Ricardo Homs
Cuando el PRI perdió la presidencia de la república en el año 2000 estaba sano y sin cuestionamientos específicos. Francisco Labastida Ochoa perdió la elección presidencial representando al PRI porque la sociedad mexicana quería un cambio radical de sistema político y había dos grandes candidatos en su momento, Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas.
Cabe reconocer que Ernesto Zedillo, que era el presidente, supo leer con precisión este deseo de los mexicanos y con visión de estadista, que no le ha sido reconocida, autorizó la transición que enriqueció nuestra democracia y dio forma a la democracia sin adjetivos que hoy tenemos, gracias a la cual hoy gobierna un presidente de otro partido.
“Benditas instituciones” que aún hoy tenemos.
El PRI, aún derrotado, en el año 2000 estaba sano, aunque se veía desactualizado frente a los nuevos tiempos.
Sin embargo, este partido tardó dos sexenios en recuperar la presidencia y todo indica que Enrique Peña Nieto ganó con venia y un empujoncito del presidente Felipe Calderón, quien abandonó a su suerte a la candidata Josefina Vázquez Mota.
Según el libro “El Amasiato” de Álvaro Delgado, se refiere de una cena realizada durante la campaña presidencial del 2006 entre el gobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto, militante del PRI, con Felipe Calderón, candidato presidencial del PAN. En lo oscurito negociaron la aportación del gobernador Peña Nieto, que operaría 200,000 votos del EDOMEX a favor de Calderón. Eso explicaría este regreso del PRI de forma tan ordenada en 2012 y la forma en que fue neutralizada Josefina Vázquez Mota en esa campaña; desde Los Pinos se le pusieron todos los obstáculos a la candidata del PAN pero de forma sutil, seguramente para corresponder el gesto colaborativo de quien en la campaña anterior era gobernador del Edomex y presumiblemente no simpatizaba con Roberto Madrazo, candidato de su propio partido.
La crisis anterior se había dado al cristalizarse la fundación del PRD, el 05 de mayo de 1989, cuando un grupo de expriístas como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel López Obrador, Ifigenia Martínez, Rodolfo González Guevara entre otros, decidieron emprender un nuevo proyecto político al margen del partido que les impulsó.
Sin embargo, aún esta escisión no logró debilitarlo.
En contraste, el denominado “Nuevo PRI”, el de Emilio Lozoya, los gobernadores Javier Duarte, de Veracruz; Roberto Borge, de Quintana Roo; César Duarte, de Chihuahua, entre otros, así como el presidente Peña Nieto, destrozaron la credibilidad de este partido con cuestionamientos de corrupción.
Bastó una generación de políticos jóvenes, preparados académicamente, pero sin escrúpulos, para sumir al partido en su peor crisis, de la que ningún maquillaje podrá recuperar la vida saludable que tuvo. Requiere de una cirugía tan profunda, que seguramente será más rentable replantear un partido con nueva identidad.
La renuncia del Dr. José Narro, de Beatriz Pagés Llergo Rebollar y de Rogelio Montemayor a su militancia en el PRI, por desacuerdo en el manejo de la elección para la renovar la dirigencia nacional, puede representar el inicio de un largo proceso de desgaste que lleve al partido a dejar de ser competitivo.
Estos son los nuevos tiempos, donde la transparencia es una exigencia para cualquier institución.
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