Ricardo Homs
La primera guerra mundial inició en 1914 a partir del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del imperio austrohúngaro, en Sarajevo, Bosnia.
A su vez, la segunda guerra mundial se derivó de la invasión de Polonia el primero de septiembre de 1939 por parte de Adolf Hitler.
Las grandes confrontaciones mundiales nacen a consecuencia de un agravio de alto significado por parte de quien lo recibe.
Por ello, el atentado que costó la vida del general iraní Qasem Soleimani el tres de enero pasado, ha sido considerado por el mundo musulmán como una provocación norteamericana de gran significación por el alto rango militar que tenía este general en su país.
Sin embargo, lo más preocupante es que estas escaramuzas pueden llevar a represalias consistentes en ataques terroristas en cualquier parte del mundo por parte de grupos fundamentalistas islámicos, donde podría morir mucha gente inocente.
Los conflictos bélicos derivados de intereses comerciales o políticos generalmente tienen una lógica previsible, un contexto racional de poder y la búsqueda de sumisión por parte del enemigo.
Sin embargo, cada vez que a lo largo de la historia de la humanidad ha habido componentes religiosos, étnicos y culturales, la violencia se sale de control y adquiere un sentido emocional. Por ello la confrontación se vuelve emocional e impredecible.
En el caso de Irán, la presencia religiosa en las decisiones políticas es determinante. El actual gobierno de la República Islámica de Irán se deriva de la revolución de 1979 que derrocó al Sha Mohammad Reza Pahlevi.
De un sistema monárquico se pasó a una república liderada por un líder religioso, el ayatolá Ruhollah Jomeini, ya fallecido, quien ejerció el gobierno con una visión religiosa fundamentalista y radical, mezclando de este modo política y religión.
En la historia universal tiene gran simbolismo el conflicto ente el Islam y occidente, periodo denominado “las cruzadas”, comprendido entre los años 1096 y 1291, durante la “edad media”. Este movimiento bélico fue emprendido por varios monarcas europeos y liderado por el Papa. El antagonismo entre el mundo cristiano y el Islam tiene fuertes raíces, acentuadas siempre por grupos radicales.
Si bien el Islam está conformado por muchas naciones respetuosas de las otras religiones que se practican alrededor del mundo y su esencia es pacifista, los grupos radicales que ejercen terrorismo no responden a la lógica racional y por ello son capaces de ejecutar acciones violentas que implican incluso el sacrificio del terrorista, como sucedió en el ataque a las torres gemelas de Nueva York, perpetradas por militantes que sacrificaron su propia vida motivados por el objetivo de dañar al país enemigo.
Es necesario considerar que estamos viviendo tiempos violentos. Sin embargo, los mexicanos siempre nos hemos sentido protegidos de confrontaciones bélicas por la tradición diplomática nacional que privilegia la concordia con los países del exterior.
Pero aun así, a pesar de nuestras buenas intenciones como país, debemos considerar que nuestra larga frontera con Estados Unidos nos compromete, al margen de nuestra política exterior conciliadora.
El desorden migratorio de los últimos tiempos ha abierto la puerta de nuestro territorio no sólo para ciudadanos centro y sudamericanos, sino también para personas de otros continentes que seleccionan a nuestro país por su ubicación geográfica y por su falta de control, pensando que esto les facilita ingresar a Estados Unidos, incluyendo en este fenómeno social a migrantes orientales.
La lógica nos indica que como país corremos el riesgo de ser utilizados como trampolín para que ingresen a Estados Unidos grupos terroristas islámicos, lo cual nos comprometería y generaría fricciones con este país vecino. Por tanto, es urgente considerar este escenario y aplicar medidas de protección.
México debe estar atento al conflicto entre Estados Unidos e Irán y tomar sus precauciones.