Hipólito Contreras
El campo mexicano está inmerso en un “callejón sin salida” en materia de productividad de granos básicos y oleaginosas; enfrenta condiciones adversas de climas en la región centro-norte, y abundancia de lluvias hasta inundaciones extraordinarias en el sur-sureste, lo mismo que en el resto de las vertientes del Golfo de México y el Pacífico, las cuales son bañadas por lluvias derivadas de un promedio anual de 34 tormentas tropicales y huracanes, afirmó el analista Pascacio Taboada Cortina.
En el país se practican dos tipos de agricultura: la de temporal, que comprende una superficie de 14 millones de hectáreas en su mayor parte sembradas en primavera-verano, y de riego, con alrededor de 6 millones de hectáreas, en alto porcentaje cultivadas durante el ciclo de otoño-invierno de cada año. Solamente de maíz, se cultivan promedio al año 8 millones de hectáreas, de las cuales 15 por ciento son de riego.
El comportamiento del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el sector agropecuario, forestal y pesquero, en los dos primeros años, la estrategia ha estado “para el arrastre”. Desmantelamiento de la estructura de todas las dependencias, en particular las de Agricultura y Desarrollo Rural y de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, el esquema financiero sigue con su estructura burocrática, no cuenta con presupuesto para acreditar a los sectores agrícola, ganadero, forestal y pesquero.
Consideramos que, si algunas dependencias del gobierno federal tienen la intención de emprender nuevos programas y acciones a favor del campo, no es el mejor momento para ponerlo en marcha, sobre todo debido a la pandemia y a la escasez de recursos. No hay dinero identificado para llevar a la práctica los apoyos que necesita el campo, ni para inversión ni para gasto corriente.
Comentó que Víctor Suárez Carrera, subsecretario de asistencia alimentaria y productividad de la Secretaria de Desarrollo Rural hizo declaraciones sin sustento técnico y menos científico, como el hecho de que “no podemos seguir con el modelo del pasado, con una agricultura que deteriora los suelos, que destruye la biodiversidad, que excluye y expulsa a los pobladores rurales, que contamina el agua y emite gases de efecto invernadero y que produce alimentos que no nutren, sino que hacen daño”.
Comentó que, a partir de la presente administración, ya no hay técnicos para el sector primario. De un plumazo desaparecieron los servicios de asistencia técnica y extensionismo, ahora, según dijo, los responsables de esos servicios serán los técnicos agroecológicos y sociales, también los promotores comunitarios “quienes, en esta estrategia, puntualizó, son becarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social”.
Eso parece fuera de contexto, comentó, pasar de la orientación y capacitación agrícola, que impartían auténticos agrónomos y extensionistas, al sector de Trabajo y Previsión Social.