Héctor A. Gil Müller
Uno no debería andar aconsejando con evidente ligereza. Porque el que aconseja es siempre juzgado sobre aquel consejo que da. La línea entre la soberbia y la jactancia es muy delgada y se mueve con facilidad. Mas ahora en que los tiempos cambian, antes los antros eran lugares de donde se quería salir, ahora son lugares a los que se quieren entrar. Antes la ropa de retiraba para poder ver la piel, ahora la piel es la que se debe retirar para poder ver la ropa. Muchas cosas cambian y por ello es peligroso andar aconsejando porque la posición actual siempre modifica la percepción. Uno aconseja pensando que los ojos son los mismos, pero no es así. Lo que antes era humilde hoy es lujoso, es más lo que antes era nunca hoy son “depende”.
Menos debería aconsejar uno que es nadie, si bien con el tiempo y las canas se gana el respeto y entonces ya pudiera yo aspirar a ser un don nadie, y ahora sí, por el tiempo vivido puedo hablar de cómo el barco se salvó. Sin embargo, y gracias a los consejos es que podemos meternos en lo que no nos llaman, a cada uno se nos ha sido conferido diversas medidas de observación, análisis o capacidad de juicio y es en ellas en las que descansa nuestra capacidad.
3 consejos debo redactar, y los escribo porque me los he dicho, varias veces he podido presidir algo, sobre todo cuando estoy solo, y aunque para tal eminencia de posición, la de presidir no la de estar solo, se requieren competencias claramente especificadas pues implica tomar decisiones que nadie en su sano juicio haría, y ya declaré al iniciar el texto que yo voy, a duras penas, siendo nadie. Me doy facultades y permisos para hacerlo. Tres consejos para los que salen, los que entran, los que llegan y los que quieren llegar:
Un predicador fue terriblemente vapuleado durante su mensaje, la congregación a la que se dirigía no soportó los errores que había pronunciado, bajó apabullado y avergonzado. Uno de los mas sabios predicadores, presentes entre la congregación, como lo fue Charles Spurgeon le dijo: “si hubieses subido como bajaste, hubieses bajado como subiste” Cuando somos soberbios en el inicio nos llevamos un duro golpe con las salidas, empezar las cosas con humildad es la mejor inversión si se quiere salir en orgullo.
“Tan alta te crees plata que hasta el oro disminuyes, más altas están las nubes y el viento las desbarata” a mayores alturas nos sentimos invencibles, olvidamos que la vida es una comedia con algunos dramas insertados. Suponer que entre la cuna y la tumba solo hemos de vivir glorias es ambiciosamente estúpido.
Finalmente; es importante el porqué y el qué también, pero sin el cómo, se convierte en una excusa reiterada. Cuando un texto se saca de contexto solo sirve de pretexto, y así ocurre cuando evidenciamos la dolencia, pero no sabemos cómo quitarla y no queremos que nadie nos diga cómo hacerlo.
Así acabo la perorata, después de cumplir como la pluma quijotesca, la cristiana profesión, de orientar a quien no lo pregunta. ¿Qué seria de la vida si los consejos no se entregan?, capaz que solamente seriamos mas felices, pero con menos plática.
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