De brisa a ciclón: el Tri golea a Chile, 3-1

ESPN

Parecía condenado al patíbulo en el primer tiempo. En el segundo tiempo se convirtió en implacable verdugo: México 3-1 Chile. Lo había advertido Tata Martino: él y el Tri hacían de esta noche algo personal.

Con 49,617 con boleto pagado, un cambio brusco ocurrió en el medio tiempo. México se fue al descanso como candidato a ser goleado, y en 13 minutos del segundo tiempo demolió tres veces la muralla chilena, con goles de Raúl Jiménez, Héctor Moreno y Chucky Lozano.

Cuando el Tri desató el Tsunami, el equipo chileno quedó cubierto de incredulidad y de incapacidad de reacción. La andanada fue despiadadamente sin reposo. Reynaldo Rueda tendrá la explicación al desplome de su equipo y su propia pasividad.

SUFRIR…

Imprecisión e intoxicación así se explica el México del primer tiempo. Lapso en el que Chile ni suda ni se acongoja para hacer sudar y acongojar a los mexicanos.

El Tri se planta convencido, pero desorganizado. La voluntad no basta. Genera alianzas y salida por instinto más que por asociación genuina. Le cuesta porque Chile se agrupa de memoria y solidariamente llega a compactarse con once en su primer tercio.

Además, el dique en media cancha traga agua. Se refugia y juega de espaldas, y facilita la recuperación chilena teniendo de frente el balón y el arco.

Desconcierto de funciones y poco diálogo. De nada sirven los aspavientos de Gerardo Martino. O persiguen a los andinos o se ponen de acuerdo. Supervivencia manda.

Poco necesitaba Chile para meter en problemas a México. Tener la pelota y envolverla en pólvora es artesanía de un solo toque. Poco trámite y mucho peligro.

A los 15 minutos, el árbitro elige no ver una mano de Héctor Moreno en el área, pero le endosa una amarilla a Andrés Guardado, y Guillermo Ochoa exorcizar el fantasma del 7-0 a brutal cabezazo de Vidal.

Para Ochoa, los escalofríos no se detienen. Porque el visitante se da cuenta que apretando, puede asfixiar. Y así, Héctor Moreno le salva la espalda a su arquero, y el arquero mismo roba un balón de la frente codiciosa de Nico Castillo.

En el afán de reordenarse, México se desordena. Empiezan a salir de sus posiciones y comprometen la posesión. Jiménez va de cacería a media cancha y Pizarro opera una milésima por detrás de la marca del adversario.

La tribuna puja, empuja, pero insultos, silbidos, alaridos, y el rutinario grito de “México, México”, queda como anécdota decibélica del juego. El único eco es el de sus gargantas: en la cancha, sofocados.

DESPERTAR…

El medio tiempo sienta bien al Tri. Anticipa marcas y compromete menos los balones. Encima, dos distracciones chilenas significan el primer gran susto para los andinos.

Y lo abandera Raúl Jiménez, primero con zapatazo cruzado al poste, y enseguida abriendo el marcador, tras una llave grecorromana de Hernández, y desde el manchón, ese sitio perfecto para sus manías de francotirador. 1-0 al minuto 51.

El largo ayuno tricolor del gol en amistosos lo interrumpe Jiménez, pero especialmente termina de administrarle confianza a un México que va abandonando el nerviosismo, para darle un poco de reposo a un trémulo Guillermo Ochoa.

En la metamorfosis de sometido a dominante, Guardado empieza a acomodar a sus peones, y Rodolfo Pizarro se atreve a generar estropicios. Algo debió ocurrir en el vestuario.

Y la embestida es brutal en el marcador. Cabezazo de Héctor Moreno al 63 y un toque suavecito de Chucky Lozano por encima del arquero, ornamentan el marcador. Un 3-0 impensable en el primer tiempo e insuficiente en el segundo.

La tribuna vive de pie, se queda de pie. El 2-0 es como el toque de arrebato. Y el 3-0 certifica el manicomio de una selección mexicana transfigurada en el descanso.

La tensión es masticable. Porque México quiere más sangre, como aquella, la derramada en el 7-0 de la Copa América Centenario, y porque Chile empieza a sacudirse el disfraz de víctima, lo cual corrobora con el remate de Nico Castillo, para ese 3-1 que le es abucheado hasta por americanistas.

Con 15 páginas en blanco por delante, Gerardo Martino saca a sus dos mejores hombres en el complemento. Chicharito Hernández entra por Raúl Jiménez y Eric Gutiérrez por Andrés Guardado. Y a los 82, en un júbilo desbocado, despiden a Lozano, para el ingreso de Diego Láinez.

Con forcejeos compartidos, pero sin asomo claro de superioridad, el trámite se consumó con un gol anulado a Javier Hernández al ’91. México ahora se enfrentará el martes a Paraguay, en Santa Clara, en el estadio de triste memoria.

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