Roberto Desachy Severino
La doctora María Alicia Díaz y Orea, coordinadora de la Academia de Inmunología de la Facultad de Medicina de la BUAP, ha trabajado por años con pacientes con cáncer gástrico. Su investigación ha logrado resultados que permiten diagnosticar oportunamente este padecimiento y aportar para su tratamiento.
El contacto directo que ha tenido con estos pacientes le ha enseñado que la sintomatología que experimentan: acidez, gastritis, indigestión, vómito, debilidad y dolor abdominal, muchas veces la confunden con otros malestares que restan tiempo valioso a la posibilidad de salvar su vida.
Actualmente, más del 65 por ciento de los pacientes con cáncer gástrico acuden a revisión cuando la enfermedad está avanzada o con metástasis. De aquí la pertinencia de sus resultados, entre ellos, el desarrollo de un anticuerpo monoclonal muy específico, que detecta en estadios tempranos el cáncer gástrico difuso, pero sobre todo abre las puertas para un tratamiento, ya que en pruebas con animales de laboratorio se logró la reducción de tumores hasta un 50 por ciento.
“Trabajamos por un anticuerpo monoclonal que pueda utilizarse para el diagnóstico y tratamiento. Ya lo tenemos, fue probado in vitro e in vivo en ratones. Los resultados son que al inyectarles el anticuerpo se reduce el tamaño del tumor un 50 por ciento en 60 días. Nos falta la experimentación en humanos, pero hacia allá orientamos el alcance de este trabajo”, afirma entusiasta Díaz y Orea, quien también es jefa del Departamento de Inmunología Experimental de la Facultad de Medicina de esta Universidad.
Cómo destruir una célula tumoral
Con su trabajo, la doctora Díaz y Orea propone que a partir de un antígeno de superficie de la célula tumoral, conocido como célula de anillo de cáncer gástrico difuso, se pueda preparar un anticuerpo monoclonal, que sería mucho más específico que el policlonal para detectar este tipo de cáncer, pero también para combatir este padecimiento.
El anticuerpo encontrado por la investigadora de la BUAP induce una citotoxicidad celular que destruye la célula tumoral, partiendo del proceso inmunológico que se genera cuando un anticuerpo reconoce a los antígenos de superficie de la célula tumoral y se adhieren a ellas para inducir la destrucción del tumor.
Para entender este proceso, la doctora Díaz y Orea explica que en la membrana de la célula tumoral se encuentra el antígeno y es ahí donde llega el anticuerpo para adherirse.
“Cuando llega la célula NK (Natural Killer, “asesinas naturales” en español), lo reconoce por medio de su receptor de activación, se pega y dispara gran cantidad de gránulos que contienen proteínas llamadas perforinas y granzimas, originando un orificio en la membrana y destruyendo la célula tumoral”.
Como ejemplo de este proceso, mencionó que las células parecen un multifamiliar con muchas antenas y al poner en contacto su anticuerpo (en forma de Y) este se pega y cuando llega la célula NK actúa sobre la célula tumoral.
“Nuestro anticuerpo activa la célula NK e induce la citotoxicidad celular. Ya hicimos pruebas en ratones y logramos disminuir el tamaño del tumor”.
La investigadora advierte que la destrucción de la célula tumoral también se puede apoyar de la radiación, que sumada a la citotoxicidad, daría resultados mucho más efectivos.
Cáncer gástrico difuso
En su laboratorio, la investigadora obtuvo en un inicio de su investigación un antígeno que purificó para conseguir un anticuerpo policlonal que probó en las biopsias de los pacientes con cáncer gástrico difuso y cáncer gástrico intestinal.
Lo que observó fue que este anticuerpo era específico para detectar antígenos de superficie de células tumorales de cáncer gástrico difuso. Con estas muestras de tumores, la investigadora realizó un cultivo para obtener las células tumorales y así observar los antígenos que liberaban.
Hay que recordar que todas las células liberan proteínas, pero en el caso de las tumorales, estas emiten las que se conocen como antígenos.
“Hicimos pruebas con las proteínas y así encontramos la CGA5, con ella obtuvimos el antígeno que purificamos para inmunizar a un conejo y generar el anticuerpo contra este antígeno. Esto se probó y permitió detectar que induce una respuesta inmunológica muy activa”.
La doctora Díaz y Orea aclaró que este antígeno sí detecta el cáncer gástrico difuso, pero no el cáncer gástrico intestinal. Aseguró que de acuerdo con mediciones que realizan en su laboratorio, en Puebla existe un porcentaje más elevado del gástrico difuso, en una proporción de 80 pacientes por cada siete con gástrico intestinal, afectando en mayor medida a la población femenina.
La mayoría de los tumores malignos de estómago se originan de las células glandulares de la capa que reviste al estómago y son llamados adenocarcinomas. El cáncer gástrico difuso es de los más agresivos: es un adenocarcinoma y se difunde en toda la pared del estómago.
Al finalizar, la académica, a quien le apasiona el estudio de anticuerpos y la búsqueda de marcadores moleculares mediante el análisis de antígenos de secreción y excreción de las células tumorales, afirma contundente: “Yo sé que sí podemos ayudar a los pacientes”.
Respaldada por su equipo de investigación y por la Universidad, su laboratorio se constituye como un espacio donde el sentido humano y el conocimiento generan resultados en beneficio de la salud de la población.
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