Universitat Oberta de Catalunya
- El 38% de las páginas web que existían en 2013 ya no están disponibles
- Este fenómeno tiene un impacto negativo en la percepción de los eventos, en la memoria colectiva y en el acceso a la información
La afirmación “todo lo que hay en internet, permanece en internet” es cada vez más cuestionable. La realidad es que gran parte de la web desaparece sin dejar rastro. En solo una década, casi el 40% de los sitios web han dejado de existir, según un informe de Pew Research Center. “Este fenómeno se conoce como decadencia digital y se refiere a cuando un recurso digital deja de estar disponible, totalmente o en parte”, afirma César Córcoles, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC. Esta decadencia digital afecta al acceso a la información y borra fragmentos de nuestra historia colectiva.
Existen múltiples causas para la desaparición de contenidos digitales: fallos en servidores, obsolescencia tecnológica, cambios en políticas web, eliminación de contenidos o cierre de servicios digitales. “Actualmente tenemos a muchos usuarios e instituciones huyendo de Twitter y borrando sus tuits, eso también es decadencia digital. Recientemente, en Estados Unidos se ha observado la eliminación de contenido científico relevante de sitios web de organismos públicos”, comenta Córcoles, también director del máster de Desarrollo de Sitios y Aplicaciones Web.
“Puede ser que se retire un sitio web, que cambie la organización del sitio y los enlaces que apuntaban a los recursos que contenía dejen de funcionar, que se eliminen algunos de esos contenidos”, explica Córcoles. Pero la desaparición de contenidos tiene consecuencias en la historia, el periodismo y la educación. “Si ciertos contenidos desaparecen, nuestra percepción de los acontecimientos recientes puede cambiar, la decadencia digital hace que muchas veces alguna información pública no tenga opción de recuperación”, comenta Silvia Martínez, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC e investigadora del grupo GAME. “Por ejemplo, si se actualiza la composición de un comité asesor en una empresa y se elimina la referencia anterior, puede que no quede constancia pública de la versión previa”, añade. De hecho, según Pew Research, el 21% de las páginas web de sitios gubernamentales contienen al menos un enlace roto. Las páginas web de los gobiernos locales son especialmente propensas a tener enlaces rotos.
¿Beneficio o perjuicio para el derecho al olvido?
La desaparición parcial de información puede comportar que el contenido restante sea incorrecto o descontextualizado, si bien el afectado podrá ejercer el derecho de rectificación recogido en el artículo 16 del RGPD. “Este derecho legitima al interesado solicitar la corrección de datos inexactos para evitar interpretaciones erróneas”, señala Mònica Vilasau, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, experta en derecho digital.
Esta decadencia digital puede tener un impacto negativo en la memoria colectiva y en el acceso a la información e implicaciones en la historia, la educación o el periodismo. Según el informe de Pew Research, el 23% de las páginas web de noticias contienen al menos un enlace roto. Por ello, plataformas como Internet Archive han tratado de preservar información digital, pero el volumen de datos generados diariamente hace que esta tarea sea compleja. Además, “la desaparición de contenido también plantea desafíos en la conciliación entre el derecho a la información y la privacidad”, señala Martínez, que añade “el Reglamento General de Protección de Datos ya establece excepciones para la preservación de ciertos contenidos con fines periodísticos, artísticos o académicos, sin embargo, sigue siendo difícil equilibrar la libertad de expresión con la protección de la privacidad”.
Aun así, que internet pierda la memoria puede tener algún efecto beneficioso, por ejemplo, que existan ciertos espacios para el derecho al olvido. “La decadencia digital podría convertirse en una posibilidad de esta eliminación de datos y, por tanto, de garantizar este derecho al olvido porque no existe una permanencia, una continuidad de esta información en la red”, afirma Martínez, también directora del máster de Social Media: Gestión y Estrategia de la UOC.
Sin embargo, Vilasau insiste en la importancia de establecer criterios claros para la conservación y eliminación de datos en los sistemas digitales. “El derecho al olvido no debe confundirse con la desaparición arbitraria de información. La regulación actual busca equilibrar la privacidad con el acceso a la información, y es necesario definir mecanismos adecuados para su implementación”.
¿Es posible evitar la decadencia digital?
Según los expertos, si bien es inevitable que parte de internet desaparezca, existen estrategias para mitigar el problema. “Las instituciones y empresas deben ser conscientes de la necesidad de preservar sus contenidos. Iniciativas como Internet Archive han hecho un trabajo increíble, pero hacen falta más esfuerzos para conservar nuestro patrimonio digital”, explica Córcoles, que afirma que la clave está en las bibliotecas y en los archivos. La web Archive tienen la finalidad de preservar, de capturar contenido de la red para poder consultarla en posterioridad aún los cambios. Estas iniciativas intentan capturar y almacenar contenido de la web para que esté disponible en el futuro, preservando una parte de lo que de otro modo se perdería.
Por otro lado, la dependencia de plataformas privadas agrava el problema de la decadencia digital. “Publicar dentro de redes sociales y plataformas cerradas es una muy mala idea para la preservación de contenido”, advierte Córcoles. Casi un 20% de los tuits desaparece de la vista pública pocos meses después de su publicación. En el 60% de los casos, esto ocurre porque la cuenta que los publicó se hizo privada, fue suspendida o eliminada. En el 40% restante, el tuit fue borrado por su autor, aunque la cuenta siguió activa, según Pew Research.
En el caso de las plataformas o formatos cerrados, se complica la supervivencia de ese contenido. “Es decir, si un objeto tiene una única copia en un único servidor, el riesgo de perderlo es mucho más alto que si hay múltiples copias en múltiples lugares. Y también pasa, desde luego, que, si tenemos un archivo guardado en un cierto formato, y el formato no está bien documentado, puede que sea muy difícil poder extraer la información que contiene”, ejemplifica Córcoles, también investigador del grupo TEKING de la UOC.
El riesgo de una “memoria digital selectiva”
“Nos estamos dando cuenta, lentamente y demasiado tarde en ocasiones, de que lo que se publica en internet solo permanece en internet si hacemos los esfuerzos necesarios. Y, como consecuencia, nos estamos haciendo conscientes de la necesidad de preservar esa memoria colectiva también en el ámbito digital”, advierte Córcoles. A nivel público, existen algunos ejemplos para proteger ciertos contenidos; la Biblioteca Nacional de España, por ejemplo, ya conserva los videojuegos como lo hace con otros formatos culturales.
A medida que más información desaparece de la web, surge el riesgo de una “memoria digital selectiva”, en la que solo ciertos contenidos se conservan mientras otros desaparecen sin dejar rastro. “Nuestra relación con el entorno directo puede estar condicionada por esta capacidad de recuperar o de saber sobre temas, entidades o incluso, personajes, y que se pierda información relevante para la sociedad”, advierte Martínez.
La decadencia digital está transformando la manera cómo recordamos y accedemos a la información. “Estamos dejando nuestra memoria en manos de agentes que, por desconocimiento o falta de conciencia sobre la importancia del archivo digital, no están haciendo el mejor trabajo posible”, concluye Córcoles. Garantizar que nuestra memoria colectiva no se diluya en el olvido dependerá de los esfuerzos de gobiernos, empresas y la sociedad en su conjunto.
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