- CCE Puebla: entre la autonomía empresarial y la tentación política
Jorge Barrientos
Se acerca la renovación de la dirigencia del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de Puebla y, por primera vez en mucho tiempo, la disputa no sólo gira en torno a los perfiles, sino a la intromisión política que amenaza con convertir al organismo en un trampolín electoral.
Hasta el momento, la contienda tiene tres aspirantes: Herberto Rodríguez Regordosa, Luis Alberto Moreno Gómez Monroy y Juan Pablo Cisneros Madrid.
Y aunque cada uno representa una visión distinta, lo que verdaderamente está en juego es si el CCE seguirá siendo un espacio de representación empresarial o si caerá bajo la influencia de quienes ven en él una plataforma para su supervivencia política.
Porque esta vez no sólo compiten empresarios.
Compite también Eduardo Rivera Pérez, aunque lo haga desde fuera del padrón.
Su apuesta es clara: impulsar a Herberto Rodríguez Regordosa, académico de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) y no empresario, para convertir al CCE en una especie de oficina alterna rumbo a su proyecto de 2027. La operación que actores del sector han denunciado no es menor. Colocar a un perfil sin trayectoria empresarial al frente del principal organismo cúpula no responde a las necesidades del sector productivo, sino a la urgencia de Rivera Pérez por mantenerse visible y tener un bastión desde el cual ejercer presión política.
El segundo aspirante, Luis Alberto Moreno Gómez Monroy, expresidente de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (CANADEVI), llega como la opción de continuidad. Representa un estilo de conducción que muchos identifican con un CCE moderado, institucional… pero también demasiado cómodo con los gobiernos en turno, con poca confrontación y escasa capacidad de incidencia real.
El último contendiente, Juan Pablo Cisneros Madrid, ha demostrado que no sólo encabeza una propuesta distinta: encarna la visión renovadora que el empresariado poblano viene exigiendo desde hace años. Mientras otros perfiles representan inercias o intereses ajenos, él plantea un liderazgo moderno, autónomo y con carácter. Su proyecto gira en torno a recuperar la voz del CCE, reconstruir su autoridad moral y devolverle la fuerza que perdió conforme se volvió un actor silencioso ante decisiones públicas que afectan directamente a las empresas.
Mientras otros hablan del pasado, Cisneros habla del futuro.
Mientras otros justifican modelos agotados, él articula la necesidad de un CCE que sea contrapeso, no cómplice; interlocutor, no espectador; referente, no adorno.
Y eso explica por qué su figura ha comenzado a aglutinar apoyos de cámaras que buscan un cambio real, no un acomodo político.
La intromisión de Eduardo Rivera en este proceso no sólo es un error: es una amenaza directa a la autonomía del sector productivo. Un CCE utilizado como plataforma electoral dejaría de servir a los empresarios para servir a un candidato. Y Puebla ya ha pagado demasiado caro cuando los organismos se vuelven extensiones de proyectos personales.
Por eso esta elección es distinta.
Porque elegir a un académico sin trayectoria empresarial sería entregar el CCE a un grupo político.
Elegir continuidad sería mantener la inercia que ha debilitado al sector.
Elegir renovación, liderazgo y autonomía —representados claramente por Juan Pablo Cisneros Madrid— sería recuperar al CCE para quienes realmente lo sostienen: los empresarios.
Esta vez, el sector productivo no sólo elige presidente.
Elige si defiende su casa… o la entregará como plataforma electoral.
Y aquí la gran pregunta… ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?
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