Héctor A. Gil Müller
Según la usanza arraigada en nuestra cultura, toda lápida o urna mortuoria incluye un par de fechas. Entre la fecha de nacimiento, que no fue pedida y la fecha de muerte que no fue querida, está un breve y minúsculo guión. Ahí, en ese guión, se encierran todas las aventuras y desventuras de la vida. En ese guion están los éxitos y los fracasos, las pertenencias y los desprendimientos. Todas las deudas y créditos. Tiempos en los que fuimos deudores y tiempos en los que fuimos acreedores. Pareciera insignificante, pero así es de objetiva la vida. Al final solo cuenta el balance. La vida no son minutos son momentos y vivir con la pesada losa de otro tiempo que no es el de ese guion es innecesario.
No podemos ser presas ni del pasado, ni del futuro. Andar con otro tiempo a cuestas es perder.
Una hipoteca es el derecho que grava bienes inmuebles para garantizar el cumplimiento de una obligación o el pago de una deuda. Resulta la palanca más utilizada para hacerse de una vivienda. Como todo crédito pueden ser un duro lastre o una oportunidad de crecimiento. Las hipotecas en México, al 2021 suman 1,210,000 créditos. La cartera vencida de estos créditos para la banca comercial apenas representa un 3.5% del total mientras que el INFONAVIT tiene un 17.4%. En el 2022, en plena pandemia, se autorizaron 472 mil millones en créditos hipotecarios. Esa cifra se dividió con un 57% de créditos a cargo de la banca comercial, 35% por INFONAVIT y 8% por FOVISSSTE. El crecimiento en el uso de créditos hipotecarios ha sido significativo, al último año se ha registrado un incremento en un 34%.
Pero hay hipotecas aún más pesadas. Aquellas que se otorgan en el banco de la vida y no implica recursos materiales, sino emocionales. Las vivimos sintiendo y pensando que alguien nos debe el honor no recibido, el cariño no expresado o el futuro no entregado. Cuando la política se hipoteca y no solo para obtener concesiones o favores. Sino para pervertir emociones la consecuencia es una dura carga. No hay paz ni mucho menos libertad. Los compromisos se sellan, pero son deudas que deben pagarse. Abandonemos la hipoteca emocional en la que solo entregan emociones en la campaña. Ya sé cómo quiero el futuro. Dime cómo lo vamos a lograr.
El crédito es bueno cuando apalanca, no lo es cuando apresa. Cuando las deudas emocionales honran son buenas, pero cuando encarcelan debilitan. No siempre necesitamos lo mismo que usamos para salir de algo para conquistar nuevamente. La vida es cambio, y la política también da testimonio de ello.
Hipotecar las emociones es depender de una emoción, la esperanza que mientras no tenga una estrategia solo es un nubiloso y muy deseado sueño. Soltar las hipotecas emocionales significa dejar de ser rehenes de una promesa que lejos de perseguir un futuro solo manipula una emoción. El discurso político parece centrarse en lo queremos del futuro, y nunca en la estrategia, que resulta dolorosa y también significativamente retadora. Las promesas son deudas. Y deudas emocionales si lo que se promete es solamente una emoción.