Universitat Oberta de Catalunya
La información veraz, contrastada y contextualizada es esencial para conseguir motivar a la población y explicar los riesgos de la inoculación masiva de estas terapias.
Investigadores de la UOC han elaborado un decálogo aportando argumentos.
Las últimas informaciones sobre algunas vacunas contra la COVID-19
y las decisiones adoptadas por algunos estados y autoridades para limitar su inoculación a ciertos grupos de edad han derivado en una
desconfianza de estas terapias, lo que ha reducido de forma notable el ritmo de vacunación.
«La gestión de la información y la toma de decisiones sin criterios científicos y estadísticos han sido fatales para la confianza en las vacunas. La prudencia es un aspecto fundamental y hay que investigar cada caso y estar alerta, pero hay que ser consciente de que todos los fármacos tienen efectos secundarios y que estas vacunas no son diferentes de los miles de fármacos que nos hemos puesto antes y que nos ponemos cada día», detalla el médico Salvador Macip i Maresma, profesor e investigador de los
Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), director investigador del Mechanisms of Cancer and Ageing Lab de la Universidad de Leicester y divulgador científico que considera que actualmente ha habido una sobredimensión y se ha exagerado el problema.
De hecho, tras las informaciones publicadas por la Agencia Europea del Medicamento con respecto a la infrecuente vinculación de una vacuna contra la COVID-19 con una posible trombosis, se ha multiplicado el número de personas que no han acudido a su cita para vacunarse o que directamente han rechazado la vacuna de forma explícita motivados por las dudas planteadas y los posibles riesgos que tiene.
Argumentos de las personas contrarias a la vacunación
Estos argumentos que ofrecen las personas que no están dispuestas a vacunarse o que plantean muchas dudas sobre este tipo de terapias se basan principalmente en la libertad individual de cada ciudadano, en los efectos secundarios derivados o en la inseguridad.
«Es cierto que la decisión de vacunarse o no es un tema individual, pero también es una decisión comunitaria, ya que no vacunarse afecta a la sociedad y a la gente de nuestro entorno, por lo que hay una parte de responsabilidad civil», recalca este experto.
En este sentido, Manuel Armayones, experto en psicología del comportamiento y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigador del eHealth Center de la UOC, señala que la decisión personal de vacunar es un acto altruista en beneficio propio, pero también colectivo.
«Al vacunarnos estamos contribuyendo a ser parte de una sociedad segura que cuida del bienestar de todos, de las personas más frágiles y con mayores riesgos, como los ancianos, o de personas que por cualquier motivo médico no puedan vacunarse», subraya Armayones.
Por otro lado, otra de las dudas en las que se apoyan las personas contrarias a la vacunas para su rechazo se basa en la rapidez con la que se han desarrollado, sin tener en cuenta aspectos como la ingente inversión económica y profesional que se ha realizado en el último año.
«En algunos países se están administrando vacunas muy innovadoras, pero esto no quiere decir que sean nuevas o que se hayan inventado hace un año. Las vacunas de ARN se propusieron hace veinte o treinta años y desde entonces se lleva investigando en su desarrollo. Es más, ya se estaban haciendo ensayos clínicos antes de la pandemia, pero al haber una pandemia y una fuerte inversión se han acelerado los resultados», explica Macip.
Incremento de la motivación
Otro de los aspectos fundamentales para conseguir una aceptación social y una vacunación contra la COVID-19 masiva es el comportamiento humano. Es decir, hay que conseguir crear un entorno acorde que favorezca la consecución de este objetivo, para lo que se han de cumplir tres factores fundamentales, como son que las personas tengan la capacidad de vacunarse, que estén motivadas para hacerlo y que recibamos la «señal» para hacerlo.
«La capacidad para vacunarnos la tenemos, tanto porque todos dispondremos gratuitamente de dosis de vacuna como, colectivamente, porque contamos con profesionales entrenados y un sistema sanitario que nos ofrecerá un lugar y momento para hacerlo. Por otro lado, la señal, que sería el tercer componente para que llevemos a cabo la vacunación, nos llegará a cada uno por medio de una llamada o mensaje», recalca Armayones.
Asimismo, este experto de la UOC coincide con otros investigadores internacionales en que el principal reto para vacunarnos estará en lograr que el nivel de motivación sea alto, y más en estos momentos en los que dicha motivación es maleable en función de las
noticias e informaciones que van apareciendo en medios y sobre todo en redes sociales», recalca Armayones, quien añade que los mensajes para ser efectivos, además de ser fácilmente comprensibles, deben adecuarse a cada colectivo o grupo social,
escuchando sus dudas y ofreciendo respuestas claras. Otra estrategia para aumentar la motivación es incluir como modelos para seguir a referentes o personas influyentes que puedan convencer con su ejemplo a las personas que aún puedan dudar.
De este modo, el uso de la información ha de hacerse de una forma ponderada y equilibrada para que la gente comprenda, gracias a datos contrastados, los grandes beneficios de las vacunas contra la COVID-19, frente a los riesgos de la inacción. «Por desgracia siempre hay un porcentaje de gente reacia que negará estos argumentos, pero si conseguimos ofrecer de la manera más gráfica y visual posible datos validados científicamente y se establecen canales de comunicación fiable, por medio de distintas plataformas y redes sociales que resuelvan todas las dudas, este porcentaje será mínimo y no habrá ningún problema. Pero si este porcentaje aumenta, puede suponer un riesgo social mucho más grave», incide Macip.
Claves para combatir las dudas
En este sentido, las mejores herramientas para la persuasión y el convencimiento de las personas que dudan de los beneficios de vacunarse y recelan de los posibles riesgos, se basan en aspectos como la transparencia de la información, un enfoque positivo de la situación actual derivada de la vacunación o de los beneficios que se obtendrán socialmente gracias a la inmunidad adquirida.
«Debemos poner en valor los aspectos positivos de la vacunación frente al efecto tan negativo de no vacunarse, básicamente en el aumento de fallecidos y la imposibilidad de recuperarnos económica y socialmente, ya que la vacunación contribuye a formar parte de la solución. De hecho, la vacunación no solo ofrece un beneficio propio, también contribuye a ayudar al conjunto de la sociedad», incide Armayones, quien invita a pensar en una situación que por evidente no debemos olvidar: ¿qué pasaría si los científicos no hubieran desarrollado vacunas para acabar con la pandemia? ¿Cuánto tiempo más hubiera resistido la sociedad sin un colapso global mucho más duro que el que ya estamos viviendo especialmente en algunos sectores?
Del mismo modo, se ha de hacer hincapié en la información veraz y contrastada, de fácil comprensión para el público en general
que explique los datos en su contexto, no destacando únicamente los acontecimientos puntuales, como los trombos derivados de algunas terapias, poco frecuentes, sino también datos tan reales como puede ser el porcentaje de personas que los sufren en comparación con los efectos adversos de medicamentos mucho más comunes o el número de personas a las que la vacuna está salvando de morir por SARS-CoV-2.
«En el ámbito de la salud pública, debemos explicar a las personas los beneficios sociales que como colectivo vamos a ir teniendo debido al aumento de la vacunación y a la inmunidad de rebaño, como es el caso de la drástica reducción de los fallecimientos o el hecho de que aumentar los porcentajes de inmunización poblacional nos va a permitir recuperar paulatinamente, y a modo de metas, actividades relacionadas con el trabajo, la cultura y el ocio que tanto echamos de menos. De este modo, generando esperanza en la población, subrayando el gran esfuerzo colectivo en la vacunación, la mayoría del conjunto social asume ese esfuerzo en la consecución de un objetivo común», recalca el investigador del eHealth Center de la UOC.
Así, este binomio transparencia y vacunación masiva permitirá demostrar que las vacunas están funcionando y lograr que la gran mayoría de personas pueda comprobar de manera palpable lo importante que es la vacunación. «Y una vez que tenemos la información, será mucho más útil el ejemplo del efecto real de las respuestas de la vacuna en la sociedad para que la gente pueda observar lo que está pasando y cómo se está mejorando la situación. Así, poco a poco iremos dotando de confianza a más gente y se reducirá el número de personas escépticas», concluye Macip.
Decálogo para convencer a una persona escéptica de las vacunas
Los investigadores de la UOC proporcionan los 10 siguientes argumentos:
1- Todos los medicamentos tienen efectos secundarios, pero sus beneficios son muy superiores a los riesgos que se asumen.
2- Desde el comienzo de la vacunación, los fallecimientos de ancianos se han reducido drásticamente.
3- Las vacunas son las terapias más seguras y los posibles riesgos de las vacunas son poco probables.
4- Las vacunas basadas en ARN se llevan estudiando desde hace veinte años.
5- Los riesgos derivados de la COVID-19 son muy superiores, con riesgo de muerte, que las poco frecuentes trombosis derivadas de las vacunas.
6- No realizar una vacunación masiva prolongará la pandemia durante mucho más tiempo. No existen certezas, pero no hacer nada no va a mejorar la situación.
7- La vacunación masiva permite la vuelta a la normalidad y la recuperación paulatina de la normalidad.
8- Si ante una primera dosis no ha habido reacción, el riesgo de sufrir algún tipo de efecto secundario con la segunda dosis es mínimo.
9- Los profesionales sanitarios han sido los primeros colectivos en vacunarse y los efectos secundarios graves apenas han existido.
10- Vacunarse es un acto altruista: no solo se protege uno mismo, también contribuye a la protección de toda la sociedad, especialmente de aquellas personas inmunodeprimidas que no pueden optar a este tipo de terapias.