Aprobación presidencial: la encrucijada de medir popularidad o desempeño

Rossi A. G. 

· Expertos asisten a la IBERO para debatir sobre el papel de las casas encuestadoras en México

La aprobación presidencial se ha convertido en un ejercicio para medir el capital político del gobernante en turno, sin embargo, por su propia naturaleza es una construcción social que ha puesto en jaque a las casas encuestadoras respecto a los métodos y estrategias que deberían usar para conseguir indicadores que permitan el debate público.

Así lo expresaron expertos en demoscopia y académicos, durante la mesa de diálogo ‘Aprobación presidencial’, organizada por el Centro de Exploración y Pensamiento Crítico (CEX) de la Universidad Iberoamericana y la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercados y Opinión Pública (AMAI), celebrada en esta casa de estudios.

Para Claudio Flores, de LEXIA Insights & Solutions, la discusión sobre la aprobación presidencial es necesaria porque hay diferentes visiones de cómo se está midiendo este dato en nuestro país, sobre todo por las diferencias entre uno y otro respecto a un mismo tema, en este caso, la labor de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.

En este sentido, Lauro Mercado, director general de Mercaei, señaló que hoy tenemos un presidente con carisma, con buena imagen, en donde las políticas públicas o programas implementados se están dejando a un lado por parte de los ciudadanos, “es como cuando uno está enamorado, uno deja de ser crítico de la persona; el carisma funciona más o menos de la misma manera”.

Heide Osuna, directora general de Enkoll, explicó que la empresa que encabeza realiza de forma trimestral una medición denominada Amlómetro. Afirmó que la aprobación presidencial permite medir el apoyo popular y el capital político del presidente durante su mandato. Apuntó que en el caso de López Obrador, sigue conservando buenos índices de aceptación.

“La afinidad partidista juega importancia con la aprobación del presidente: como Morena es el partido con mayor cercanía, la aprobación del presidente es mucho mayor: actualmente, nueve de cada 10 personas que se dicen afines a Morena, dicen aprobar al presidente”.

Francisco Abundis, director de Parametría, dejó claro que la aprobación presidencial es una construcción social y no tiene una validación en la realidad. “Si estuviéramos revisando una elección presidencial, estaríamos viendo si nuestro último dato se parece al resultado final; la diferencia con lo que estamos discutiendo es que la aprobación presidencial no tiene validación; por eso estamos preocupados por el método (para medirla)”.

Medir: de lo técnico a lo sociológico

Respecto a las críticas hechas a las encuestas que se publican en medios sobre aprobación presidencial por la diferencia de porcentajes, los representantes de casas encuestadoras dijeron que se le está dando un peso importante a los ejercicios telefónicos y por internet, métodos que por su naturaleza son excluyentes y con poca penetración.

En este sentido, Pablo Parás, director general de Data OPM y profesor de Georgetown, expresó que tenemos un problema: la prisa para hacer estos ejercicios, lo que implica sacrificar el control de calidad; además, cuestionó que las entrevistas cara a cara, el mejor de los métodos disponibles para levantar información, sucumban ante la voracidad por publicar información rápidamente.

Carlos Bravo Regidor, del CIDE, agregó un factor más: el uso del dato duro para evitar el debate e imponer una visión. “Todas las cosas que se hacen con el dato duro, es una sociología del dato duro, se convierte en el mandato popular, inequívoco, el cheque en blanco”; es usar la ciencia para “obligar, acallar o hacerse obedecer”.

Por su parte, el periodista Mario Campos cuestionó la importancia del debate técnico sobre cómo se mide la aprobación, y afirmó que tiene que ver con un entorno más amplio en donde se desprecia el conocimiento y el uso de los datos para defender un mensaje y contrarrestar la crítica. “El dato es la autoridad, el problema es que cada quien tiene el dato que se le pega la gana que refuerza su idea”.

Agregó: “Entonces, por qué es importante el debate que tienen los expertos, porque lo que estamos perdiendo es el terreno común para poder discutir”, ya que si, por ejemplo, la aprobación presidencial a partir de cierta encuesta es de 80% para el mandatario y de otra es de 60%, “estamos hablando de dos visiones de país”. Entonces, si cada quien tiene sus datos, el debate es imposible.

Bajo este panorama, el coordinador del CeX, el Dr. Juan Carlos Henríquez, criticó que las encuestas estén evaluando la aprobación en términos de popularidad y no de desempeño, ya que este último tiene que ver con indicadores fijos que arrojan instituciones, mientras que el primero sólo determina el capital político del gobernante.

El problema, enfatizó, es “pensar que la legitimidad consiste en popularidad; la legitimidad no la da la mano alzada”. Por ello, consideró que las encuestas no tienen utilidad, “no sirven para nada, no cambian una decisión política, no inciden, y menos ahora, en un cambio en el gobernante. Es de altísima inutilidad social, pero paradójicamente, de altísima uso social”.

Finalmente, Claudio Flores, estimó que estamos viviendo un fenómeno de polarización, en donde nos estamos desacostumbrando a lidiar con el otro, “no sabemos qué hacer cuando nos enfrentamos a alguien que piensa totalmente diferente a nosotros. Nos encerramos en jaulas porque seguimos a los que piensan como nosotros y bloqueamos a los que piensan diferente”.

Dijo que esta forma en la que desatendemos el diálogo, “viene a cuenta con la aprobación porque buscamos el dato que sostenga nuestro punto de vista, entonces si soy afiliado a Morena, ¿Qué dato uso? ¿El de 80% o 62% de aprobación? Estoy movilizando mi agenda y uso los datos que sirven para defender mi punto de vista”.

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