Debate
Por Roberto Desachy Severino
Su primer y peor pecado fue el de creer que le bastaban las relaciones políticas nacionales para ser la próxima rectora de la BUAP, pese a llevar varias décadas en la institución, además de un año como secretaria general de la institución y, como tal, debió saber que se trata de un ente vivo, complejo, político y politizado, que rechaza las imposiciones y soberbia.
Otras de sus graves fallas fueron la soberbia y deslealtad. En enero del 2020 aceptó la invitación del rector Alfonso Esparza Ortiz para ser la secretaria general de la BUAP y ello la convirtió en una precandidata natural a la sucesión, pero comenzó a pelearse con los grupos, empezando por su propio cuñado y el alma matter, Francisco Vélez Pliego y el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSyH): Nombra el Rector Alfonso Esparza Ortiz a Guadalupe Grajales y Porras como titular de la Secretaría General de la BUAP
Tampoco desempeñó su papel como funcionaria universitaria: Generó un severo problema en la facultad de Psicología al empeñarse en imponer a un candidato como director, pero falló y el propio Esparza Ortiz se vio obligado a intervenir para resolver el conflicto: Levantan paro en Psicología de BUAP y acuerdan elección transparente
Doña Guadalupe Grajales Porras dinamitó sus propias posibilidades de ser rectora al usar su cargo –y supuestas relaciones políticas nacionales- para autoasumirse como la “candidata oficial” y tener reuniones con medios informativos, pese a que ello implicó violaciones éticas y de códigos electorales, puesto que no debió seguir como funcionaria y, al mismo tiempo, presumirse como futura aspirante.
FALTA DE ASEPSIA Y OFICIO POLÍTICO
No mantuvo una buena relación con la comunidad ni el Consejo Universitario. Anunciada antes de tiempo y luego de violentar las formas políticas y estatutarias, su candidatura no creció y doña Guadalupe se llevará una estruendosa derrota ante la próxima rectora, Lilia Cedillo. Lo cuestionable es que no haya aprendido de sus fracasos de 1996 y 2000, cuando quiso ser directora de la Facultad de Filosofía de la BUAP y perdió ante Roberto Hernández Oramas.
Alfonso Esparza Ortiz la removió del cargo para garantizar un piso parejo a todos los aspirantes a sucederlo, debido a que doña Lupita –insisto- trató de “ganar por defaul”; es decir, asumiéndose como la candidata “oficial”, pese a que nunca hubo condiciones para que surgiera esa figura en el proceso interno:Rector Esparza separa de su cargo a secretaria general de la BUAP para garantizar democracia rumbo a renovación de la rectoría
Hoy, doña Guadalupe Grajales se queja de la administración universitaria –a la que ella misma perteneció durante el último año y medio- y denuncia supuestos “fraudes electorales”, pese a que ni ella ni nadie ha documentado que en la sucesión rectoral intervenga algún nivel de gobierno de la institución o fuera de ella.
DILAPIDÓ LA POSIBILIDAD DE UNA CAMPAÑA QUE PUSIERA HINCAPIÉ EN LAS QUEJAS Y NECESIDADES DE LA BUAP, NO DE ELLA
No tiene comité de campaña y, como hizo cuando fungió como fallida secretaria general de la BUAP, se ha mantenido alejada, distante de la comunidad y sus necesidades. Incluso, en su desesperación por ver la apabullante ventaja de Lilia Cedillo, el pasado 11 de septiembre doña Lupita Grajales llamó “pastoreables” a los estudiantes: Profesionalización docente para rescatar a la universidad: Lupita Grajales
Porque en lugar de realizar una campaña digna, simbólica, en la que pusiera hincapié en los verdaderos problemas y necesidades de la institución, como la permanente falta de recursos federales y la nula colaboración con los diferentes niveles de gobierno, para que algunas de sus propuestas fueran retomadas, doña Guadalupe Grajales Porras se concentró en asumirse como supuesta víctima de la administración central a la que ella perteneció hace muy poco y en descalificar el proceso interno en el que decidió participar.
Y, frente a la evidente derrota y desazón de sentirse primero la “candidata oficial” y, después, ser defenestrada como secretaria general y quedarse sin posibilidades reales de ganar la rectoría, doña Lupita Grajales decidió pelearse con la comunidad universitaria y prometer cosas que ella misma sabe que no podría cumplir, como su llamado “rechazo cero”, que implicaría que los gobiernos federal y estatal le tendrían que dar a la BUAP recursos infinitos para admitir a todos los aspirantes: Urge modificar el sistema de elecciones en la BUAP: Lupita Grajales
Al final, a doña Lupita le cayó la realidad de las 54 mil muestras de apoyo hacia Lilia Cedillo y las apenas 127 que obtuvo ella y su reacción fue volver a encapsularse, como hizo cuando era secretaria general. El problema es que, como candidata, ella era la que tenía que acercarse a los universitarios y no viceversa: Concluye nominación de aspirantes ante la Comisión de Auscultación
Pero no, nunca tuvo la sencillez, el tacto o, quizás, la intención de conocer y escuchar a los estudiantes, académicos y administrativos a los que supuestamente quiso representar.