Se autorroban en Movilidad; no sirven caballerizas para resguardar documentación

Arturo Tecuatl

Un vulgar ladrón de permisos para circular sin placas y hasta de tarjetas de circulación en la Secretaría de Movilidad y Transporte no tarda en caer.

Lo denunció la propia titular de eso que solía llamarse Secte, ante la Procuraduría de Justicia en el estado y ante la Secretaría de la Función Pública.

Hace unas semanas, vecinos de Apetatitlán y el alcalde Ángelo Gutiérrez, reflexionaban si es o no conveniente que dicha dependencia siga operando en ese bello municipio al cual se conocía como Villa de Antonio Carbajal.

Sin prever el dislocamiento en el urbanismo de una comunidad, parte pintoresca y parte alocada sede de la Secretaría de Movilidad, sumaron abrir las puertas de la Secretaría de Finanzas, en una bella casa adecuada en tiempos de José Antonio Álvarez Lima como despacho alterno del gobernador.

Y cumplía con esa función, pero con el tiempo se convirtió en la sede que faculta a un par de gatos de la burocracia a generar largas filas para autorizar… que el emplacamiento de autos importados o chocolates, o las gestiones más extrañas generando ganancias estratosféricas a esos gatos, puestos ahí para enriquecerse y llevar la centaviza a la cuenta personal del alto mando.

Ese sistema no cambia. Parece que retrocedemos a los tiempos de un pobre gobernador, su jefe de policía y su tesorero. Así funcionaba ese Tlaxcala de caminos terregozos y autos nostálgicos.

Pero, qué tal nos fue en esta modernidad pseudo burocrática haciendo los grandes negocios en el pueblo apacible, muy propio para darle un título de atractivo cultural y turístico, justo el lugar para recrear aquellas escenas de corrupción prehistórica.

La gobernadora y su creativo séquito deberían reflexionar en la falta que nos hace algo así como un Centro de Atención Múltiple donde, ordenadamente funcionasen oficinas dignas y no este desfiguro que hoy vemos: devino en la vieja finca una de cuyas caballerizas improvisadas como sitio de resguardo para papelería delicada fue saqueada por alguno de los malhechores que suele operar ahí muy de corbata y anteojos obscuros.

Una finca así es invitación a los rateros a servirse como antes lo hacían y, si no hay reacción ante este desorden así seguirá.

Hoy el gobierno estatal tiene gorda la chequera como para erigir en alguno de sus muchos terrenos un Centro de Atención Múltiple y planear otros para municipios que crecen burocraticamente como la espuma.

Hoy, Lorena Cuéllar Cisneros, tiene la obligación a la que la llama esa doctrina de la Cuarta transformación para acabar con la corrupción; de dar una versión creíble sobre los motivos que la hicieron “rajarse” de dar un mejor uso a la casa de gobierno, convirtiéndola en un sitio de puertas abiertas a las familias menos favorecidas, ciertamente el grueso electoral que la mantiene como personaje bien visto desde Presidencia.

Rajarse de dar la casa de gobierno a los pobres

Cuando me enteré que un familiar suyo dedicado a ganar la papeliza haciendo remozamientos y obras estéticas de urbanismo le sugirió no entregar la casa de gobierno a los pobres, sino embellecerla como lo haría cualquier gobernador rancio, presuntuoso y aferrarse a habitarla aunque ya vivamos en otra época, austera, alejada de la suntuosidad y el ceremonial que da culto a la persona del mandatario en turno, no se los niego me decepcioné.

Hoy traigo a colación ese asunto, dado el caos en dos dependencias vitales para el gobierno: Finanzas y Movilidad, y también el uso de la mansión fifí, regalada como finca baldía hace décadas al gobierno estatal por la familia Barroso (propietaria de la Fábrica Zahuapan), siendo Túlio Hernández el jefe del Ejecutivo local.

¿Qué difícil verdad? Tomar la decisión de combatir la corrupción sacando de Apetatitlán dos nidos de ratas y acomodarlos en un edificio digno, con estacionamiento amplio y buen servicio a la creciente clientela de causantes.

Y también desoír al tío que remozó la Casa de Gobierno y le sugirió (en mala hora) “no le des la casa de gobierno a los jodidos, mejor vuélvete una reinita en tu castillo mientras esos mismos pobres te den su voto y no cuestionen tus costumbres de abolengo, pompa y poderío”.

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