Por: Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo,
Académico del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México e Investigador Nacional
· Durante la reciente cumbre económica de Davos, Donald Trump criticó a científicos ambientales por ‘catastrofistas’
· Instituciones académicas, entre ellas la IBERO, proporcionan datos experimentales capaces de informar objetivamente a la sociedad sobre la evolución de parámetros ambientales
El martes 21 de enero de 2020, Donald Trump calificó a los científicos ambientales como ‘profetas de la fatalidad’ y como “los herederos de los tontos adivinos del pasado”; 1 esto ocurrió durante la reunión del Foro Económico Mundial, realizada en Davos, Suiza.
Las frases, políticamente calculadas, se pronunciaron en el contexto de un descenso de inversiones generalizado en la producción de energía basada en combustibles fósiles. La administración Trump desea reducir temores de inversionistas que comienzan a reconocer la gravedad de la crisis causada por el calentamiento global antropogénico, y el medio para ello es buscar el desprestigio del trabajo científico realizado durante más de un siglo en esta área del conocimiento.
La espectroscopia es un área de la física experimental desarrollada a partir del siglo XIX. La energía en forma de radiación que proviene de elementos y moléculas contiene una especie de ‘huella digital’ que permite identificar su presencia en distintos escenarios, desde nuestros alimentos cotidianos hasta estrellas muy lejanas.
En el siglo XX fueron comprendidas las reglas de absorción y emisión de radiación por moléculas empleando elementos de física cuántica, ello ha permitido cuantificar la proporción de radiación infrarroja absorbida por el dióxido de carbono (CO2) presente en la atmósfera, la cual a su vez es la causa principal del calentamiento global.
El aumento del CO2 atmosférico a partir de la Revolución Industrial se encuentra bien documentado y diariamente se realizan mediciones para establecer los nuevos niveles. 2 Es evidente que el trabajo científico es objetivo y nada tiene que ver con “profecías apocalípticas” o “tontos adivinos”.
Cuando se comunica una proyección en un artículo científico riguroso se tiene sumo cuidado en establecer claramente las bases y los límites de la misma. Una lectura descuidada o una mala interpretación puede generar la idea de que un trabajo científico específico necesariamente está equivocado.
El hecho de que en el Foro de Davos se haya hecho referencia a algunas declaraciones de hace décadas sobre escenarios sobre el calentamiento global que no se cumplieron es preocupante y engañoso. El mundo cuenta hoy con numerosos grupos de investigación que hacen uso de tecnología de primer nivel para documentar la evolución de las principales variables ambientales. Ello permite establecer proyecciones de menor incertidumbre y de mayor alcance para beneficio de todas las sociedades.
El esfuerzo académico para evaluar los efectos de la acción humana sobre nuestra atmósfera incluye un número creciente de instituciones, entre éstas las universidades. Cabe recordar que los ambientes urbanos son afectados por fuentes tales como automóviles, transportes e industrias. La toma continua de datos, así como su análisis a corto y largo plazo, son necesarios para mantener informada a la sociedad de riesgos, avances y posibles retrocesos.
En este contexto, la Universidad Iberoamericana Ciudad de México ha logrado sumarse a las instituciones de educación superior que diariamente monitorean contaminantes, tales como el ozono, el óxido de azufre y el monóxido de carbono, en el área de Santa Fe. Más que nunca, el desarrollo y la difusión de las ciencias atmosféricas deben prevalecer sobre intereses económicos que aún se encuentran presentes en los más altos niveles de la política internacional.