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Tiene 31 años, vive en una comunidad de Chiapas, su futuro no se vislumbra promisorio, era ser agricultor y nomas, imposible pensar en otro oficio, menos en ser tejedor, pues ‘esas son cosas de mujeres’.
Su nombre: Alberto López Gómez, pertenece al pueblo tzotzil y, a fin de mes, del 25 de enero al tres de febrero, viajará Boston como invitado de la Universidad de Harvard para participar en el panel “Movimientos Sociales. La lucha contra el racismo y la exclusión” y también, el 2 de febrero participará en la Semana de la Moda de Nueva York, Fashion Week, donde exhibirá 12 de sus diseños, seis para hombres y seis para mujeres.
Dos logros importantes para un hombre que tuvo que luchar contra el machismo y el racismo para lograr tejer sus sueños.
Alberto nació en Magdalena Aldama, uno de los 118 municipios del estado de Chiapas, en el sureste mexicano, con seis mil 712 habitantes, no terminó la preparatoria y tendría que dedicarse a la agricultura, como todos los hombres de su comunidad, pero en su mente, desde pequeño bullía la idea de aprender la técnica artesanal del telar de cintura, al ver siempre a su madre, hermanas y a las mujeres de su entorno.
Apenas habla español, lo ha ido aprendiendo poco a poco y por sus propios medios.
Hace seis años apenas tomó la decisión de hacerlo y se lo comentó a su madre, la respuesta fue, “¿en serio? Sí, te voy a enseñar, eres mi hijo y te quiero mucho”.
De ahí comenzó la discriminación, un hombre no debía, no podía ser tejedor.
Pero a las enseñanzas de la técnica ancestral, se unieron dos de sus cuatro hermanas. No solo iba en la búsqueda de alcanzar su sueño, sino también sin pensarlo, iba en contra de las costumbres de una comunidad, además como la búsqueda de otra alternativa para sobrevivir.
De acuerdo al estudio, Desigualdad y exclusión en Chiapas, una mirada a largo plazo, elaborado por los investigadores Jorge Alberto López Arévalo y Gerardo Núñez Medina de la Universidad Autónoma de Chiapas, UNACH, una investigación respaldada por Oxfam, la organización que agrupa a organizaciones son gubernamentales en la lucha contra la pobreza, en materia de educación, pobreza alimentaria y desigualdad, Chiapas, es uno de los estados mexicanos con mayor desigualdad y marginación, derivando en altas tasas de analfabetismo y desnutrición infantil, entre otras problemáticas.
Su historia de lucha y de sueños saltó a los titulares cuando la Coordinación Alemana de Derechos Humanos México dio a conocer un video en el que habla sobre su trabajo y las barreras que ha tenido que superar por decidir ser tejedor en una sociedad machista que asocia su trabajo como exclusivo para las mujeres.
Sus inicios como tejedor los realizó a puerta cerrada, pero el rumor se corrió y el rechazo fue grande, “lloré varios días, pero estamos rompiendo la cadena”.
Al destacar su historia, la discriminación volvió a relucir, ya que muchos medios insisten en llamarlo diseñador textil, mientras él prefiere que lo ubiquen como artesano.
Cuando recibió la invitación de la Universidad de Harvard se emocionó, pero habló claro sobre las cuestiones económicas, imposible para él costear un viaje así y la universidad correrá con los gastos. Tiempo después, orgulloso comenta al mostrar su visa, “miren, llegó ya, pronto iré a mostrar el arte de mi pueblo de Magdalena Aldama Chiapas. Iré a Boston a la Universidad de Harvard a representar a las mujeres y hombres artesanos, a nuestro proyecto textil, a mi equipo de trabajo, a mi pueblo, a Chiapas”.
La idea, el sueño de Alberto López Gómez no solo era aprender a tejer, sino también aportar algo a su comunidad y actualmente trabaja con más de 150 mujeres artesanas y tiene la tienda/taller ‘Aula P’ejel’ en San Cristóbal de las Casas donde las ganancias de la comercialización de las prendas van de forma íntegra a las tejedoras, “seguimos diseñando junto con las compañeras artesanas, estos hermosos prendas están hechas en telar de cintura que siempre en cada prenda dejamos nuestros almas y las historias de mi pueblo de Magdalena Aldama, Chiapas y también seguimos trabajando con las bolsas o red que está hecho de maguey”.
Su trabajo ha dado frutos, sobre todo en la inclusión ya que, ahora, varios hombres se han integrado, incluidos dos de sus hermanos.
Mexicano, chiapaneco, universal, Alberto tiene más sueños y luchas: quiere escribir un libro, apoyar a sus compañeros en educación y medicamentos, abrir un museo para mostrar su cultura, ofrecer pláticas con jóvenes. Punto, hasta aquí.
El telar de cintura es técnica de tejer en telar de cintura es una tradición ancestral de los indígenas tzotziles de Chiapas, se usó en toda Mesoamérica para tejer diferentes piezas textiles, fajas, cintas, lienzos y para confeccionar huipiles.
El telar de cintura se amarra al extremo de un árbol y el otro extremo se sostiene en la cintura con un mecapal. Tiene varios componentes: una serie de varas de madera empleadas para lograr el ancho de la tela y para tramar los hilos. Las varas de lizo sirven para levantar los hilos pares y crear un “calado” o espacio entre ambos juegos de hilos al que se inserta la trama. Para el regreso del hilo se usa la vara de paso, cuya función es subir los hilos impares. Además, con un aditamento llamado “machete” o tzotzopaztli se aprietan los hilos. Por tanto, el tejido es el paso de hilos alternados que se van tramando sobre los hilos de la urdimbre, regresando en un ir y venir constante. En los telares de cintura se puede elaborar gran variedad de tejidos, haciendo los ajustes necesarios para lograr el ancho y el largo deseado. La forma de tejer y los componentes son los mismos en casi todas las zonas indígenas.