Universitat Oberta de Catalunya
Las pandemias en la historia se ha convertido en un tema recurrente a raíz de la crisis mundial por el coronavirus-
¿Hemos aprendido de la historia para combatir la pandemia de la COVID-19? ¿Qué similitudes encontramos entre los hechos históricos sobre pandemias y la actual emergencia sanitaria? ¿Hemos repetido errores que ya habían sucedido en el pasado?.
Jaume Claret, historiador y profesor de los Estudios de Artes y Humanidades Universitat Oberta de Catalunya (UOC) realiza este análisis.
La historia de la Humanidad está pespunteada de sucesivas pandemias que han diezmado periódicamente el mundo. Hasta tal punto que historiadores como Walter Scheidel incluyen las epidemias entre los “cuatro jinetes del apocalipsis”, junto con las guerras, las revoluciones y los colapsos civilizadores que han ‘nivelado’ violentamente las desigualdades de cada período histórico. Incluso el biogeógrafo Jared Diamond cerraba su reciente “Crisis” apuntando la probabilidad de una próxima emergencia sanitaria especialmente virulenta.
Para Claret, a estas voces en el desierto, cuyo eco únicamente encontramos en epidemiólogos e investigadores diversos, podríamos sumar las advertencias previas representadas por episodios anteriores de virus respiratorios como el SARS, el MERS o el H1N1.
Sin embargo, ninguno de ellos tuvo el impacto de la actual COVID-19; y no lo tuvieron porque, en este caso, la pandemia sí que hizo realidad la teoría del queso suizo, todo lo susceptible de fallar, falló; pero además muy pocos países aprovecharon aquellas primeras crisis para testar y preparar respuestas ante amenazas mayores.
Volver la mirada a la historia «Inmersos en la emergencia hospitalaria y ante un horizonte de postpandemia que fluctúa entre el pesimismo apocalíptico y el optimismo tecnófilo, quizás valga la pena recuperar antecedentes históricos que nuestra memoria colectiva ha desdibujado» afirma Claret.
El referente más similar y más citado es, sin duda, la denominada gripe española de 1918. Iniciada en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, sus efectos fueron más mortíferos y globales que el mismo conflicto bélico.
Laura Spinney, la principal especialista sobre aquellos hechos, calcula que este ‘jinete pálido’ provocó entre 50 y 100 millones de víctimas entre el 1918 y 1920 que duró la pandemia, en donde la mayoría de fallecidos sucumbieron a una insuficiencia respiratoria, lo que dejó una serie de aprendizajes básicos, como la apuesta por la higiene y la ciencia.
El confinamiento, la respuesta más efectiva hace un siglo El confinamiento fue a menudo la respuesta más efectiva, pues lo contrario únicamente acentuaba los efectos devastadores de la epidemia. Hoy, nuevamente, hablamos de distanciamiento social preventivo, y tan solo minorías radicales e iluminados cuestionan esta certeza.
Por desgracia, en algunos casos estas medidas son inalcanzables, evidenciando desigualdades vergonzosamente normalizadas, porque la realidad es que, mientras no se disponga de una vacuna efectiva, las cuarentenas han sido y todavía son la única medida efectiva, aunque para mayor garantía necesitan de unas autoridades organizadas y de una ciudadanía comprometida e informada.
Sin necesidad de rememorar las grandes plagas medievales y modernas, ya a finales del siglo XIX encontramos diferentes episodios, sobre todo de cólera que dejó alrededor de 10 millones de personas muertas a nivel mundial, mucho más mortífera que el tifus o la fiebre amarilla.
Los antecedentes históricos muestran cómo la humanidad recae en los errores y parece que redescubre los aciertos. Evidentemente, no todo es tan simple.
Existen aspectos que muestran una mejora, como la investigación científica y el conocimiento acumulados, pero otros han empeorado como la reducción de la biodiversidad «como decíamos al principio, la memoria colectiva es corta.
Por lo tanto, nada descarta que, a pesar de las promesas de contrición y de futuros sostenibles, aprovechando el ‘renacimiento’ animal, a rebufo de nuestro confinamiento, nada cambie.
Si lo hace, confiemos en que, entre todos los caminos posibles, escojamos aquel que pasa por la ciencia, la empatía y la sostenibilidad» indica Jaume.
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