EL UNIVERSAL
La aceleración del calentamiento global pone en riesgo estos depósitos de masas heladas. Especialista lamenta el desinterés en las estaciones glaciológicas del Pico de Orizaba porque faltan estudios para detener el deterioro ambiental
Hace alrededor de 40 años, Hugo Delgado Granados empezaba a estudiar los glaciares y había personas, incluso de la comunidad científica, que lo cuestionaban por elegir como objeto de estudio algo que ya estaba condenado a la extinción.
Para el investigador del Instituto de Geofísica, el estudio puntual de los vestigios de las glaciaciones es muy importante porque los cambios en estas masas de hielo perenne que duran todo un ciclo hidrológico en las montañas se han convertido en uno de los termómetros más precisos para medir el impacto del cambio climático y del calentamiento global.
El especialista señala que los glaciares mantienen dinámicas muy específicas de alimentación y pérdida.
“Los glaciares se alimentan con la precipitación sólida. Pierden masa por fusión o sublimación, es decir, la radiación solar también tiene un efecto que ocasiona que su material pase de sólido a vapor. Este es el proceso que caracteriza al hielo. Otras de sus características es el movimiento pendiente abajo una vez que se acumulan”, explica Delgado Granados.
En nuestro país sobreviven cinco masas de hielo que se podrían considerar como glaciares. Tres de ellos se encuentran en el Iztaccíhuatl, a 5 mil 240 metros de altura: el del pecho, de la panza y el sudoriental.
Los otros dos se localizan en el Citlaltépetl o Pico de Orizaba (5 mil 670 metros). El principal de esta cumbre es el Jamapa, mientras que otro pequeño se localiza en la zona noroccidental.
20-30 AÑOS se calcula para que los glaciares del Pico de Orizaba también desaparezcan
El Popocatépetl (5 mil 420 metros) también tenía glaciares, pero fueron declarados extintos en 2001. La erupción del Popocatépetl en 1994 ocasionó que su desaparición se exacerbara gradualmente por el calor y la exhalación de ceniza.
De entre los glaciares que restan en nuestro país, el sistema glaciar del Iztaccíhuatl es el más vulnerable, hace tres años se declaró extinto su glaciar Ayoloco y recientemente se colocó una placa para llamar la atención sobre el hecho.
“Es muy probable que en poco tiempo, entre cinco y 10 años, el Iztaccíhuatl pierda toda su cobertura glaciar”, señala el investigador, quien puntualiza que aunque las nevadas sigan ocurriendo, la temperatura ambiente está por encima de cero, por lo que la nieve no se preserva.
Los glaciares tienen una zona de acumulación y otra de pérdida. La línea que divide estas dos áreas es la línea de equilibrio que, en México, comenta el doctor Delgado Granados, está por encima de los 5 mil 250 metros. Esto quiere decir que, en el caso del Iztaccíhuatl, una montaña con 5 mil 240 metros, tiene una alimentación muy restringida.
5 MASAS DE HIELO que se podrían considerar como glaciares, sobreviven en nuestro país. Tres en el Iztaccíhuatl y dos en el Citlaltépetl o Pico de Orizaba
En el caso del pico de Orizaba, su mayor altura logra una zona de acumulación de hielo con más margen, pero conforme avanza el tiempo y mientras siga el aumento de la temperatura, la línea de equilibrio seguirá elevándose hasta que también el pico de Orizaba sufra por esto.
Se calculan entre 20 y 30 años para que sus glaciares también desaparezcan.
“Por los años 50 se empezó a observar un aumento en el ritmo de retroceso de los glaciares. Estaban sufriendo una pérdida de alrededor de 8 mil metros cuadrados por año
Radiografía histórica de un glaciar
El cambio climático es un proceso natural. Cuando acabó la glaciación, se entró a un periodo interglaciar que ocurrió hace 8 mil años. En ese momento desaparecieron los glaciares que se habían desarrollado en las altas montañas de México, en particular en la cuenca del centro de México, que acabaron proporcionando agua a los cuerpos hídricos donde se fundó Tenochtititlán. Todas las montañas con más 3 mil 500 metros de altitud fueron cubiertas con hielo en la última glaciación: el Ajusco, la Sierra de las Cruces y la Sierra Nevada.
“Tenemos dos estaciones en el Pico de Orizaba, pero estamos en el proceso de procurar levantarlas. Se requiere financiación, el problema es cuando se someten a Conacyt”
A principios del siglo XX, los glaciares sólo se encontraban en las montañas de más de 5 mil metros. “El cambio climático está asociado a la retracción de los glaciares y esa es una parte natural; sin embargo, por los años 50 se empezó a observar un aumento en el ritmo de retroceso de los glaciares. Estaban sufriendo una pérdida de alrededor de 8 mil metros cuadrados por año y eso era un componente natural del cambio climático, pero particularmente después de los 90 las tasas de retroceso empiezan a aumentar por encima de los 20 mil metros cuadrados por año. Esos momentos de pérdida de masa de hielo no solamente ocurren de manera acelerada en México, sino en todo el planeta”, señala el investigador.
Además precisa que fue en estas últimas décadas que se percibió un ritmo que no es natural. “Allí es cuando se concibe el concepto del calentamiento global, un fenómeno que se asocia a un aumento de temperatura asociado a la actividad antropogénica. Los glaciares a final de cuentas son instrumentos que permiten observar claramente el comportamiento del clima a nivel global”.
El ser humano en su actividad cotidiana emite gases de efecto invernadero que quedan a cierto nivel de la atmósfera y la radiación solar pasa, pero con una serie de efectos en la superficie terrestre que rebota en los gases. Además del calentamiento global, el experto considera los efectos de carácter regional, por ejemplo, en el Valle de México se forman islas de calor, acumulación de calor generado por las inmensas moles de hormigón y demás materiales, que suman temperatura.
8 mil AÑOS hace que se acabó la glaciación y se entró a un periodo interglaciar
Otro problema de carácter local es que la radiación se refleja en las masas blancas y se preserva el hielo, pero cuando esta masa desaparece, la radiación es rápidamente absorbida por las rocas y cambia la temperatura generando zonas de alta presión que eliminan la precipitación.
Otra cuestión que menciona el especialista es que la temperatura interna de los glaciares es muy cercana a los cero grados, lo que se llama hielos calientes, pero para poderse preservarse deben estar uno o dos grados debajo del cero.
Existen muchos fenómenos que se pueden estudiar alrededor de la cultura glaciar, como las masas llamadas periglaciales, referentes a procesos geomórficos creados por el congelamiento de agua, como suelos permanentemente congelados. El monitoreo e investigación de los glaciares, pero se requiere de instrumentación y expertos que estén al pendientes de estaciones glaciológicas donde diversos sensores puedan medir humedad, dirección del viento, temperatura ambiental, precipitación líquida y sólida, cambios de temperatura dentro del hielo y niveles de radiación en hielo y roca. “Tenemos dos estaciones en el Pico de Orizaba, pero estamos en el proceso de procurar levantarlas. Se requiere financiación, pero el problema es cuando se someten a Conacyt son proyectos de tres o cuatro años, pero estos procesos se requieren a más largo plazo, a 10 años. Se requieren renovar fondos y cuando no se logra convencer al ‘árbitro’ se detiene la investigación hasta que nuevamente se logran recursos, pero pueden pasar hasta cinco años sin ellos”.
“Aunque haya gobernantes que no lo consideren como algo importante, el calentamiento global se basa en una certeza científica. Hay que entender sus dinámicas para que las generaciones por venir puedan realmente adaptarse a todos los fenómenos ligados al cambio de clima, tanto natural como antropogénico. Nuestra documentación servirá para desarrollar formas adaptativas. No se puede dar reversa a la desglaciación, pero la comprensión del fenómeno tiene que servir para entender y detener el deterioro ambiental que nos daña a nosotros y pone en riesgo nuestra permanencia en el planeta”.
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