Un huracán

Héctor Alejandro Gil Müller

El huracán Otis golpeó severamente los puertos de guerrero y en especial el de Acapulco, una importante zona turística que se encontraba con un 50% de ocupación según reportan autoridades mexicanas. Al momento de escribir esta columna circula el lamentable dato de 27 personas fallecidas y al menos 4 personas desaparecidas. Las fotografías son desgarradoras ante la destrucción ocasionada. Las afectaciones son evidentes y aun no calculadas, han sido catalogadas como: “Devastadoras” en palabras de la gobernadora de Guerrero Evelyn Salgado.

Sabemos que el huracán se comportó de una manera atípica y evolucionó con rapidez pasando de una tormenta tropical a un huracán categoría 5, su impacto salió de las estimaciones e incluso arribó a tierra antes de lo previsto. El fenómeno meteorológico nos tomó por sorpresa. Esperamos que lo natural reaccione como controlado, sin saber que es precisamente esa libertad lo que describe mejor lo natural.

Huracán es una palabra americana, proviene, en su forma mas antigua del taíno para llamar a las tormentas. Son fenómenos que nos han acompañado e incluso los hemos nombrado. El Popol-Vuh describe a “hurakan” que significa “corazón de cielo” y se relaciona con el mas grande de los dioses de su mitología (la tormenta) que incluía a otros mas pequeños como el retumbo o trueno, el destello, el rayo verde, todos ellos se congregaban y exhibían desde el propio corazón del cielo el poder creativo y destructivo de un huracán.
¿Cómo nos aproximamos a la incertidumbre?, el futuro no es indescriptible, es desconcertante. ¿cómo nos preparamos entonces para el futuro?, Ante los pálidos indicios de una catástrofe tendemos a disminuir su impacto. Nos gusta la esperanza y en ella confiamos en la incertidumbre. El optimismo siempre es bueno, pero solo cuando se convierte en motivador no en un traductor. Traducir el mensaje negativo no es bueno es paliar con los dulces sabores del placer la amarga sensación de la verdad. Entre mas nos acostumbramos a escuchar lo que nos agrada, más nos duele saber que la verdad es amarga.

Nuestra historia incluye la consciencia de la desgracia, pero ¿Qué hacemos ante los indicios de ella? El golpe del meteoro en el puerto de Acapulco pegó fuerte, y justificaciones puede haber, pero también debemos aprender la lección. Trabajar en consecuencia y no perder de vista el objetivo de cualquier plan de protección y resguardo. En 1997 Pauline se convirtió en el huracán mas fuerte que ha golpeado a Acapulco cobrando la vida de 300 personas y destruyendo, según algunos censos 5 mil viviendas. 26 años después Guerrero vuelve a ser escenario de un meteoro catastrófico. En el 2013 el huracán Manuel se combinó con Ingrid e impactó al Golfo de México, según el Centro Nacional de Prevención de Desastres una interacción así no se presentaba desde 1958, hubo más de 1.5 millones de personas afectadas y de las 157 defunciones a consecuencia del meteoro 106 ocurrieron en el puerto de Guerrero.

Las desgracias ocurren, los meteoros impactan, porque el mismo corazón del cielo sigue latiendo, ¿Qué haremos en consecuencia?, aprender la lección significa que el futuro no es indescriptible es desconcertante pero no al grado de perdernos en la confusión.

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