Universitat Oberta de Catalunya
- Continuar con la rutina laboral puede provocar ansiedad y ‘burnout’, y peor reincorporación al trabajo
- Activar funciones como el modo ‘No molestar’ o desactivar las notificaciones en los dispositivos ayuda a reducir el bombardeo constante de los estímulos digitales
- Separar el ocio y el trabajo ayuda a evitar el agotamiento digital y a proteger la salud mental
Las vacaciones son una oportunidad para desconectar, descansar y recuperar energías. Sin embargo, en una sociedad hiperconectada, este objetivo se vuelve cada vez más difícil de alcanzar. Según un estudio de 2024 de la Universidad de Tecnología de Swinburne (Australia), la desconexión digital está estrechamente vinculada con la mejora del bienestar emocional, la reducción del estrés y el aumento de la satisfacción laboral. El derecho a desconectar tiene diferentes interpretaciones en función del país, el sector y la cultura empresarial. Según investigaciones incluidas en este estudio, si las empresas respetan el derecho a la desconexión, los empleados muestran una mejora en los indicadores de salud mental, sueño, reducción del síndrome de desgaste profesional (burnout) y equilibrio emocional.
“Hoy en día, muchas personas usan el teléfono personal también para trabajar. Eso impide separar lo laboral de lo personal, y genera una disponibilidad las 24 horas del día, los siete días de la semana, que afecta seriamente al descanso”, explica Antoni Baena, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en salud digital.
En América Latina y el Caribe existen avances importantes hacia el reconocimiento del derecho a la desconexión digital, aunque su implementación varía mucho entre países. En Argentina, la Ley 27.555 (2020) sobre teletrabajo reconoce expresamente el derecho a la desconexión digital y establece que las personas trabajadoras no están obligadas a responder fuera de su jornada laboral. En Colombia la Ley 2191 de 2022 regula el derecho a la desconexión laboral tanto para el trabajo presencial como remoto. Para el caso de Uruguay aunque no hay una ley específica, en 2021 se presentó un proyecto que aún está en discusión y algunas normativas laborales generales protegen el tiempo de descanso. En Chile la Ley de Teletrabajo de 2020 reconoce el derecho a la desconexión y exige un mínimo de 12 horas continuas sin obligación de conectarse. En Brasil, aunque no existe una ley específica de desconexión, el marco regulatorio del trabajo remoto (Ley 13.467/2017) y fallos judiciales han abordado el tema indirectamente. México modificó en 2021 la Ley Federal del Trabajo para incluir el teletrabajo pero no regula de manera detallada el derecho a la desconexión. Finalmente, países como República Dominicana, Perú, Ecuador y otros han presentado proyectos de ley, pero en varios casos no han sido aprobados o están en fase de debate.
La legislación española reconoce el derecho a la desconexión digital (concretamente, a través de la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de protección de datos personales y garantía de los derechos digitales), y obliga a las empresas a garantizar la conciliación personal y familiar. Sin embargo, ejercer ese derecho sigue siendo una asignatura pendiente. Y las consecuencias son claras.
Consecuencias de no desconectar: estrés, ansiedad y fatiga cognitiva
La sobrecarga de notificaciones (conocida como infoxicación) y la hiperconectividad constante impiden descansar adecuadamente y alteran funciones básicas como la concentración, el sueño o el disfrute del tiempo libre.
Baena alerta de que el hecho de no romper con la rutina laboral cuando se está de vacaciones puede provocar síntomas físicos como los propios del estrés y el burnout, es decir, la sensación de falta de energía y de fatiga extrema. En el entorno laboral, puesto que la persona afectada se encuentra más distraída y presenta mayor dificultad para concentrarse, puede mostrar despersonalización con el trabajo, indiferencia hacia las tareas laborales, aumento del error y disminución del rendimiento.
Otra consecuencia de la falta de desconexión es la ausencia de placer, de satisfacción o de ganas de hacer cualquier actividad que a priori pudiese considerarse placentera, como ir al cine o a cenar, pasear y hacer otras actividades de ocio.
También pueden producirse síntomas de nerviosismo, taquicardia, insomnio o sueño de mala calidad, cansancio al despertar y la necesidad de dormir durante más tiempo. Algunos pacientes registran también problemas gastrointestinales —como náuseas o dolor de estómago, o aumento o disminución del apetito—, una sensación de vacío, desmotivación, o síndrome del impostor. “Muchos de estos síntomas pueden confundirse con otros problemas de salud. Por este motivo, no siempre se relacionan con la necesidad de desconectar”, advierte Baena.
El hecho de permanecer conectado al trabajo a través del correo electrónico o el móvil durante las vacaciones tiene consecuencias como la ausencia real de descanso y de recuperación de la energía, lo que provoca un aumento del estrés, la ansiedad y el agotamiento mental. Al regresar al trabajo, la falta de descanso y el hecho de no haber recargado la energía dificultan el retorno al ritmo habitual, incrementan la insatisfacción laboral, e incluso pueden llegar a causar una reducción del compromiso con la empresa, ya que el trabajo no se concibe como gratificante. “Es una pérdida y un perjuicio para la empresa, con un impacto negativo para la persona”, alerta Baena.
¿Qué dice la ciencia?
Pese a la creciente preocupación social, los estudios sobre los efectos del uso excesivo de la tecnología en adultos durante las vacaciones son todavía limitados. La mayoría tienen poca evidencia científica, son transversales y miden el tiempo de uso como variable principal, cuando es más importante el uso que se le esté dando, explica Baena.
Por ejemplo, un estudio reciente de la Universidad de Windsor (Canadá), llevado a cabo con jóvenes adultos, explica los retos que estos afrontaban durante la desintoxicación digital, como una subestimación del tiempo que en realidad dedican a los dispositivos, interferencias constantes con otras actividades debido a las notificaciones, hábitos automáticos de revisar el móvil, y percepción de obligación social. Estos jóvenes mostraban también síntomas similares a la adicción, como el FOMO, acrónimo de fear of missing out (‘miedo a perderse algo’), un factor clave que saboteaba la desintoxicación digital. La ansiedad y la sensación de aislamiento aumentaban cuando los participantes intentaban desconectarse voluntariamente. Asimismo, varios de ellos indicaron que no encontraban actividades sustitutivas satisfactorias, lo que les generaba aburrimiento y recaídas. Sin embargo, Baena insiste en que lo relevante no es solo durante cuánto tiempo usamos las pantallas, sino cómo y para qué las usamos.
Aun así, existe evidencia indirecta de que el uso continuado de la tecnología —especialmente en contextos laborales sin límites definidos— puede contribuir al burnout y deteriorar la salud mental. Además, los estudios sobre redes sociales y pantallas demuestran que afectan negativamente al descanso y amplifican ciertos riesgos, como el acoso digital, especialmente entre mujeres.
Desconexión digital: consejos prácticos y realistas
Ante este panorama, la clave no está necesariamente en una desconexión total, que puede ser difícil —e incluso contraproducente—, sino en una desconexión parcial e inteligente, adaptada al contexto de cada persona. “La desconexión total es realmente difícil o incluso no deseable: es más importante saber qué hacer y cuánto tiempo estar desconectado”, explica el experto.
Baena propone varias estrategias realistas:
Separar dispositivos. Utilizar dos teléfonos (uno personal y otro laboral) ayuda a delimitar espacios mentales. Si esto no es posible, se recomienda desactivar las cuentas de trabajo, las aplicaciones corporativas o los grupos de mensajería laboral durante las vacaciones.
Establecer una política de desconexión en la empresa. “Toda organización debería contar con una política clara y acordada sobre los tiempos de trabajo, descanso y vacaciones, incluyendo excepciones (si las hubiera)”, indica Baena. La falta de normas fomenta la confusión y puede generar conflictos.
Automatizar alertas y configurar el modo de descanso. Activar funciones como el modo No molestar, desactivar las notificaciones y usar modos de concentración ayuda a reducir el bombardeo constante de estímulos digitales. También es útil automatizar las respuestas del correo y el buzón de voz para informar del periodo de ausencia.
Hacer actividades sin pantallas. Planificar tiempos específicos sin tecnología (como pasear, leer, practicar algún deporte, jugar a juegos de mesa o hacer actividades al aire libre) permite recuperar el equilibrio. “Mejor si se hacen en compañía, para potenciar el vínculo humano y reducir el impulso de consultar el móvil”, añade.
Educar en salud digital. Tanto en casa como en las organizaciones, es fundamental aprender a usar la tecnología de forma consciente, con límites y objetivos claros. “Se trata de usar la tecnología a nuestro favor, no de convertirnos en sus esclavos”, concluye Baena.
En definitiva, aprender a desconectar digitalmente no es solo un acto de autocuidado, sino una herramienta esencial para la salud mental, el bienestar laboral y la calidad de vida. Aunque la hiperconexión parezca inevitable, existen estrategias realistas para recuperar el control del tiempo y reconectar con lo que de verdad importa.
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