- Mónica Manuel Caldelas Benítez, Ana Elena Brizuela Ferreyra y Lizette Solorio Guerrero, estudiantes de las licenciaturas en Cultura Física y Fisioterapia
Desde Puebla
En el mundo de la gimnasia aeróbica, donde la precisión, fuerza, gracia y elegancia se fusionan, no siempre se empieza como se planea. A veces ese equipo se encuentra en el camino. Esta es la historia de Mónica, Ana y Liz, un trío de estudiantes de la BUAP que transformó un fracaso inicial en la duela en conquistar victorias, demostrando que sobreponerse a las dificultades es, quizá, la habilidad más importante para un atleta.
El destino llevó a estas tres gimnastas -Mónica Manuel Caldelas Benítez, Ana Elena Brizuela Ferreyra y Lizette Solorio Guerrero- a conformar un equipo. “Se dio la oportunidad de que primero Liz y luego Ana se integraran”, recuerda Mónica. Al descubrir que compartían niveles de dificultad, flexibilidad y talento similares, surgió la pregunta que cambiaría sus vidas: “¿Y por qué no hacemos un trío de gimnastas?”.
Así, en agosto de 2024 comenzaron esta aventura que les ha dado más satisfacciones que sinsabores: primer lugar en la Universiada Nacional, cuando la BUAP fue la sede en mayo de 2025; dos meses después, tercer lugar en el Campeonato Nacional en Oaxtepec, Morelos; y segundo mejor equipo de México en la Copa Panamericana de Clubes, en Uruguay.
Aunque su unión como equipo es reciente, sus raíces en la gimnasia tienen mucho tiempo. Ana, 15 años en la disciplina; Liz entrena desde los siete años y Mónica también comenzó en su adolescencia. Fue en la BUAP donde sus caminos convergen y donde encontraron el ambiente y las facilidades para despegar: un espacio para entrenar, apoyo para inscripciones a eventos, uniformes y viajes, así como de un equipo multidisciplinario de profesionales en fisioterapia, nutrición, psicología y medicina deportiva, todo lo cual abona al rendimiento alcanzado.
El camino al podio no fue lineal. Su primera competencia, un ranqueo para el Campeonato Panamericano en abril de este año, fue un duro golpe: “Quedamos en último lugar, tuvimos un total de tres caídas”, confiesan. Fue un “fracaso total”, como ellas mismas lo califican, que lejos de hundirlas, las unió. Ese revés se convirtió en su mayor motivación: incrementaron su carga de entrenamiento y se comprometieron con una férrea disciplina.
El esfuerzo rindió frutos con una velocidad asombrosa. En mayo pasado, apenas un mes después del tropiezo, se coronaron con el primer lugar en la Universiada Nacional. En julio aseguraron el tercer lugar en el Campeonato Nacional en Oaxtepec, Morelos, aunque la consagración de su trabajo llegó en octubre, en la Copa Panamericana de Clubes, en Maldonado, Uruguay, donde no sólo quedaron en sexto lugar general, sino que se alzaron como el segundo mejor equipo de México, a tres décimas del podio, mejorando su puntaje de 11 en abril a un impresionante 16.589.
Este éxito se forjó entre un estilo de vida que combina la exigencia deportiva con la académica, como un reto diario. Entrenan de dos a tres horas cada día, incluso los fines de semana, incluso si están cansadas o enfermas, con la dificultad adicional de tener que compaginar los horarios de las tres para coincidir.
A pesar de la carga, son brillantes estudiantes: Liz tiene un promedio de 9.6, el mejor de su generación en Fisioterapia; Ana, 9.4, también en la Licenciatura en Fisioterapia; y Mónica aún no tiene los resultados de su semestre porque acaba de cambiarse de carrera, de Ingeniería Civil a Cultura Física. Las tres, de este modo, son un ejemplo de que la excelencia se cultiva en todas partes.
Su historia no es sólo la de tres medallistas, sino la de tres mujeres que encontraron en la disciplina, la amistad y el amor por lo que hacen, la fórmula para ser mejores seres humanos.
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