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Detrás del aparador de un local llamado La Popular, una tienda de Chihuahua encargada de hacer los famosos vestidos de novia de la zona, está la Pascualita.
El maniquí permanece ahí desde 1930, cuando la dueña la adquirió luego de llegar de Francia porque además de ser sumamente bella y de aspecto realista, se parecía bastante a su hermana y a ella.
Según se cuenta, desde el primer día en que la novia de cera estuvo en la La Popular tuvo mucho éxito entre los transeúntes puesto que era distinta a los demás maniquís de la época: tenía un mejor acabado en la cera, sus ojos eran de cristal, su pelo y sus pestañas eran implantes de genuino cabello humano, y su expresión, a diferencia de las de tantos maniquís de mirada inerte, era viva y reflejaba emociones, como si tuviera alma.
En la década de los 70, surgieron rumores de que la novia de cera estaba viva y era capaz de moverse de noche cuando no había nadie en el local, o que sonreía a las personas que pasaban por ahí.
Los rumores se hicieron más fuertes cuando la dueña falleció, las personas dijeron que La Pascualita los seguía con la mirada o que por breves segundos le aparecían venitas rojas en los ojos.
Algunas empleadas renunciaron porque la vieron llorar o moverse, y otras se negaban a vestirla porque, supuestamente, le aparecían venas verdosas en las piernas, que posteriormente desaparecen.
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