David Card, Premio Nobel de Economía, habla en la IBERO de inmigración y salarios mínimos

Staff/RG

  • El ganador del Nobel en 2021, por sus contribuciones empíricas a la economía laboral, ofrece conferencia magistral en la Universidad

El Dr. David Card, Premio Nobel de Economía 2021 -por sus contribuciones empíricas a la economía laboral-, ofreció en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México una conferencia magistral intitulada Investigación y políticas económicas: inmigración y salarios mínimos.

Card, director del Centro de Economía Laboral de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), dijo que el conocimiento económico es todavía imperfecto, que en éste es imposible lograr un 100% de consenso y que las opciones de políticas públicas a menudo dependen de factores no económicos.

Por ejemplo, al hablar en específico de la inmigración y los salarios mínimos mencionó que entre economistas suele haber posturas a favor y en contra. Una visión tradicional ve en la inmigración las siguientes ventajas: expande la economía -y a más trabajadores, mayor producto interno bruto-, aumenta el valor de la tierra y el capital, y aumenta los salarios promedio de los nativos. Como desventaja ve: salarios más bajos para nativos que compiten directamente con las personas inmigradas.

Respecto de los salarios mínimos (en su relación con la inmigración), el punto de vista tradicional ve como desventajas que: reduce el empleo de trabajadores con salarios bajos, disminuye los incentivos para la inversión y eleva los precios al consumidor. Y como ventaja: tal vez aumente los ingresos de los trabajadores peor pagados.

Al continuar disertando sobre la inmigración, el Nobel comentó que la mayoría de la gente piensa, intuitivamente, que: a más personas, salarios más bajos. Esta idea, refirió, fue propuesta por Malthus en su famoso ensayo de 1826 sobre la población y la miseria humana; pero sólo estaba pensando en el mundo medieval y en la agricultura.

Caso contrario, Card señaló que: los países más grandes no tienen un ingreso per cápita más bajo, las ciudades más grandes tienen salarios más altos, muchos países tratan de promover el crecimiento de la población e incluso algunas naciones alientan la inmigración -es el caso de Canadá, Australia y Nueva Zelanda-.

A principios del siglo XX, prosiguió el doctor, las y los economistas se dieron cuenta de que en una economía industrial se puede evitar la trampa malthusiana, si: el capital -maquinaria, infraestructura- se expande con la población y cuando la inversión sigue el ritmo de la población, pues la producción por trabajador puede aumentar incluso con más población.

También se percataron de que, si las entradas de inmigrantes no están diversificadas, podría haber un efecto negativo en los nativos más similares. Por lo que el profesor de economía de la Universidad de California preguntó: ¿cómo obtenemos evidencia creíble sobre el efecto de los flujos de inmigración?

Parte de esa evidencia creíble halló que el éxodo masivo de judíos rusos a Israel, de 1991 a 1993, tuvo un efecto pequeño -cercano a 0- en los salarios de las personas nativas, y a corto plazo hubo grandes aumentos en la inversión en Israel.

Más evidencia creíble mostró que: las personas inmigrantes van donde inmigrantes anteriores del mismo país fueron muchos años antes, por ejemplo, los cubanos a Miami y los polacos a Chicago; y se pueden encontrar flujos de entrada previstos que no dependen de las condiciones actuales en una ciudad.

Del lado opuesto, reacciones políticas a la inmigración han sido: que las políticas de inmigración de Estados Unidos se endurecieran después de 2001 y nuevamente bajo la Presidencia de Trump, y que las políticas de refugiados ahora estén entre las más estrictas del mundo. Por ello, David Card apuntó que la inmigración impulsada por factores no económicos genera en naciones como Estados Unidos y el Reino Unido preocupaciones sobre su composición (racial).

Al volver al tópico de los salarios mínimos, expuso que la teoría dice que, al aumentar el salario mínimo, los empleadores recortan el empleo; de lo cual se deriva esta suposición implícita: los empleadores contratan a cada trabajador a su salario de mercado. Pero, ¿y si los empresarios fijan los salarios?; Robinson (1933) mostró en ese caso, que imponer un salario mínimo puede aumentar el empleo.

Al proseguir su charla, el Premio Nobel enunció que, como parte de evidencia creíble, estudios del nuevo salario mínimo federal en la década de 1940 analizaron las fábricas textiles del sur. Esta misma idea, pero con un grupo de control, la retomó Card en un estudio que hizo sobre New Jersey (NJ) y Pennsylvania (PA), en 1994.

El Dr. Irving Rosales, Director de la Departamento de Economía de la IBERO, explica en su que Card investigó junto con Alan Krueger cómo el incremento de los salarios mínimos afecta de manera causal el desempleo. Al utilizar un ‘experimento natural’, identificaron que New Jersey y Pennsylvania son municipios colindantes pertenecientes a exactamente la misma zona urbana, que comparten las mismas características en muchos factores importantes en el mercado laboral. La única diferencia fue que el salario mínimo sí se incrementó en New Jersey -grupo tratamiento- y no se incrementó en Pennsylvania -grupo control-.

Respecto de este estudio, NJ-PA, el ponente compartió que la reacción fue mixta. Economistas conservadores, como el Premio Nobel James Buchanan, dijeron que ningún economista que se precie de serlo afirmaría que los aumentos en el salario mínimo aumentan el empleo. Tal afirmación, argumentó Card, se vuelve equivalente a una negación de que existe un contenido científico mínimo en la economía y que, en consecuencia, los economistas no pueden hacer nada más que escribir como defensores de intereses ideológicos.

Posterior al 2000, muchos Estados adoptaron salarios mínimos. Sin embargo, el salario mínimo federal está atascado, y la oposición todavía usa la preocupación por la pérdida de empleos como argumento principal. Incluso si el salario mínimo tiene efectos limitados en el empleo, aún puede generar menores ganancias para las empresas. Entonces, David Card cuestionó: ¿la preocupación por la pérdida de empleo es realmente el problema principal?

Vale señalar que el invitado distinguido de la IBERO mencionó que tras introducirse el salario mínimo en 1996 en el Reino Unido y en 2016 en Alemania, está claro que los efectos sobre el empleo de aumentos modestos del salario mínimo son muy pequeños.

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