A un año de confinamiento, niñez está agotada y desmotivada: expertas

Staff/Rosi

Especialistas de la IBERO recomiendan platicar con los infantes sobre lo que está ocurriendo y no exigirles de más
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A poco más de un año de confinamiento por la pandemia del COVID-19, las niñas y niños de México se encuentran en un estado de cansancio, desmotivados y sin ánimos, situaciones que no ayudan en el proceso de aprendizaje, señaló la Dra. Cristina Curiel, académica del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana.

 

La integrante de la Sociedad Psicoanalítica de México explicó que los infantes presentan cansancio, tristeza, rebeldía y apatía en las clases a distancia, y tratan al mismo tiempo de mantenerse al corriente en la escuela.

“Si en algún momento ellos han tenido derecho de estar hartos es ahora. Normalmente, esta época del año escolar es difícil. Docentes siempre reportan que los meses cercanos al final del ciclo escolar son complicados porque hay más cansancio y los infantes empiezan a estar más dispersos. Esto sumado al confinamiento se vuelve más complicado”, dijo Curiel.

La psicóloga dijo que los infantes han transitado por distintas situaciones en este año. Al principio de la pandemia, había miedo e incertidumbre; después, aprendieron cuestiones de prevención, por ejemplo, niñas y niños, en automático, se ponen el cubrebocas, lo que habla de una gran capacidad de adaptación. En general, han podido añadir a sus vidas las restricciones necesarias.

La psicóloga recomendó explicarles la situación en la que están y no exigirles más. Platicar con ellas y ellos sobre lo que está ocurriendo y de los esquemas de vacunación que se llevan a cabo para erradicar la pandemia. Tienen derecho a la verdad y ésta debe darse de una manera que puedan entender para que sigan tomando medidas de protección a la salud.

Por su parte, la Dra. Myriam de Luna, académica del Departamento de Psicología de la IBERO, comentó muchos niños han perdido la oportunidad de dar seguimiento a la escuela ante la falta de condiciones y de apoyo, lo cual es un riesgo porque implica un rezago educativo que impacta en lo social.

De acuerdo con la Encuesta sobre los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares con Niñas, Niños y Adolescentes en la Ciudad de México (ENCOVID-19 CDMX), en el 14% de los hogares capitalinos algún niño, niña o adolescente dejó de estudiar en el actual ciclo escolar (2020-2021); mientras que el 76% de los hogares con niños, niñas o adolescentes en edad escolar (4-17 años) reportó que disponen de recursos para continuar con la educación a distancia.

De Luna agregó que se ha perdido la parte social de relacionarse con sus pares. Dijo que es importante el aprendizaje a través del juego y la socialización por medio de la interacción con otros. En preescolar está limitado esto pues no se puede realizar por medio de las pantallas; mientras que para quienes cursan primaria necesitan más la convivencia, no sólo de la familia, sino de sus pares y docentes.

“La escuela en casa no da esta oportunidad. Quienes toman clase a través de la televisión tienen limitada la interacción con compañeros, mientras que quienes están a través de plataformas como Zoom es limitado el espacio que se les da para interactuar con sus compañeros”, dijo.

Añadió que el contexto en el que se desenvuelvan los infantes será determinante para la forma en la que enfrente esta crisis sanitaria. “El ambiente en el que esté el niño y el apoyo de la familia y de las personas que les rodean, será importante en cómo les afecte el confinamiento”.

De acuerdo con la experta, cuando hay estrés tóxico en niñas y niños ocasionado por problemas económicos, pocas redes de apoyo, violencia, deserción escolar, enfermedad, mayor uso de pantallas, ente otros, puede haber ansiedad y depresión infantil; y estos padecimientos se aceleran sobre todo en quienes se acercan más a la adolescencia.

La académica recomendó mantener actividades como salir a caminar o ir a un parque con todas las precauciones, pues el ejercicio físico y el contacto con la naturaleza y el aire libre activan neurotransmisores como la dopamina y serotonina que nos hacen sentir mejor.

También deben procurarse las relaciones afectivas, es decir, tener un momento del día para dedicárselo al niño o la niña, “unos momentos de relación hacen toda la diferencia”.

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