Relato: Delirante indecisión

Autor Bayardo Quinto Núñez

Aproximadamente habían transcurrido seis meses de haberse mudado a la propiedad de enfrente una hermosa dama, muy joven, con quizás no menos de 21 años, dotada de un cuerpo estupendo, con unas curvas provocativas, ojos almibarados y de una mirada furtiva muy penetrante y sobre todo sibilina, y poseedora de una simpatía contagiosa. Entonces, desde esa época, José amanece, siente un deseo delirante de asomarse por la ventana de su casa para verla, para observarle.

José apenas arribaba a los dieciocho años, con un cuerpo magro, de mirada taciturna ingenua pero muy perspicaz, y desde que miró por primera vez a su vecina no se ha atrevido a mantener una larga conversación con ella y mucho menos a declararle el amor que sentía. Algunas veces logró compartir con Josefina, pero eran simples minucias infantiles para ella.

Prácticamente, a José, de su cerebro nunca se le apartaba la imagen seductora de la vecina, cada vez que siente llegar al final de la grabación mental de las figuraciones vividas, cuando se bañaba, regresa a recordar todo de nuevo. En cierto modo no quería perder tan exquisitos recuerdos, no desea borrar de la mente las imágenes que le causan placeres mentales, que luego explotan en su masculinidad. Así se masturbaba en los laberintos de su mente, en un inmenso letargo, disfrutándolo. Cuando volvía a la realidad, ni el mismo se lo creía, discurría de nuevo estaré soñando, pero eso me expresa mi mente. Había una breve confusión, pero todo era verdad, así lo pensaba, no había manera de huir de sus pensamientos.

José un día llegó de la universidad, y su madre le comentó: Josefina, se fugó con el hombre, aquel que la visitaba de vez en cuando. Parece que desde hace rato se entendían. La hermana dice, encontró un papel en la cama dónde le explicaban la traición. La pobre lloraba, no sabía si de rabia o desilusión. La indecisión y la ilusión, fueron los motores que aplicaron, condujeron, en una futura frustración, a tan delirante indecisión. Ni modo madre, así es este mundo, la vida continúa.

Conforme pasaron los años, se enteraron que, Josefina estaba hospitalizada, la fueron a visitar José, su hermana y la mamá de José. Ella, se sorprendió al verle que llevaban a depositar la amistad de siempre, calor humano. Al ver esto y sentirlo Josefina, les pidió

perdón por haber jugado con sus sentimientos.

-No te preocupes, le dijo la mamá de José.-

– No sé agite mucho, repuso José.

-No ha pasado nada hermana- expresó su hermana. Josefina se puso a llorar de vergüenza.

-Les agradezco su visita y me siento muy satisfecha.- Y se puso a llorar a raudales como una niña recién nacida. Josefina les comentó: que había posibilidades se salvará, gracias de nuevo por venir, les decía, nunca hubiese hecho esto. En ese momento suspiró, murió. Nunca se dieron cuenta de que murió, en el hospital no quisieron decir el objeto del fallecimiento. Sólo les dijeron su corazón estaba muy débil, y todo el tiempo que estuvo hospitalizada, los recordaba con mucho amor.

*Acerca del autor Bayardo Quinto Núñez, abogado y notario público, escritor, pintor, músico, columnista.*

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