Autor Bayardo Quinto Núñez
Bitácora de futuro
Cómo olvidar estos momentos idos. Jamás. En el año 1982, cuando ya graduado como instructor deportivo con especialidad en Baloncesto, trabajaba en mi ciudad natal Masaya Nicaragua para el Ministerio de Deportes. Era una notable mañana silenciosa, su fuerza era su propia debilidad, y era como que, mejor me hubiesen dejado morir en medio de la calle y ver desde ahí mi seráfico sentimiento, tierra de historias, en ese instante recibí el aviso que íbamos a ser movilizados en el Batallón de las milicias populares 8015 y que teníamos que presentarnos por la tarde al local de la Juventud Sandinista. Ahí nos explicaron todo. La contrarrevolución estaba en su apogeo.
El asunto es que, a los tres días salimos en camiones rumbo al norte del país, Zelaya Norte Central, la travesía fue lejísimo, en el pueblo de Waslala ahí los camiones nos dejaron. Pero, algo interesante pasó ahí, con otros milicianos, en una casita de madera vendían sopa de mondongo, entonces, nos tomamos una taza con su respectiva tortilla caliente y cuajada, deliciosísima.
A partir del pueblo de Waslala, arranca la caminata, atravesamos sendos lodazales, fangales de los once mil diablos, pero la conciencia de defender la Patria imperaba, incluso, estábamos jóvenes. Caminamos aproximadamente dos días, pasamos por las minas de Rosita, Bonanza, hasta que llegamos a un sitio que se llamaba el “Murciélago”, en ese lugar acampamos. Yo andaba con el chamaco Enrique Carrión. Ese día, por la noche, a un miliciano se le zafó una ráfaga de su fusil, todos creímos que era la contrarrevolución y vieran la balacera, el cielo se pobló de humo y de luces debido a la balacera. Los chismes a la mañana siguiente, fue que, a Miguel se le zafó eso.
En ese lugar, estuvimos tres días, el capitán Santana estaba en el control de ese lugar. El agua del río era heladísima, ahí nos bañábamos, me dieron dolores de hueso, pero un médico chileno me atendió. Al tercer día llegó un rotor y al chamaco le dijeron los superiores que iba trasladado a Bonanza, se fue. Y el resto del batallón ese mismo día emprendimos viaje, no sabíamos a dónde, fueron horas y horas interminables que caminamos, y siempre con unos lodazales insoportables. Pero llegamos al destino final, a una comunidad de Sumos MUSAWÁS. Ese primer día, dormimos al otro lado del río, hacia un frío excesivamente salvaje, y todos ariscos por lo nuevo del lugar, sólo se escuchaba el rugido del río caudaloso y ruidos raros de animales de la noche. Imagínense quién iba a dormir si apenas llegábamos. Pero, ni modo, a estar pendiente
Recuerdo que, esa noche, aproximadamente como faltando 15 minutos para las cinco de la mañana, a un miliciano que estaba a mi lado, le dije, apúrate anda avisa que se despierten los que están dormidos, porque la contra nos va atacar, tuve esa percepción, y en efecto así fue, la contrarrevolución nos atacó. Entre 8 o 9 horas dilató ese combate, tuvimos muchas bajas, entre ellas recuerdo a Nery un enfermero muy bondadoso, a Isidro del Barrio Santa Rosa, y a un muchacho no recuerdo su nombre, también del barrio de Santa Rosa, a éste le dieron un tiro en el estómago, lo tuve que auxiliar, éste un poquito y más se muere, pero afortunadamente lo pude arrastrar hasta un árbol de naranjas de baja estatura, no tenía nada con que auxiliarle y este muchacho me decía Quinto dame agua, yo apenas le ponía con mi dedo un migaja de agua en su boca. Pero, en el sofoque, corté varias naranjas, las pelé y las cáscaras se las exprimía en su nariz como que fuera alcohol, para que no se durmiera, haci lo mantuve vivo como tres horas, hasta que llegó el rotor, vivió gracias a Dios.
Pasó esa refriega, y tuvimos que pasar el río, amarraron de punta a punta un mecate grueso, porque el dichoso río en el centro la corriente interna era fuertísima. Rememoro que, un señor que vendía esquimos y por supuesto ahí andaba de miliciano, me dijo, Quinto no te preocupes yo te pasó tus libros y cuadernos, y así fue. Cruzamos, el río, y asentados al otro lado del río era la comunidad de Sumos, había una iglesia que estaba cerrada y, una sola alma no había, la contra o se los llevó o ellos huyeron, o los mataron nunca supe ese destino.
En ese lugar pasaron los días y días, recuerdo que el jefe de la compañía en uno de esos días, me expresó: ahora que venga el rotor te montás y vas a ir con otros dos milicianos a buscar sobre el río a un miliciano que le dicen gallina, en ese momento tuve un presentimiento feroz o no sé si fue temor, pero le dije: no me montaré en ese rotor; en ese preciso momento tres milicianos que estaban al mando de la cocina, me expresaron, venite para acá, no te montes en ese helicóptero. Tengo un recuerdo muy pálido, pero creo que ese helicóptero en la búsqueda explotó en el aire
A los días, fue que, al miliciano Carlos C., Se le zafó un tiro de su fusil, y desafortunadamente a mí me dio, en ese momento estaba con otro limpiando el arma, yo caí al suelo y sólo grité la contra, que va llegaron otros milicianos y me dijeron no es la contra a éste se le zafó el tiro. Ahora viene lo peor, el dilema era que, no hallaban como sacarme para que me dieran asistencia profesional, un enfermero que ahí andaba, me puso un torniquete, nunca me lo soltaron, la pierna agarró gangrena, pasaron dos días y medio y nunca llegaban a traerme, en ese interín, recuerdo que pensaba, si cierro los ojos o me duermo me muero, tengo que llegar a la capital Managua al hospital, así me quedé en ese letargo. Hasta que llegó un avioncito pequeño, aterrizó aproximadamente en una cuadra y así despegó, era un avioncito rápido, equipado con médico y enfermeras, cuando llegamos a Bonanza, ahí estaba el chamaco mi amigo, éste se enfureció al verme en mal estado. Bueno, pero, el piloto aterrizó y al rato expresó: no podré despegar porque el tiempo está malo, eso era falso, a saber que orden recibió de interpósita (s) personas, todo ello quedó en el misterio; prácticamente medio día más sin llegar a la capital Managua. Los médicos cubanos que estaban en ese hospitalito, me dijeron que me iban amputar mi pierna, pero yo me puse, y el chamaco también, y les dije: quiero llegar a Managua.
El asunto es que, llegó la hora de despegar, al chamaco no lo dejaron montarse en el avioncito. Este despegó y al llegar a Managua Nicaragua, en una pista no sé dónde es, ya estaba una ambulancia, y de inmediato me llevaron al hospital, con todas las atenciones respectivas. Imagínense lo que pasé después. Un suplicio de tres meses y medio hospitalizado para salvarme la vida, y… E incluso, el gobierno de esa época me envió a varios países a continuar con mi recuperación. Gracias a Dios, la ciencia médica, al gobierno aludido, la mano amiga de ciertos, y mi voluntad he logrado llegar hasta donde estoy.
*Acerca del autor Bayardo Quinto Núñez. Colaborador del periodico DesdePuebla Puebla México,oriundo de Nicaragua, Escritor, Pintor, Músico, Abogado y Notario Público, Columnista, y ha publicado actualmente 17 libros. (Celular No. 505-88739938. Correo electrónico tac_tictac@yahoo.com – seudónimo Bayquinú)
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