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La Dra. Lucina Jiménez, titular de Bellas Artes, ofreció una conferencia magistral en el marco de foro internacional Las universidades del mundo: políticas culturales y desarrollo, que tiene lugar en la IBERO como parte de ‘Mondiacult 2022’
La incertidumbre y los tiempos de profundos y acelerados cambios que se están viviendo obligan a repensar la misión de las universidades y de la educación superior, consideró la Dra. Lucina Jiménez López, directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBA).
Así lo dijo en la conferencia magistral que dictó en la reunión internacional ‘Las universidades del mundo: Políticas culturales y desarrollo sostenible de los países’, celebrada en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en el marco de la conferencia mundial de la UNESCO ‘Mondiacult 2022’.
Mencionó que nunca ha sido tan crucial asumir la formación de profesionales, la investigación y la difusión de la cultura, con responsabilidad social, ética, ecológica, igualitaria y política, en torno al futuro de la vida en el planeta y la sostenibilidad del modelo civilizatorio.
“Este ambiente que vivimos, de cambio climático, de violencias de género, de racismos y de clasismos, de desigualdad, nos llaman a fortalecer, precisamente, el papel de las universidades e instituciones de educación superior públicas y privadas, para responder con esperanza a las exigencias de nuestro tiempo”.
Se necesitan, indicó, nuevas formas de creación y socialización del conocimiento y un uso ético del desarrollo científico-técnico, que permitan ejercer los derechos culturales en contextos de diversidad y desigualdad.
Jiménez también destacó cinco elementos coyunturales que está enfrentando la educación superior. Primero, la pandemia, que “nos hizo pensar en el cuidado de sí y en el cuidado de los demás”;
segundo, la emergencia de los feminismos y la exigencia de las reivindicaciones de igualdad en todos los planos de la vida social, cultural y política.
Tercero, la emergencia creativa de múltiples voces que están planteando posturas y formas de entender el mundo desde diversas matrices culturales –indígenas, afrodescendientes, juveniles, urbanas o movimientos ecológicos; cuarto, el uso ético de la inteligencia artificial, porque la pandemia implicó la virtualización de las relaciones pedagógicas; y quinto, la integración del conocimiento desde una perspectiva interdisciplinaria.
Respecto al derecho cultural, dijo que hoy está basado en la decisión de las personas, en lo individual y en lo colectivo, a pertenecer a ámbitos donde su convicción, deseo, corazón, memoria e identidad les indiquen; y también en su deseo de no pertenecer a miradas binarias o clasificaciones estables.
Así que “necesitamos, creo yo, algunas pausas y algunos silencios para replantearnos los lugares desde donde hacemos pedagogía, los lugares desde donde generamos procesos creativos, los lugares desde donde hacemos investigación”.
“Pausas y silencios para remirarnos como especie y asumir un compromiso ético con nuestros congéneres, con otras especies y con el planeta, que nos permitan imaginar y crear nuevos horizontes más cálidos y justos para preservarnos y preservar la Tierra. Que se conviertan esas pausas y silencios en acciones concretas, en acciones éticas, en acciones estéticas, políticas”.
Para poder atender estos retos, señaló, la educación superior requiere fortalecer la presencia de las artes y la cultura, no como una receta salvadora, pero sí para potenciar nuevas formas de estar en el mundo y, sobre todo, para repensar esos desafíos y articulaciones que se han de reformular desde de la imaginación y la innovación de la creatividad.
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