Reseña del poemario: “brújula del tiempo”: Mario Antonio Rosa

Carlos Javier Jarquín

“Escribo para sobrevivir” postulado que encierra su propio ciclorama, su propia astucia, desolación o soberbia. Postulado con luz propia, pues se llena de caminos, de una interpretación de la esencia que jamás nos abandona. Así empieza la luminosidad en la palabra de Mayra Encarnación. ¿Somos luminosos, a pesar de convocar asomos a la soledad y a la tristeza? Muy bien decía Novalis que “las palabras son la configuración acústica de las ideas.” En el poeta, acústica natural, y de supervivencia, piedra o sol -en el verbo de Octavio Paz- número desatado, a voz de Julia, y en ese riel magnífico de las imágenes me empujo a recordar a Vicente Aleixandre “la destrucción o el amor’’ El poeta es la existencia, interpreta la raíz de la existencia, su denominación, su hálito, su magia en los desencuentros-la existencia es laberíntica-y su gloria humana en los encuentros. De modo que, cuando el poeta asume su brújula, su tiempo, el territorio de su voz, desterrado tal vez, o a propósito, del mal paso de la cotidianidad del “uniforme” consenso de los hombres, se nos da, legítima, la existencia.

No es de extrañar entonces, la proeza tranquila y abarcadora en “Brújula del tiempo” (Areté Editores 2019) en la poeta y catedrática Mayra Encarnación. ¿Tranquila? Sí, hay un verbo maduro, andante en sus dominios, consecuente en lo que desea nombrar, individualista en su piel brújula, en su respiro para saltar y atrapar el mensaje que nos desea convocar. ¿Abarcadora? Definitivamente, esta vez se nos habla de lo vivido como alta suma al verbo perseguido, diestro, contumaz. El único compromiso es extenderse en ir catalogando cicatrices, descansos, ataduras, homenajes, avatares-el alma misma es un avatar aun sin desconstruirse a pesar de Rumi, o Tagore-aquí, en este libro, pequeño, solo de cuerpo, la poeta nos presta su inmensidad para leerse en una poesía exacta, dispuesta a ser la piel que necesitamos-irremediables caminantes de la poesía-para ser leída. Ella misma lo dice, es un acto de “Arrojar las vestiduras” de irse en vuelo contrario, el delicioso vuelo que nos lleva a una verdad absoluta: repetición en el infinito del poeta.
Deseo, me obligo, acepto, esa totalidad que nos ofrece la poeta en el Poema XVI, donde se funde la brújula, con su piel momentánea, surtidora, capaz de apoderarnos en su siempre, en su modalidad de arrobamiento, define-como alguna vez lo hiciera Huidobro en algún lugar de Altazor-su caída, sin temperatura, epidermis o membrana, pero es imposible caer, sino sorprenderse, y suspendidos observamos y ella también, poeta, nos deja cautivos:
La piel no tiene temperatura,
La piel profana el desconsuelo de la propia existencia
Mudar la piel ahuyenta el quebranto
Piel mustia de primaveras despojadas

membrana
desmembrada
fragmentada….

(Poema XVI)

¿En verdad nos viste la piel, o solo nos encubre? En “brújula del tiempo” la piel existe como un transeúnte vivaz con su abanico de formas y nombres. La piel tiene idioma entre la vivencia y el sentido. Como en Rosario Castellanos, parpadean los dos hemisferios de la vida, y la palabra impone su ley de trascendencia.

Voy, sin escalas, palmo a palmo, y me encuentro con el poema XXIII. El útero adquiere el lugar de la memoria; el intento, el desencuentro en el intento, la desolación, pero ahí está la memoria-decimos, poesía-estamos frente a un poema que nos deja detenidos a tiempo y contratiempo. ¿Qué figuras? ¿Qué mordaza de sueños? ¿Qué patrón de continuidad se aplica al coser-descoser? Los versos derraman su archipiélago de resacas y espejos rotos, se invoca ese interior de mujer, brillantemente insospechado:
…Soy desde el útero progenitor
nudo desatado
tránsito con llagas reverdecidas por el destiempo
sangre de mi sangre
rompo las de la aguja y el telar
cose-descose
descose-cose
morada desahitada…

(Poema XXIII)
¿Cómo era? ¿De cuánto amor ha sido la espera? Poema que se provoca llamarse insondable; la voz, ella, poeta, transfigura y asciende, no se queda separada de lo nombrado, su telar, ahora es un mural expresivo y con lugar de expresión. Es arte concluido.
Y precisamente, deja la ruta que seguirá, la palabra, su palabra, que ella ha querido hacerla nuestra. Los últimos tres poemas del libro hacen la resolución hacia y por la poesía. El estar invicto frente a la imagen; el estar desnudo ante el aire que registra la proyección de la palabra ante el tiempo y fuera de él; el saberse caminante de un misterio elegido y aceptado; el dominarse y rebelarse contra el límite y la oquedad. Es que el poeta vive de todo lo escondido en el refugio de la palabra; allí se prenden las oscilaciones del verbo, o el espíritu-alguna vez Unamuno vagaba en esa coordenada-allí se hace el verdadero cuerpo de vida; allí la brújula, magna de destinos y días, también algunos trajes del alma nocturna en su viaje, hace la piel unida, expuesta, propia, decidida:

Palabra
Refugio…voz escondida
(En la búsqueda de la creación)
Confesionario de testimonios vividos y por vivir.
Arranca la ignorancia
Desvive la homogeneidad de los pensamientos

Devela la soledad
Libera la proyección de la subordinación.

Palabra
Palabra

(Palabra II)

Con este libro se encierra una trayectoria de pasión y autenticidad por la poesía. Esa subordinación, ese “estar” sometido a la revelación de la palabra, sin otro testigo, que el ser, con su alumbramiento o grietas; con su ambrosía o sed inexplicable; con su destello a verano o a oscuridad bajo una noche de viento fuerte, es lo que hace al poeta un sobreviviente máximo, un estelar caminante en un andamio donde, nada puede interpretarse, solo la intensidad del pálpito, de la piel adoptada y robada a los sentidos. “Brújula del tiempo” es un libro que engaña en su brevedad palpable, de por sí injusta, pues tras de él, la paginación y sus territorios van levantando un extenso y redivivo universo que no termina en el último poema, sino que nos aproxima a observar nuevas ciudadelas, otros horizontes a cauce de imaginería, talento, fórmulas, verbo vivo.
Mayra Encarnación es poeta, y escribe para sobrevivir, repito.

Sobre el autor:
Mario Antonio Rosa, (San Juan, Puerto Rico) Es poeta, editor, periodista cultural, crítico literario y profesor de literatura. Publicó Misivas para los tiempos de paz, 1997; Tristezas de la erótica, 2003; Duelo a la Transparencia, 2005; y La tierra de mañana, 2018. Formó parte de la Antología Poetas para el Mundo Voces para la Educación junto a Ernesto Cardenal y Raúl Zurita de Chile, auspiciado por el Sindicato de Maestros de México, y la Nueva Antología de Poesía Hispanoamérica, auspiciada por la Revista Ómnibus en España. Al presente dirige junto a Marta Emmanuelli el proyecto editorial Palabra-Pórtico Editores.

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