Arlette Hernández
Con el objetivo de mejorar la nutrición y economía de familias de escasos recursos en Puebla y otros estados, el Laboratorio de Biotecnología del Departamento de Investigación de Ciencias Agrícolas (DICA) de la BUAP brinda capacitación, además de una metodología simple y accesible, para fomentar el cultivo y producción del hongo Pleurotus ostreatus en traspatios y espacios agrícolas para su consumo.
Tradicionalmente, la agricultura en zonas de extrema pobreza es de subsistencia, ya que su mínima producción se enfoca al autoconsumo. Nuestro estado no escapa a esta realidad y la siembra de maíz y frijol de temporal no siempre cubre las necesidades básicas de sustento de cientos de familias poblanas.
Como parte del compromiso que la BUAP mantiene con la sociedad, el Laboratorio de Biotecnología, antes de Micología, estudia y produce el inóculo del hongo Pleurotus ostreatus, conocido comercialmente como seta, oreja de ratón y hongo de maguey, para que familias de escasos recursos lo cultiven en pequeños espacios, aprovechando residuos agrícolas como pajas, restrojos, cortezas de árboles o aserrín.
El hongo Pleurotus, que se caracteriza por no ser patógeno y alimentarse de materia orgánica en descomposición, como madera y residuos agrícolas, tiene un excelente perfil nutricional y según la especie alcanza diferentes rangos de proteína (10–40 por ciento), explicó en entrevista el titular de este laboratorio, el doctor Marco Antonio Marín Castro.
De acuerdo con los análisis realizados por la doctora María Elena Ramos Cassellis, en la Facultad de Ingeniería Química, este hongo contiene aminoácidos esenciales para el ser humano y lípidos en un porcentaje entre 3 y 9 por ciento, con respecto a hidratos de carbono, además de fibra. También reporta contenido de niacina, tiamina (vitamina B1), riboflavina (vitamina B2), vitamina C y minerales como potasio, fósforo y calcio, entre otros.
“La alta proporción de ácidos grasos insaturados y los altos porcentajes de ácido linoleico en estos hongos son un factor significativo que los hace un alimento saludable y una alternativa nutrimental en comunidades con problemas de desnutrición o donde solo se consume maíz, chile o frijol”, precisó el doctor Marín Castro.
El impacto en comunidades agrícolas
Para acceder a esta tecnología, el Laboratorio de Biotecnología genera la semilla o inóculo de buena calidad que proporcionan a los productores a un costo muy accesible ─70 por ciento más económico que el costo comercial─, además de capacitarlos para el cuidado y aprovechamiento de este material biológico, que tiene la ventaja de reproducirse en residuos y generar un alimento que mundialmente está muy bien catalogado.
“Hay muy buenos resultados y se ha logrado difundir este cultivo en zonas con pobreza extrema como el municipio de Tepeyolotl, en la Sierra Negra del estado, así como en Xochitlán de Vicente Suárez, Ixtepec, Huachinango y Metlaltoyuca en la Sierra Norte de Puebla. También se logró producir en otros municipios como Esperanza, Santa Catarina Buenos Aires, Quecholac, San Antonio Cacalotepec, Cuyuaco y Nealtican, así como en las comunidades de Santa Catarina Tehuixtla del municipio de Atexcal y San Padro Teyuca de Tepeojuma, en la Mixteca poblana”.
El doctor Marín Castro refirió que también han incidido en comunidades de los estados de Chiapas, Tabasco, Morelos y Veracruz, y participado en la difusión de este proceso a través de los programas de apoyo a la Corporación de Estudios para el Desarrollo y Sedesol, entre estos Jornaleros Agrícolas.
Módulos rústicos de producción
Respecto al mecanismo de cultivo, el investigador señaló que se requiere un espacio de producción muy sencillo, puede ser desde una cesta hasta una cubeta de plástico. Este módulo rústico debe albergar el proceso de cultivo utilizando residuos agrícolas como bagazos, rastrojos, aserrines de madera, fibras de maguey tequilero o de bambú, pasto, pajas de cereales, tallos de cultivos de haba o huauzontle, entre otros. Lo importante es que estén secos y limpios para que el espacio pueda conservar la humedad.
“Nuestra tarea es orientar a los posibles productores y enseñarles que para cultivar estos hongos se requiere de una infraestructura mínima, por eso los sustratos pueden variar, de acuerdo con lo que el productor tenga a la mano en su región”.
El siguiente paso es agregar el inóculo a los residuos previamente tratados con vapor de agua para pasteurizarlos y al crearse el hongo este poco a poco degrade el residuo o sustrato mediante un proceso enzimático, ya que las enzimas (proteínas) van rompiendo la celulosa, lignina, etcétera.
Una ventaja que destaca en su producción es su ciclo de vida, ya que para su incubación se necesitan aproximadamente 20 días y después se inicia el proceso de formación de hongos. Se cortan a los 25 días y a los 45 se realiza un último corte, un proceso que implica menor tiempo en comparación con el ciclo de una hortaliza que tarda hasta 90 días para cosecharse.
El cultivo de este hongo, a partir de una tecnología sencilla, económica y limpia, ha permitido a familias de escasos recursos mejorar su alimentación y generar ingresos económicos de forma sencilla y segura, logrando una contribución más de esta Universidad y del conocimiento que genera en favor de la sociedad.
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