Por María Beatriz Muñoz Ruiz
Llevo un tiempo fuera de las redes, el mismo tiempo que llevo sin escribir, pero ya sabéis, en este mundo, internet es un utensilio de trabajo para todo, así que, tras sacar mi nuevo poemario, Invisible, he echado un vistazo a las redes para ver cómo iba mi publicación de visualizaciones.
Siempre reviso las etiquetas que otros me ponen y a los que me incluyen en sus publicaciones, hoy me ha sorprendido una de las publicaciones en la que me habían mencionado para que la leyese; se trataba de una pregunta: ¿Por qué estás bendecido?, y la gente daba cientos de comentarios de el por qué creía que estaban bendecidos. No sé si es que me ha pillado en una etapa de mi vida negativa, pero lo cierto es que me han parecido comentarios bastante ñoños, muchos de ellos razonables y respetables, pero lo que he observado es que mucha gente estaba bendecida por algo externo a ellos, sus hijos, sus familias, un amanecer…
Y en eso estoy de acuerdo con ellos, mi mayor bendición son mis hijos, pero ahora llega mi pregunta: ¿nadie sin más cree que él mismo es una bendición? ¿Por qué pensáis que puede ser eso? ¿Quizás porque no nos sentimos bendecidos con nuestra vida en la tierra?
¿Quizás porque el amor hacia otros es lo único que merece la pena?
Dicen que las respuestas más sinceras son las que se dicen sin pensar, si yo no hubiera pensado, mi respuesta habría jodido todo ese buen ambiente y karma que desprendía el chat, y no es mi estilo, prefiero omitir a dañar algo. Pero si hubiera respondido habría puesto “ No estamos bendecidos, estamos malditos, condenados a vivir en un mundo de reglas, un mundo de hipocresía en el que tienes que sobrevivir, un mundo en el que, a pesar de ver lo poco bendecidos que estamos, preferimos ignorar nuestro sentimiento y refugiarnos en lo afortunados que nos sentimos por lo que nos rodea, pero solo lo más cercano, no mires más allá de allí porque entonces no verás gente bendecida, sino gente en la jungla de la vida intentando mantenerse en pie el máximo tiempo posible”.
Y luego llega mi otra pregunta: la gente que está en medio de una guerra, la que ha perdido a un hijo, aquellos que se han pasado media vida de hospital en hospital, los que han penado más de lo vivido… ¿no veis injusto este mundo en el que unos están bendecidos y otros malditos? ¿Por qué unos han de luchar en esta vida más que otros? La religión cristiana siempre se ha basado en el sacrificio y en el dolor, quizás por eso hemos asumido que cuanto más dolor haya y más nos sacrifiquemos, mayor será nuestra recompensa, nos imaginamos a todos los ricos, hermosos y afortunados, quemándose en el infierno, y nosotros; los que hemos hecho del sacrificio un emblema, en el cielo de fiesta.
Bueno, dejando mi ironía aparcada por un segundo, he de decir que, a pesar de creer que la humanidad está en general maldita, siempre he sido una romántica empedernida de la literatura clásica inglesa, y como tal, soy dramática, tremendista y muchas veces depresiva de la realidad, de ahí que me refugie en esa realidad paralela que me da la felicidad necesaria para seguir en pie día tras día, así que, efectivamente, tras pensar mi respuesta aún más detenidamente, tapándome los ojos ante el mundo y decidir que aunque me importe tengo que ignorarlo, creo que habría contestado: “ Estoy bendecida por tener unos hijos y una familia maravillosa, estoy bendecida por tener la capacidad de admirar un atardecer y disfrutar del silencio de la noche, estoy bendecida por tener quien me sujete cuando me caigo, por saber que es necesario seguir luchando, estoy bendecida cada vez que hago reír a mis hijos, y sobre todo, estoy bendecida por poder lanzar mis pensamientos a través de los medios y mis sentimientos más profundos a través de mis poemas”.
No, no miréis si merecéis la pena o la vida lo merece, simplemente tened el sueño de que vuestros seres más queridos estén realmente bendecidos y mantened la esperanza de que en medio de este estercolero de mundo, nuestra alma se limpie y merezca la pena sumar días.