El origen de la violencia

Héctor A. Gil Müller

La violencia ha acompañado al ser humano. Bien dijo el cantor, “pobre del hombre que nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere” en esa confusión la violencia se vuelve una constante. Lamentablemente y peligrosamente nos acostumbramos a episodios cada vez mas crueles.

Algo seguimos haciendo mal que llenamos los vacíos con violencia. El episodio en el estadio de Fútbol de Querétaro revela un problema que va más allá de nuestro presente. Imagina esta escena; Es de mañana, las calles lucen abarrotadas de hombres y mujeres caminando con el apuro que expresa una agenda atareada. Mientras camina el joven carga su portafolio y un vaso con café recién comprado. Se apura para llegar a su trabajo. Con la agilidad de quien piensa que será un buen día esquiva otros transeúntes. De repente, mientras se deleita con un buen sorbo de su café, se topa con un distraído peatón absorto en su celular, por más que intentó evitar el choque, el encuentro fue suficiente para que se trastabille derramando sobre su limpio traje el humeante café. El malogrado viaje se ha estropeado; el traje inservible, el café intomable y el día se ha tornado tremendamente mal. Se alejó la expectativa de llegar temprano a la oficina. Espero nunca hayas vivido algo así, es verdaderamente frustrante. Nuestro ensuciado amigo se preguntó con enojo, ¿por qué?, ¿por qué se derramó el café?, estimado lector, el café se derramó por una sencilla causa, ese vaso estaba lleno de café.

Aunque no podemos controlar las circunstancias y complicaciones de la vida, somos responsable del contenido que cargamos. El café se derramó porque en ese vaso había café. La violencia se derrama porque en su interior retiene violencia.

Siempre he de asegurar que el combate a la violencia exige congruencia, limpieza y una alta integridad, combatir fuego con fuego solo hace un incendio mayor, cuando pretendemos actuar por igual. Y no me refiero a la fuerza de reacción sino a las acciones de prevención. La violencia surge ante la ausencia de los límites, de ahí la importancia de solvencia moral a fin de erguirse como capaz ante el enjuiciamiento de otros. Los escándalos, algunos reales, otros ficticios, en los que se ha visto envueltos el fiscal general complican el panorama de un país que busca la disciplina.

Que complejo momento, por un lado, la presión de la libertad recae equivocadamente sobre los límites, cuando en realidad debería caer sobre los impulsos. Los límites han empezado, no a moverse, sino a desaparecer, sin límites perdemos velocidad y seguridad, desconocemos el comportamiento seguro y aceptado.

En una de las recientes marchas un par de personas golpeaba una pequeña central de autobús urbano de cristal, el techo de cristal se despedazó cayendo sobre quienes pretendían romperlo. Así es la violencia, sin la claridad de los límites cae lastimando todo.
La mejor estrategia es omnidireccional, no solo en las consecuencias sino también en las causas, es una vocación universal y una imperiosa necesidad de responsabilidad. Los límites son importantes, esenciales y el origen de la violencia está en su desdibujo.

Cuando se pasa un límite, no solo se expone a lo exterior, sino que se exhibe lo interior.

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