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Las navidades de 1980 le trajeron una sorpresa al celador del penal de San Quintín cuando el día 26 de diciembre corrió a dar la alarma y solicitar la presencia urgente de un equipo médico en una de las celdas. Su ocupante estaba inerte sobre el camastro y los sanitarios no pudieron sino certificar la muerte por sobredosis, paradójicamente causada por fármacos antidepresivos que la propia enfermería de la cárcel le dispensaba y él había ido guardando pacientemente para suicidarse y evitar la cámara de gas. Se trataba de Richard Trenton Chase, quien apenas tres años antes acaparase la atención de los medios con el sobrenombre de el Vampiro de Sacramento.