Hector A. Gil Muller
El trazado de un perfil nos permite identificar los límites que nos indican cuando alguien es y también cuando deja de ser. Un perfil académico establece los conocimientos, competencias, habilidades o saberes de alguien que le permita aportar soluciones a los problemas de su entorno y también preservar una tradición cultural. Así los médicos aprenden lo que los médicos necesitan para identificarse como médicos.
Resulta aventurado describir los perfiles, se debe ser muy observador y también algo ingenuo, nunca sería suficiente. Creo que esa imposibilidad es la que nos ha hecho desconfiar de la meritocracia. Aunque toda la cultura se soporta en que se premie el esfuerzo, en realidad no ocurre así. ¿Cuál es el perfil del político de estos tiempos?
El perfil, esa descripción, del liderazgo ha cambiado en el tiempo. Hemos pasado del líder carismático, nacido con virtudes que por si mismas lo vuelven digno de ser seguido, a una imagen de quien haciendo algo gana ese mérito.
El liderazgo empezó con el carisma, era líder quien tenía una cualidad que lo distinguía. Quien olía bien y era capaz de ser seguido. Carisma viene de la crema perfumada que usaban los israelitas para ungirse y oler mejor. De ahí nos vienen vocablos como crema, cristo (el ungido) y carisma. Entonces el carismático, que olía bien, atraía a otros. Los primeros líderes fueron los altos, los fuertes, los hijos de reyes. Aun hoy tenemos ese pensamiento cuando afirmamos que el líder nace. Pero el liderazgo situacional y posteriormente el transformacional establecen que el liderazgo es un proceso, una competencia que se aprende y se ejerce en momentos con esa intención. El liderazgo no asume valores aunque los necesita. No asume autoridad aunque la ejerce. No exige disciplina aunque la requiere.
La política tiene mucho de carisma, está inserta, para nosotros, en la seducción de la democracia. De ahí que el discurso populista nos llegue y mueva grandes masas aun y cuando sea irrealizable. Ha sido mesurada la presidenta Claudia Sheinbaum con sus aseveraciones y ante el discurso magnificado de Donald Trump, ha reiterado que es la unión de América como bloque, el principal esfuerzo contra el gigante asiático. Esa aseveración es importante y comienza a marcar una decisión ante un incremento de inversiones asiáticas en nuestro país. México continúa siendo un país atractivo para la producción industrial. Su ubicación geográfica, condiciones laborales y precios al interior lo vuelven estratégico para atender un mercado occidental.
La inversión China en México se ha incrementado; de 2017 a 2023 ha aumentado un 58% el número de empresas de ese país, y la inversión se ha triplicado. Ese alcance a la par del discurso de “enemistad” del presidente Trump, así como la presión política en Canadá que ha puesto fin al mandato de Trudeau ponen en jaque cualquier carisma, el posicionamiento claro debe describir el perfil de nuestras inversiones. El perfil del inversionista en México ya no debe ser el tamaño de la billetera sino la vocación que estamos orientando. Los graves desafíos ecológicos, la presión laboral de disponibilidad en el mercado y el licenciamiento social están redefiniendo los perfiles de quienes llegan, más nos vale estar atentos y aprender de las lecciones.
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