 8%. Del total de recursos presupuestados para educación en 2021, 98.1% es para gasto corriente, como el pago de nómina y otros servicios; 1.8% será destinado a gasto de capital diferente de obra pública; es decir, a la adquisición, alquiler y mantenimiento de bienes inmuebles; 0.04% estará destinado a gasto de obra pública, que se refiere a la construcción y edificación de espacios educativos; y 0.02% a gasto corriente por concepto de gastos indirectos de programas de subsidios.

Los retos son grandes, pero aún estamos a tiempo de construir las políticas públicas que atiendan estas y otras necesidades urgentes de la población. Si quieres saber más consulta el reporte La vacuna contra la desigualdad.

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