Día Mundial contra ¿el trabajo infantil? La visión de las niñas, niños y adolescentes

Por: Mtra. Diana Mora López*

Es innegable que existen condiciones socioeconómicas que fungen como motivo principal para que las niñas, niños y adolescentes trabajen con fines de supervivencia

Existen movimientos sociales que defienden el derecho al trabajo infantil y piden diferenciarlo de la explotación laboral de las infancias y las adolescencias

En nombre de la protección de los derechos de las y los niños y adolescentes, el 12 de junio se ha conmemorado como “El día mundial contra el trabajo infantil”. Pero, ¿qué piensan las y los niños sobre el trabajo infantil? ¿Tienen derechos asociados al trabajo? ¿Trabajar es contrario a sus derechos? ¿Hay una diferencia entre el trabajo infantil y la explotación laboral infantil?

La diferencia entre una posición adultocéntrica que reproduce la idea de niñas y niños como objetos de protección y una visión congruente con el paradigma de protección de derechos, reside en la posibilidad real que tengan las niñas, niños y adolescentes de participar e interactuar con las personas adultas y autoridades para incidir en el desarrollo de políticas públicas sobre la protección de sus derechos. Es decir, en el ejercicio efectivo de su agencia social y política.

Desde la década de 1970, niñas, niños y adolescentes se empezaron a organizar para luchar por mejores condiciones laborales en distintos países de América Latina y el Caribe. Se trata de un movimiento social de niñeces y adolescencias trabajadoras que se ha ampliado a nivel continental y se reconocen como el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de los Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (MOLACNATs).

En 2001 establecieron como objetivo general del Movimiento el siguiente:

Nosotros, el movimiento latinoamericano y caribeño de NATs, creemos que tenemos derecho a trabajar incluso cuando somos niños.

El trabajo da dignidad a las personas, ya que es una forma práctica de aprendizaje, una fuente de educación y de ingresos familiares.

Somos conscientes de la contribución que hacemos a la sociedad en su conjunto. Con lo que no estamos de acuerdo es con las condiciones laborales de explotación, exclusión, discriminación y violencia. Seguimos creyendo que la educación y la salud deben ser gratuitas y accesibles a todos, sin excepción ni discriminación. Contrariamente a la creencia general, no consideramos que la utilización de niños para el tráfico de drogas, la pornografía o las guerras sea un “trabajo infantil”, sino un delito contra los niños.[2]

Estos movimientos han alcanzado a otros continentes como Asia, África y Europa. Desde el siglo pasado han buscado interlocución con organismos internacionales y han alzado la voz esperando su reconocimiento como protagonistas en la lucha por el trabajo infantil digno y contra la explotación laboral de las infancias y las adolescencias.

De acuerdo con estos movimientos, el trabajo infantil no debe erradicarse, sino protegerse.

En ese sentido, continuar la narrativa de la erradicación del trabajo infantil propaga dos tipos de riesgos: el primero, no diferenciar entre una actividad que debería entenderse, de acuerdo con los propios niños, niñas y adolescentes trabajadoras, como digna, y los delitos de explotación infantil que victimizan y afectan la vida, integridad y desarrollo de las infancias; el segundo, la falta de regulación protectora en la materia pone en mayor riesgo a las niñas, niños y adolescentes que trabajan y les priva de la posibilidad de ejercer sus derechos de manera integral.

Desde estos Movimientos se ha manifestado el desacuerdo con la conmemoración del día contra el trabajo infantil, y en su lugar, han exigido a las autoridades y organismos internacionales ser escuchadas y escuchados para que este 12 de junio se conozca como “Día contra la Explotación Laboral Infantil”.[3]

Ahora bien, es innegable que existen condiciones socioeconómicas que fungen como motivo principal para que las niñas, niños y adolescentes trabajen con fines de supervivencia, en estas condiciones muchos de sus derechos se ven afectados, la alimentación, la educación, la salud, etc. La OIT ha señalado a la desigualdad, la pobreza y la inseguridad económica como una de las principales causas del trabajo infantil.[4] Sin embargo, pareciera que no se está identificando adecuadamente el verdadero problema que violenta los derechos de las niñas, niños y adolescentes para una vida digna. Si escuchamos y leemos más lo que estos Movimientos nos vienen diciendo desde hace más de 40 años, el trabajo infantil no es un problema, al contrario, es un derecho. El problema son las condiciones sociales en las que el trabajo se vuelve una condición de supervivencia y no una opción.

Traigo a cuenta un dato del INEGI en 2019, sobre el trabajo infantil en México: el 27.2% de las niñas, niños y adolescentes que trabajan en el país (3 millones 269 mil 395) lo hace por gusto o por ayudar; el 19.1% por pagar su escuela o sus propios gastos; el 12.6% por aprender un oficio, el resto por necesidades del hogar, por deudas por alguna otra razón.[5]

Bajo este panorama conviene cuestionarnos sobre aquello que realmente es necesario erradicar y aquello que debe ser protegido en materia de trabajo. Mientras tanto, dos deudas siguen pendientes en materia de derechos de niñas, niños y adolescentes:

Habilitar el diálogo y permitir la participación directa de niñas, niños y adolescentes para la regulación del tema.

Seguir luchando por erradicación de la explotación laboral infantil y las condiciones de marginación que les obligan a trabajar en completa desprotección de sus derechos.

*La maestra Diana Mora López es académica del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana.

Notas relacionadas:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Categorías